OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Ignacio Camacho: «Rajoy pretende remediar un descalabro electoral con una omnipresencia mediática»

Luis Herrero llama a Martínez Castro "gallina ponedora de bolas negras" contra los periodistas críticos con su jefe

A Isabel San Sebastián le avergüenza que Europa no ayude a las víctimas del yihadismo

¿Y para esto me he levantado yo tan temprano este Lunes de Pascua, 6 de abril, cuando ni la Bolsa abre? No hay café que me anime ni tabaco que me sostenga a medida que voy leyendo las columnas de los columnistas sobre la bronca interna en el PP o los planes del partido para evitar un descalabro en las elecciones de fianles de mayo.

Mañana, 7 de abril de 2015, hay Junta Directiva Nacional del PP y rugen las rotativas para no sé qué, porque no va a pasar nada, ya lo verá usted, amigo lector. Eso de que el un órgano deliberante destituya al líder supremo yo sólo lo recuerdo de Benito Mussolini, destituido por el Gran Consejo Fascista en 1943. Y me da la impresión de que ya le habría gustado a Mussolini dominar su partido como Rajoy controla el PP…

Al menos, Paco Marhuenda me ofrece unas risas. El director de La Razón asegura que hay una campaña injusta contra su antiguo jefe desde 2008, tan injusta como la que sufrió Adolfo Suárez. Sniff.

Tras el mal resultado obtenido en las andaluzas se ha desatado dentro del PP un enfrentamiento que llevaba mucho tiempo larvado y que es convenientemente exagerado por las formaciones que quieren expulsar a este partido de los gobiernos y especialmente a Rajoy, algo que también incluye a los periodistas que desearían su renuncia o incluso que le ganara Ciudadanos.

No es un fenómeno nuevo porque Rajoy lo sufrió en 2008 cuando hubo conspiraciones para forzar su marcha e incluso mostró una gran generosidad al acoger a quienes lo criticaban y menospreciaban con una zafiedad sorprendente.

En el fondo de estas maniobras políticas y mediáticas está debilitar a Rajoy. Durante más de tres años ha sufrido una tenaz campaña para mostrarle como débil e ineficaz, llegándose incluso a mostrarle como un líder abúlico e incompetente que sólo se comunicaba por medio del «plasma». Tan sólo Adolfo Suárez sufrió un acoso tan perseverante como injusto en el fondo y en la forma.

Y por último un mensaje cifrado: que Rajoy eche a los intrigantes. Pero, ¿quiénes son, querido Paco?

El reto son ahora las autonómicas y municipales. Necesita que el partido esté unido para recuperar la confianza que ha perdido de una parte del electorado. Y lo mejor es que aleje a los que han hecho de la intriga y el enredo una profesión. Todo indica, salvo que se cometan errores, que Podemos y Ciudadanos pueden ser electoralmente, como máximo, el equivalente, respectivamente, de IU y el CDS. Por tanto, PP y PSOE pueden recuperar el terreno perdido y lograr buenos resultados.

La columna de Ignacio Camacho (ABC) responde a Marhuenda: no hay conspiraciones, hay altanería.

El marianismo es un estilo alérgico a la seducción de la política, a su aspecto semiótico de sistema de signos. Rajoy considera que su única misión consiste en cumplir objetivos. Obligado a tomar decisiones antipáticas no ha hecho el mínimo esfuerzo por endulzarlas, ni siquiera por generar el clima de solidaridad que requerían las circunstancias. Ha maltratado a sus electores acumulándoles perjuicios sin darles atisbo de respiro y sin molestarse en pedirles un margen de confianza.

Ahora el Gobierno percibe que su ¿estrategia? no funciona. Que la recuperación económica ni siquiera traspasa la epidermis de la opinión pública. Y pretende remediar el presentido descalabro con una omnipresencia mediática, un apostolado de último minuto, un arreón de mal estudiante a fin de curso. La estructura del partido cruje bajo la presión de una tarea para la que no estaba entrenada: seducir a toda prisa a un público para el que no ha encontrado tiempo de mostrar un poco de cariño.

En el periodismo de rodilleras, participa José María Carrascal (ABC), que advierte a los burgueses que no voten al PP ni a Rajoy de que pueden encontrarse con algo mucho peor.

