Mucha estelada y mucha Copa del Rey en las tribunas de opinión de la prensa de papel de este 20 de mayo de 2016. A poco más de 48 horas para que se dispute la final entre el Sevilla y el Barcelona, el debate es si ilegal o no introducir la famosa banderita independentista en el Vicente Calderón.
Las normas están claras, que no puede hacerse, pero aún así los separatistas han forzado la máquina y el propio Barça ha presentado un recurso judicial que dentro de unas horas, este 20 de mayo de 2016, tendrá que resolverse. Como les salga favorable, habrá esteladas hasta en el río Manzanares.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Carlos Herrera. El periodista almeriense centra su tribuna en la polémica surgida con las banderas esteladas:
La «Estrellada», según quienes abusan de ella, es una bandera instrumental. Todas las banderas, según sean utilizadas, tienen algo de instrumentales, pero esta versión «revolucionaria» de la senyera catalana lo es al por mayor. Digamos que quienes la exhiben lo hacen como medio reivindicativo hasta lograr el sueño de llegar a la playa soñada del estado propio. Inmediatamente después, tal como aclaran, sería depositada en el Museo de la Independencia y pasarían a utilizar la de uso común, cuatribarrada sin estrellas ni chorradas. Así como en todo acto progre que se precie de tal nunca falta el tonto de la bandera republicana, en toda manifestación «cultural» o «deportiva» en el que estén involucrados catalanes siempre está presente la «Estrellada» de forma supuestamente espontánea.
Explica que:
A raíz de la prohibición de acceder al Vicente Calderón, en la próxima final de la Copa del Rey, portando la susodicha banderola, mucho se debate acerca del acierto de la medida. Las banderas, conviene precisar, no son en sí mismas ilegales: un particular puede exhibir el símbolo que prefiera, siempre que no esté expresamente prohibido, cual serían en algunos lugares los emblemas nazis. Una bandera no reconocida por la legalidad, es decir, amparada por el uso constitucional no puede ser colgada oficialmente en acto o dependencia pública. Eso sí es ilegal. Que la maneje un paisano como pareo o como símbolo expresivo de su identidad política no tiene trascendencia delictiva. Puede ser una gilipollez, pero no un delito, vengo a decir. En Estados Unidos la bandera confederada es un elemento decorativo «vintage» que algunos jovenzuelos cuelgan de las paredes de su cuarto, lo cual no tiene trascendencia: el problema le sobrevendría al que quisiera colgarla del mástil de un ayuntamiento, cosa que le costaría un disgusto en proporciones norteamericanas, que suelen ser intensas. El uso de la anterior bandera oficial del Reino de España, la que porta el Águila de San Juan que algunos califican de «Aguilucho», puede ser motivo de crítica por lo que supone de reivindicación política, pero solo puede limitarse a ello.
El problema que se suscita ante la prohibición de introducirla en la dichosa final entre el Sevilla y el Barcelona, sin embargo, comporta otras variantes. La Ley del Deporte y la propia UEFA manifiestan con claridad que el uso de la misma incita a una forma de violencia. Puede parecer exagerado, pero quizá no lo sea tanto. Hay países en los que silbar el himno o flamear banderas inadecuadas provoca serias consecuencias. En España, siempre que están presentes equipos como el catalán o el Athletic de Bilbao parte de su afición aprovecha para el escarnio a los símbolos comunes, Himno o Jefe del Estado, ante el regocijo lerdo de individuos como Artur Mas o algún otro cretino.
Y añade:
Que la autoridad pretenda cortar esa costumbre ofensiva no parece inadecuado. Sin embargo, ha producido la erisipela de sujetos como Puigdemont o la inefable y muy absurda Ada Colau. Que no concurran a la final no creo que suponga ninguna depresión para nadie, habida cuenta de lo mal que deben de contar los chistes. El Barça, siempre al plato y a las tajadas, se ha rasgado las vestiduras por privarles a los suyos, supuestamente, de un elemento clave en la transmisión de ánimo a sus jugadores, pero no se ha atrevido a dar el paso consecuente con el que radicalizaría su apuesta por el objetivo político: renunciar a participar en esa competición y no presentarse ni a esa ni a ninguna otra de ámbito español. Pero no lo hacen porque son lo que son. Así que, mientras no den ese valiente paso, acepten la interpretación de la legalidad tendente a respetar los símbolos del país en el que aún compiten. Lo demás es tontería identitaria muy propia del tiempo de hogaño y del territorio en cuestión.