Ha cometido errores, algunos de bulto, y no ha cumplido algunas de sus promesas, pero ha cumplido la principal: evitar que España cayera en la bancarrota, ponerla en el camino de la recuperación, conseguir que empezara de nuevo a crear empleo. Esa fue su gran promesa en las elecciones de 2011 y ahí está, realizada, sin que nadie pueda contradecirle. Las próximas puede ganarlas o perderlas, pero eso ya no se lo quita nadie. Y si las pierde, se retira a su despacho de registrador de la propiedad, en Torrevieja creo, donde ganará mucho más dinero y podrá fumarse tranquilamente sus puros sin que a cada momento le llegue un ministro o su jefe de prensa con una mala noticia.

Incluso podrá tumbarse en esa hamaca en la que gustan pintarle los caricaturistas, para contemplar con regodeo cómo sus sucesores le hacen bastante mejor de como se le ve hoy. (…) Mientras los que habían abandonado el PP se encontrarían con que habían dado una bofetada a Rajoy… en su propia cara.

A uno de los dos columnistas quiero darle el premio a la columna ridícula del día, pero prefiero que lo haga usted, querido lector. Quizás es que tanto hablar de Rajoy me ha contagiado su vagancia…

FERNANDO RAYÓN: ARRIOLA, EL RASPUTÍN DE RAJOY

Pasemos al otro extremo, el de los columnitas que rehusan hacer la reverencia ante Rajoy.

Pedro García Cuartango (El Mundo) compara a Rajoy con Andropov.

Si el PCUS era un partido que practicaba el culto a la personalidad, el PP depende del dedo de Mariano Rajoy, que decide los candidatos, el programa y el tamaño de los despachos. Al inquilino de La Moncloa no le deifican los suyos porque es un tipo discreto, pero nadie se atreve a contradecirle ni a cuestionar sus decisiones.

Habrá que seguir mirando por las noches las lucecitas de Génova para saber si Esperanza está reunida con Cospedal o Arenas está jugando al póker con Ana Mato. El futuro de este país se está cociendo en la sede del PP, que necesita urgentemente encontrar a un John Le Carré que sepa interpretar los signos ocultos para explicarnos quiénes son los buenos y los malos en esta película y a qué está jugando Mariano Rajoy, que se parece cada día más al enigmático Andropov, zar de todas las Rusias.

Fernando Rayón (La Razón) vuelve a recordar la influencia de Arriola en Rajoy y propone que quienes tienen opiniones distintas pierdan el miedo a expresarlas en público.

José Bono, en su curiosa novela sobre su etapa de ministro de Zapatero, cuenta que ya en 2005 Pedro Arriola era el asesor que más influía en las decisiones de Rajoy. Traigo esto a colación porque mañana se reunirá la Junta Directiva Nacional del PP y quizá sea la última oportunidad del partido del Gobierno para enderezar el rumbo.

En un partido con vocación de mayoritario deberían caber todos, incluso aquellos con ideas distintas. (…) Por el contrario, se observa en el PP un silencio que pocos nos explicamos. Es una estrategia demencial trazada por alguien -parece que Pedro Arriola- que contempla una España distinta de la que tocan cada día los alcaldes y diputados regionales. Y así no se ganan elecciones aunque, como Pedro Arriola, se manejen encuestas a diario. Hay que dejar que los del PP hablen, incluso que se griten, y digan por una vez lo que piensan. Aunque quizá eso lleve al sociólogo de Rajoy a enfrentase a su mujer, Celia Villalobos. ¡Vaya lío!

José Oneto (Republica.com) señala a Javier Arenas como el villano y filtrador.

Luego vinieron varias portadas de periódicos en las que se aseguraba que el Presidente del Gobierno estaba pensando, de cara a las elecciones autonómicas y municipales de mayo, relevar a la secretaria general del partido, responsabilizándola, indirectamente, del fracaso andaluz y del candidato Moreno Bonilla, impuesto por Arenas y Rajoy, en contra del criterio de la presidenta manchega. Para Cospedal todas esas filtraciones venían de Javier Arenas, que nunca ha aceptado que alguien que estuvo a sus ordenes en el Ministerio de Trabajo, estuviese ahora por encima de él, dándole además órdenes. A él, el único que ha logrado sobrevivir en la cúpula del partido, desde la época de Aznar.

Ese tira y afloja entre los dos personajes que no se dirigen la palabra y que mantienen una guerra muy particular desde hace años

José Alejandro Vara (Vozpopuli.com) escribe sobre las ‘niñas asesinas’ del PP: Cospedal y Soraya.

Revolotean, desabridos e iracundos, algunos baroncillos en contra de su secretaria general. Menudean a los periodistas y destilan venenosas anécdotas y argumentarios ramplones. Hojarasca de ocasión. Más contundentes suenan las descargas que se expiden desde Moncloa, donde se dispensa tanta estima a Cospedal como la que mostraba Pascal hacia Copérnico. La turbulenta relación entre «las dos grandes damas de Mariano», Sáenz de Santamaría y Cospedal, es ya un clásico en el mapa político de la derecha.

La serenata más peculiar fue la de cargarle el muerto de Juanma Moreno, es decir, el batacazo andaluz. Un disparate por soleares si se piensa en que el candidato que mordió el polvo forma parte del clan de los ‘sorayos’, («Susana, éste se ha venido arriba, menuda campaña te espera, bonita») y contaba, además, con la enemiga frontal de la segunda de abordo del PP.

No llegará la sangre al río. Muchos piensan que, incluso el propio presidente está cómodo con este duelo en la cumbre y que no se inclina ni por la una ni por la otra. Aquello de Spinoza: «Dios no aborrece a nadie pero no quiere a nadie».

Joaquín Estefanía (El País) se pregunta si va a haber rectificaciones en la política económica del PP.

Mañana está convocada junta directiva del PP. Habrá que esperar a conocer los gestos de Rajoy respecto a la política económica, los detalles de la nueva agenda social encargada al ministro de Sanidad, Alfonso Alonso (el nuevo representante del sindicato del gasto), si va a haber reducción del IVA cultural, etcétera. En definitiva, en qué consisten las rectificaciones… si las hay. A esa reunión de la junta directiva, los representantes de las diversas sensibilidades deberán acudir como la pareja que se ha divorciado de mala manera y debe reunirse para la boda de su hija.

Luis Herrero (Libertaddigital.com) escribe la columna más entretenida de este grupo, al darle un repaso a Carmen Martínez Castro. Primero, se burla de esa teoría de que el desastre del PP es culpa de la mala comunicación.

No sé qué es más deprimente, si volver otra vez al lugar común más frecuentado por los partidos que se desangran sin saber dónde está la herida que les lleva a la derrota o constatar que todavía hay gente que se toma en serio la peregrina teoría de que la culpa de los males del Gobierno no la tienen los males del Gobierno sino la frustrante incapacidad de una panda de mentecatos a la hora vender como Dios manda una estupenda gestión mal publicitada.

Y luego unos secretitos sobre la actual secretaria de Comunicación de Moncloa, convertida en una ‘siseñor’.

Antes de convertirse en una gallina ponedora de bolas negras, Martínez Castro era una periodista estupenda. Doy fe. Fue mi subdirectora en la Cope, primero en La Linterna y después en La Mañana, durante más de una década consecutiva. Me la recomendó Antonio Herrero, que es tanto como decir que me la impuso, con el argumento imbatible de que Carmen había sido la única redactora, durante su etapa como director de informativos de Antena 3 Radio, capaz de llevarle la contraria en público. «Eso es lo que tú necesitas -me dijo-, alguien que no te baile el agua y que sea capaz de ponerte la pilas». Y así fue. Sería muy injusto si no reconociera que durante los diez años que trabajamos juntos respondió siempre a ese perfil de rara avis que concibe la lealtad como la confianza de decirte lo que piensa, bueno o malo, erigida en norma. Lo de después ya lo entiendo menos. Debe de ser que la lealtad funciona como lo del amor: un clavo quita otro clavo.

¿DÓNDE ESTÁN LAS CONDENAS MUSULMANAS A LOS YIHADISTAS?

Doy gracias por encontrar columnistas que escriben sobre otros asuntos que no sean el duelo Soraya-Cospe. Por ejemplo, sobre la matanza de cristianos kenianos, escriben Juan Manuel de Prada e Isabel San Sebastián en ABC.

Prada insiste en los vínculos anticatólicos que unen a los yihadistas y al Nuevo Orden Mundial.