Ignacio Camacho lo tiene claro también respecto al dichoso debate de las banderitas esteladas, que un campo de fútbol no es para eso y que además hay unas normas claras impuestas por la propia UEFA:
La bandera catalana estelada no está prohibida en España y por tanto está autorizada y no cabe sanción por mostrarla o llevarla en espacios públicos. Sucede que un estadio es un recinto privado de acceso restringido y por tanto sometido a reglas específicas de admisión inherentes al billete de entrada. Y esa suerte de letra pequeña contractual se llama en nuestro país Ley del Deporte y prohíbe, en consonancia con las normas internas de la UEFA, el uso de símbolos políticos o ideológicos que generen división o contradigan el espíritu de pacífica convivencia deportiva. La estelada no es un emblema de Cataluña, sino de la causa política de los independentistas catalanes, y por tanto bajo la actual reglamentación no tiene cabida en un campo de fútbol europeo. Punto… pelota.
Dice que:
Para una vez que las autoridades se deciden a hacer cumplir la legalidad frente a la insumisión secesionista, no procede criticarlas. Este Gabinete ha permitido un referéndum ilegal de autodeterminación y ha hecho la vista gorda ante el incumplimiento reiterado de las leyes de educación y de política lingüística, e incluso de sentencias al respecto emitidas por los tribunales. Cualquiera puede pensar que la prohibición de la dichosa banderita obedece a un cálculo electoralista, perfectamente normal en vísperas de elecciones. Pero el Gobierno está en su derecho y en su deber. Nadie podrá impedir a los aficionados del Barça que paseen la estelada por Madrid si les viene en gana; se trata de que no conviertan la final de la Copa en un acto de reclamación política que puede incomodar al resto de los espectadores, asistidos también del derecho a que nadie les pase por la cara en tan festiva ocasión una reivindicación que no comparten. Fútbol es fútbol, que decía Vujadin Boskov, un yugoslavo que vivió para ver a dónde conducen los conflictos nacionalistas.
Por lo demás, empieza a ser cansino el debatito de las finales coperas desde que el Barcelona se gana por méritos futbolísticos su presencia casi permanente en ellas. El soberanismo ha convertido su asistencia a esos partidos en expediciones de exhibición identitaria con tintes gamberros y provocadores a los que ya va siendo hora de hacer frente. Hay mucha gente harta de ese narcisismo arrogante que pasa por encima de sus sentimientos o de sus convicciones; muchos ciudadanos respetuosos de los símbolos ajenos que están cansados de que no se respeten los suyos, de que se abuchee a su Rey o se silbe su himno. Españoles tranquilos partidarios de la libertad sin ira y de tener la fiesta en paz, pero un poco fastidiados ya de esa cargante matraca divisionista impuesta a las bravas por una ruidosa minoría. En la calle se tienen que conformar porque la democracia ampara la expresión de todas las ideas. Pero en el estadio, al que entran pagando, las normas les deben garantizar el disfrute sin interferencias de un espectáculo.
Luis Ventoso también se parte la caja con el cabreo de Puigdemont y Colau con eso de que no dejen (de momento) acceder esteladas al Vicente Calderón:
Madrid no tiene los solemnes bulevares de París, ni los umbríos e inmensos parques de Londres, ni los rascacielos neoyorquinos. Tampoco una historia milenaria asomando en cada esquina como en Roma, o una bahía de postal como la pequeña y pintona San Sebastián. Ser pato en el Manzanares debe de suponer un oficio de alto riesgo, pues ese cauce escurrido no recuerda precisamente al Danubio atravesando Viena. Además su clima resulta discutible; saludable por seco y luminoso, pero una barbacoa bajo la canícula.
Sin embargo, Madrid posee algo que la hermosea y le confiere un encanto muy distintivo: los madrileños, una categoría abierta, en la que cualquiera queda incorporado con solo mudarse allí (ni siquiera te exigen impostar hechos diferenciales y orgasmos nacionalistas). La poca tontería y el buen humor, con una locuacidad llena de desparpajo, resumen a los madrileños. Además son resolutivos y currelas, espoleados por el pulso frenético de la capital. Madrid, no nos engañemos, es la única ciudad española que de verdad presenta esa energía ambiental propia de las grandes metrópolis.
Destaca que:
Pero desde el miércoles los madrileños parecen sumidos en una depresión colectiva. Un rictus pesaroso y algo desconcertado se ha adueñado de sus rostros cabizbajos. Esos camareros gritones, que cantaban «¡uno con leche y dos tojtadas!» en las mañanas vivarachas de las cafeterías, piden ahora sus comandas con un susurro desmayado. Los taxistas, la mayoría de los cuales llevan dentro a un tertuliano superdotado, han enmudecido y están de mala uva, como si esas extrañas esterillas de bolas que colocan en sus asientos les estuviesen por fin masacrando la riñonera. Las ventas de cerveza han caído en picado, porque con el disgustazo se han perdido hasta las ganas de apurar una rubia bien fría en la Cruz Blanca, o en la venerable Santa Bárbara. A los críos les cuesta conciliar el sueño y los abuelos mastican su contrariedad a la sombra amena de los jardines. Madrid está desolado, hundido, sin ánimo: ¡Puigdemont ha anunciado que el sábado no vendrá a la final de Copa! Pero el golpe es todavía más lacerante para los pobres madrileños, porque resulta que tampoco acudirá Ada Colau.
Y remacha:
A Puidgemont, que pregona por Europa que va a destruir España en 18 meses y convertir a los de Teruel en guiris para los de Tarragona, y a la gran Ada, que prohibió que haya pantallas en las calles de Barcelona emitiendo los partidos de España en la Eurocopa, les ha indignado que el Gobierno impida que una final con el Jefe del Estado en el palco se convierta en un aquelarre separatista. Así que anuncian que no viajarán a Madrid. Qué bajón. Se entiende y comparte la desazón del pueblo madrileño al no poder disfrutar de la presencia de dos de los personajes más queridos y admirados en toda España. Porque ya se sabe que a todo el mundo le encanta que descuarticen su país, y más si tiene 500 años de historia, y le chifla que le llamen, de sol a sol, mangante, explotador y represor.
Ay, qué disgustazo que no vengan. Bajo a pillar dos cajas de «Dormidina», que dudo que logre pegar ojo esta noche…
En El Mundo, Santi González zurra a Meritxell Batet, la socialista a la que Pedro Sánchez haría vicepresidenta en el caso de que él alcanzase el sueño de La Moncloa. Le critica su indiferencia moral a la hora de hablar de Otegui como quien habla de cualquier persona, como si todos hubiésemos tenido las manos manchadas de sangre:
Hace décadas el paradigma del segundón era Poulidor, un tipo que no pudo ganar el Tour porque siempre se lo madrugaban Anquetil o Merckx, y si no, Bernard Hinault. Total, que quedó tres veces segun y cinco terce, pero nunca primer, porque ganar, lo que se dice ganar, no ganó nunca.
Ahora los segundos son poca cosa, pongamos que hablo de Meritxell. Cada vez que habla en público me da que pensar sobre los criterios que guían al joven Sánchez como head hunter. Zapatero era más casual y lo teorizaba. En uno de sus viajes le contó al evangelista Millás que tenía el poder muy desmitificado: «Todas las noches le digo a mi mujer: ‘No sabes, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar’».
Resalta que:
Eso explica lo de Bibiana, que llegó a ministra por piropear en un mitin la sonrisa del jefe. También lo de Meritxell. La única condición es no desbordar al jefe. Ayer eligió un mal día para ir a la tele. También habría sido malo para dejar de fumar, porque en el programa de Ana Rosa le tocó Arcadi Espada de oponente. Y ella, la mujer, interpelada sobre la invitación a Arnaldo Otegi a visitar el Parlament, dijo que no le parecía ni bien ni mal y que Otegi ya había cumplido su condena.
Indiferencia moral. Meritxell pertenece a una postmodernidad que considera inhabilitador para la vida pública tener una cuenta en un paraíso fiscal. Haber sido condenado por pertenecer a una banda terrorista, en cambio, no es inconveniente moral alguno para que sea candidato a la Presidencia del Gobierno vasco. Otegi, por si hicieran falta detalles, es un terrorista que nunca empleó sus artes contra el franquismo, sino contra la democracia. Pero no es sólo con respecto al terrorismo. Meritxell ya dio pruebas de su solidez conceptual en la entrevista que le hizo hace seis meses Leyre Iglesias, en la que hizo brillar su relativismo a niveles jamás conocidos, ni en la época de Zapatero: «Mi concepto de nación depende del contexto».