Es probable, en cambio, que a algunos les haya pasado inadvertido que, al mismo tiempo que los jóvenes cristianos keniatas eran masacrados, el metro de París exigía la retirada de unos carteles en los que se anunciaba el concierto de unos curas canoros; y no se hacía por aversión a esa plaga pestífera de los curas canoros, sino porque, según se especificaba en los carteles, la recaudación del concierto se destinaría a «los cristianos de Oriente». Para justificar la remoción de los carteles, el metro de París alegó que infringían la «laicidad», excusa en verdad demente, pues darle dinero a quien lo necesita no significa hacer profesión de fe ni proselitismo. Lo que en verdad querían decir estos bellacos es que los carteles de marras estaban infringiendo la «equidistancia» , que es donde está la madre del cordero.

Nótese, por lo demás, que los yihadistas, que saben muy bien que el Nuevo Orden Mundial es anticrístico, no dirigen sus ataques contra sus organismos y gerifaltes, sino contra cristianos. No entran con sus ametralladoras en el gimnasio de tal mandamás de la ONU, o en la peluquería de tal mandamasa del Fondo Monetario Internacional, sino en templos católicos u ortodoxos, o en universidades donde saben que estudian cristianos (y, antes de matarlos, se aseguran de que lo sean). Con esto vuelve a demostrarse que la vesania yihadista y la «equidistancia» occidental tienen una estrategia y un enemigo común. Y que a ambas las guía la misma luz, aquella luz -en palabras de Chesterton- «que nunca se ha extinguido, un fuego blanco que se aferra como una fosforescencia extraterrenal, haciendo brillar su rastro por todos los crepúsculos de la historia: es el halo del odio alrededor de la Iglesia de Cristo».

San Sebastián reprocha a los musulmanes supuestamente pacíficos que no protesten contra sus hermanos que masacran a los cristianos.

¿Dónde están los fieles seguidores de Alá que dicen rechazar esta barbarie? ¿Por qué no levantan la voz y se manifiestan en las calles? ¿A qué esperan sus líderes religiosos para condenar sin paliativos estas prácticas brutales en cada oración de cada mezquita cada viernes de cada mes?

No disculpo la pasividad occidental. Me avergüenza, como española y europea, como miembro de una sociedad que se dice civilizada, contemplar impotente la renuencia de los míos a pasar a la acción en socorro de esas gentes indefensas, bajo el estandarte de los valores que nos han permitido progresar en libertad e igualdad. Estoy convencida de que nuestra seguridad presente y futura, por no mencionar nuestra decencia colectiva, exigirían una intervención armada mucho más contundente de lo que hemos visto hasta ahora. Dicho lo cual, son los musulmanes quienes tienen en su poder la llave para frenar a estos bárbaros. Ellos y sólo ellos pueden demostrar, por la vía de los hechos, que no hay un dios que se complazca en semejantes atrocidades ni una religión digna de respeto que las consienta en su nombre.

Fernando Sánchez Dragó (El Mundo) insta a la izquierda a abandonar su nueva fe antitaurina.

Ayer pronuncié en Sevilla el Pregón Taurino de la Real Maestranza de Caballería. Es el más alto honor que la vida me ha conferido.

La izquierda española y también la -por nacionalista- antiespañola tendrá que retocar y afeitar los pitones de su historia si insisten en el empeño de forjarse un pasado antitaurino. «Hoy en día es en la plaza de toros donde los españoles menos duda de su identidad». Eso dijo Aquilino Duque en 1998. Las cosas, ahora, están bastante peor.

CÉSAR VIDAL APOYA EL ACUERDO DE OBAMA CON IRÁN

Otro asunto que ocupa a algunos columnistas es el acuerdo entre EEUU e Irán a cuenta del armamento nuclear de la república islámica.

Alfonso Ussía (La Razón) asegura que no se puede confiar en Teherán.

Otra cosa es lo de Obama con su peligroso pacto con el régimen sanguinario de la república islámica. Irán ya no es Persia, es el Islam. Y el Islam sólo desea que Israel desaparezca del mapa. Se comprende el estupor hebreo. Y el de millones de personas en los Estados Unidos y el resto de la civilización judeocristiana occidental. «Si Irán nos engaña»… Puede darlo por descontado. Engañará. Traicionará e incumplirá todo lo firmado en tan extravagante acuerdo. Pero de consumarse la sospecha, el mundo no tendrá la oportunidad de saberlo.

Y Obama, que ya no será el Presidente de los Estados Unidos, tampoco se enterará.

Gabriel Albiac (ABC) acusa de Obama de preparar un desastre.

No será fácil corregir el destrozo internacional que han producido las dos legislaturas de Obama. A las que da broche un acuerdo nuclear con el Irán teocrático que profetiza lo peor. No sólo para Israel. No sólo para Europa. A tiro, por igual, de los misiles iraníes, Israel se ha dotado de un blindaje antimisiles eficiente; Europa, no. Pero, antes que con Israel y con Europa, Irán tiene cuentas que ajustar en el golfo. Cuentas en las cuales se juega una primordial guerra santa de siglos: la que enfrenta a chiitas y suníes por el legado del Profeta; y por la jefatura de la yihad, por tanto. Arabia Saudí y los emiratos son el primer objetivo de los misiles iraníes. Y la estrategia estadounidense de ceder el control del norte de África a los saudíes antes de abandonar un Mediterráneo sin interés ya ni estratégico ni económico, contribuirá a acelerar ese choque devastador entre los dos «islames». Una explosión de la cual es difícil que salga indemne Europa.

Irán será potencia nuclear. Con beneplácito de Washington. ¿Hay algo bueno en la política internacional de Obama?

Pero la sorpresa en este asunto me la da César Vidal, que responde a la pregunta con que concluye su escrito Albiac. El prolífico historiador dedica su columna en La Razón a defender a Obama y su acuerdo con Irán, mientras arremete contra George Bush y hasta contra Israel. ¿Qué estaría fumando cuando en la Cope y Es.Radio le escuchaba soflamas pro-israelíes y defensas de la invasión de Irak?

El propio Bush cuenta en sus memorias que esa circunstancia lo enfureció porque le privaba del argumento para invadir Irán. Por lo tanto, de lo que se trata es de dar la impresión de que no se viola el Derecho Internacional con la nación que preside la Asociación de países no-alineados – ciento veinte en números redondos – y, a la vez, de asegurarse de que Irán no pueda fabricar armas nucleares. Añádase que, dada la enorme volatilidad creada por la invasión de Irak, Estados Unidos no puede permitir que Arabia Saudí – invasora de Yemen – pueda reforzarse a costa de Irán ni tampoco que Irán se haga más fuerte aunque ahora combate al Estado Islámico.

A la tarea gigantesca se suman las sospechas por ambas partes – Estados Unidos dio un golpe en Irán en 1953, lanzó a Saddam Husseim en su contra y con Obama ha bombardeado siete naciones en cinco años – y la posición de Netanyahu al que el incumplimiento del Tratado de No Proliferación de armamento nuclear no quita el sueño. No es un acuerdo perfecto, pero quizá sí de lo más sensato que se ha articulado en la zona desde que aconteció una invasión de Irak que la desestabilizó hasta el día de hoy.

Almudena Grandes (El País) me sorprende con una columna en la que reconoce haberse equivocado, ejercicio este el del arrepentimiento muy escaso en el peristilo.  Cuenta que recuerda

Algunas voces que nos alertaban, hace ya muchos años, de las consecuencias que las condiciones de nuestra entrada en la Unión Europea tendrían sobre la economía española. En aquella época, yo era tan joven que creía, entre otras cosas, en la solidez del progreso, así que me sumé sin pensar demasiado a quienes opinaban que cualquier crítica a aquel proceso era una postura reaccionaria y aún más, una muestra de desconfianza en el país y en su futuro. Pero esos amargos agoreros que pronosticaban que España se convertiría en un país de servicios, que nuestro tejido industrial se debilitaría de forma progresiva hasta resultar irrelevante, que dependeríamos básicamente del turismo para crecer, vuelven a mi memoria en momentos como este

Qué cosas, Almudena, coincides con economistas y periodistas muy de derechas y muy de izquierdas. Enhorabuena por tu honradez intelectual y tu memoria.

El premio a la columna ridícula del día se lo doy a Antonio Navalón, afamado conseguidor que trabajó para el ex juez Baltasar Garzón y trabaja para PRISA, por una cuyo título es una obra de arte: ‘La autoridad moral’. Y no leo más porque la risa me lo impide.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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