Subraya que:
El PSC protestó lo de Otegi con la boca pequeña y no se sumó a la entrevista con las víctimas que C’s y el PPC mantuvieron como alternativa. Ya había pasado. Los 20 escaños que tenía en 2013 fueron de los que no intentaron evitar que el Ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló dedicara una calle a su hijo predilecto, Jaume Martínez Vendrell, inspirador de los atentados contra Bultó y Viola con sendas bombas en el pecho.
Y sentencia:
No afearía yo nada a una mujer a la que Pedro quiere hacer vicepresidenta del Gobierno, pero quiero hacerle una propuesta. Proponga a su partido que encabece la lista por Almería José Barrionuevo. Ya cumplió su condena y el PSOE tendría un candidato a la altura del general Podemos, el que dejó escapar a unos piratas somalíes en una zodiac mientras él tenía un helicóptero Seahawk. Y para justificarse ante IU, ha dicho que él es «tan pacifista y antimilitarista como el que más». Este antimilitarista fue el Jefe de Estado Mayor que participó en la guerra de la OTAN contra Libia en 2011. ¡Qué tiempos en los que el número dos era ‘Pepiño’!
Federico Jiménez Losantos denuncia el entreguismo del Gobierno actual a los separatistas catalanes. Es más, llama a Guindos y Montoro los financiadores del separatismo:
Por fin he entendido el secreto del caso Faisán, cuando la poli de Rubalcaba y ZP avisó a los cobradores de la ETA de que llegaba la Policía Nacional con el juez Marlaska. Del juez sabemos que se casó por lo arco iris, protagonizó suplementos dominicales, ascendió y alcanzó el nirvana de los jueces políticamente prósperos, los que torean de perfil. De la Policía Nacional -cientos de agentes asesinados por la ETA-, indignada por la traición de las Cloacas Interiores, sabemos que la dirige el diputado del PP que cada miércoles le preguntaba a RbCb si era la X del caso Faisán, pese a que la X sólo puede ser el presidente del Gobierno. Y del caso Faisán sabemos que dejó de serlo cuando el PP llegó a la Moncloa y la Acorazada Judicial perpetró una de esas operaciones de adelgazamiento sumarial, limpia de pruebas y purga de presuntos que humillan a la Justicia pero consagran politijueces.
Recuerda que:
Con la suelta de Bolinaga, el Gobierno del PP batió todas las marcas de miseria moral del Gobierno de Zetapezuela con De Juana Chaos. Pero había una incógnita por despejar: quién mantendría económicamente a la ETA. Una banda sin disolver y sin arrepentir, aunque suelten a muchos y El País de Soraya blanquee los crímenes de Urrusolo Sistiaga, que ya es blanquear, sigue siendo cara, y desde que no matan, los empresarios vascos se escaquean. ¿Pues no dicen que sólo pagaban por miedo? Ante esta crisis de euskopatriotismo, ¿quién sustituye a los cobradores etarras?
Pues los mismos financieros del separatismo catalán: De Guindos y Montoro, los manguitos de Economía y Hacienda de Rajoy. En plena aceifa fiscal, Montoro no tiene tiempo para nada; por ejemplo: aclarar si, como Martínez Pujalte, el cercano despacho Equipo Económico, antes Montoro & Asociados, cobraba de una Cámara de Comercio cuando tramitaba la Ley de Cámaras de Comercio. Pero De Guindos suple feliz a Don Fisco. ¿Que los golpistas de la Generalidad -50.000 millones de deuda- no tienen para nóminas? De Guindos desvía su avión privado y asegura a Junqueras que el FLA seguirá pagando la TV3 y demás armas del Prusés. ¿Que Cocomocho ovaciona al terrorista Otegi por la mañana? Él lo visita por la tarde y le dice que dinero no le faltará. ¿Habrá mejor faisán que la Agencia Tributaria? Ahí morimos todos: pagamos para que, este año, no nos maten.