Luis Ventoso: "¿Por qué no le explica a Rajoy desde su alto magisterio cómo puede dialogar cordialmente con quien le ha dicho catorce veces no, o con quien ridículamente le exige desde sus 40 escaños que dimita pese a ganar las elecciones?"
Los ERE fraudulentos, la defensa de los símbolos españoles o el expresidente José María Aznar haciendo de las suyas en contra de su propio partido son los temas que podrán encontrar este 4 de junio de 2016 en las tribunas de opinión de la prensa de papel.
Arrancamos con Luis Ventoso en ABC, que dedica su artículo al expresidente del Gobierno José María Aznar, al que define como un buen gobernante, pero al que también critica que se dedique a la crítica constante a su partido, poniendo en peligro la estabilidad económica conseguida además, curiosamente, por el mismo al que él nombró su sucesor, Mariano Rajoy:
Cuando se contemple la historia de España con nitidez desapasionada, creo que Aznar será considerado un buen presidente. Hizo tres cosas muy positivas: comenzó a desatar el corsé de la sobrerregulación franquista que atenazaba a la economía española; acabó con ETA al atacar su flanco civil y fomentó un estado de ánimo optimista sobre las posibilidades de su país (el famoso «España va bien»). Pero, como todo ser humano, también tuvo defectos. El más anecdótico fue su arrogancia, que lo convirtió en un gobernante antipático y dañó la percepción pública de su partido. El de más calado es que en su etapa se sembró parte notable de los escándalos de corrupción que luego han puesto colorados a Rajoy y Cospedal. Aznar -y ahí se parece a González- jamás ha querido encarar ese desdoro, cuando constituye el mayor hándicap electoral del PP. Por supuesto, falta por su parte el más mínimo atisbo de petición de disculpas a la ciudadanía.
Se plantea que:
Si nos pusiésemos escrupulosos, todavía añadiríamos un punto más para el debate: ¿Contribuyó Aznar a evitar la escalada nacionalista, o más bien dio carrete al virus del pujolismo y mantuvo las cesiones que han ido debilitando la unidad de la nación?
Aznar habla y escribe. Normal y respetable. España puede beneficiarse de la visión de un estadista experimentado, que es además un ejecutivo cosmopolita de nivel. Algunos de sus consejos deberían ser seguidos por todos los partidos, como su advertencia sobre los riesgos de una deuda disparada, que compromete el futuro, o su énfasis en la necesidad de que España capte más capital para ganar músculo económico.
Aclara que:
Pero cada momento tiene su afán. Si está ardiendo una casa, igual no es el día de poner a parir al jefe de bomberos. Las próximas elecciones son diferentes a todas las demás. Por primera vez, el turnismo constitucionalista entre PSOE y PP podría ser sustituido por la llegada al poder de una coalición de izquierdas dominada por los comunistas. Existen riesgos ciertos para la unidad de España, la economía de las clases medias y las libertades, empezando por la de expresión. Dados la lacerante debilidad del PSOE y el pequeño tamaño de Ciudadanos, el PP se ha convertido en el apoyo más sólido para mantener el orden constitucional y la normalidad de una economía de mercado. Por eso se equivoca Aznar cuando elige debilitar a su partido justo ahora, con unos aldabonazos de autohomenaje en los que probablemente pesa tanto abrillantar el propio ego como el patriotismo.
Y sentencia:
Además, un debate intelectual serio requiere claridad, y no pellizcos de monja envueltos en medias palabras. Si cree que Rajoy debe irse, plantee abiertamente su relevo y diga cuál es su alternativa. Si cree que el PP debe fomentar «la concordia y el diálogo» con PSOE y Ciudadanos, como dio a entender ayer (y es un deducir, porque no habla claro), ¿por qué no le explica a Rajoy desde su alto magisterio cómo puede «dialogar cordialmente» con quien le ha dicho catorce veces «no», o con quien ridículamente le exige desde sus 40 escaños que dimita pese a ganar las elecciones? Y ya puestos, por favor, en la próxima conferencia, alguna alusión al problema que de verdad mantiene tocado a su partido: la corrupción.
El genial Ignacio Camacho aclara que nadie está diciendo de Chaves o de Griñán que se lo hayan llevado crudo, pero sí se les acusa de haber mirado a otro lado cuando todo quisque se estaba forrando a manos llenas:
Pedro Pacheco Herrera, célebre exalcalde andalucista de Jerez, cumple en prisión cuatro años y medio de condena por haber enchufado en el Ayuntamiento a dos militantes de su partido. Posteriormente a esa sentencia le cayeron otros tres añitos de pena por dos asuntos de irregularidades en la gestión y empleo de facturas falsas. Su sucesora, la socialista Pilar Sánchez Muñoz, está igualmente en la cárcel. Su delito probado, una subvención concedida de forma irregular y arbitraria. No existe constancia, ni formal ni informal, de que ninguno de los dos se llevase dinero. Simplemente manejaron el erario público con discrecionalidad caprichosa y contraria a derecho.
Dice que:
La maquinaria propagandística del PSOE se ha activado a todo trapo para minimizar la imputación que pesa contra los expresidentes Chaves y Griñán por haber presuntamente consentido o auspiciado el fraude de los ERE. Sostiene el argumentario oficial que ni uno ni otro se han lucrado jamás de un euro desviado en beneficio propio, que viven como jubilados honorables de sus pensiones de retiro. Todo cierto. Si se cuestionase ese aspecto yo mismo pondría no sólo las manos en el fuego, como Felipe González, sino hasta los pies. Pero es que nadie los ha acusado de eso. Lo que se dilucida en el proceso es su responsabilidad por acción u omisión en la creación de un sistema irregular que permitió el metódico saqueo por terceros de los fondos para regulaciones de empleo.
La corrupción no consiste sólo en robar para beneficio propio. Hay decenas de figuras penales, muchas de ellas legisladas por el PSOE, que tipifican diversos grados de conducta delictiva en el manejo y custodia de los bienes públicos y privados. Lo que la propaganda exculpatoria socialista trata de establecer es una diferencia moral entre la apropiación indebida de los Bárcenas, Granados, etcétera y la prevaricación o malversación de los dirigentes andaluces; entre la corrupción de provecho privado y la de reparto clientelar que proporciona mercedes políticas en forma de voluntades o votos. Y aunque es evidente que existe una jerarquía jurídica de los delitos, con diferentes grados de pena, también está claro que la corrupción es una plaga ética que como tal no admite casuismos ni disquisiciones. Hay muchas maneras de corromperse, entre ellas la de permitir o favorecer que otros se corrompan; pero desde el plano moral sólo hay una corrupción. Todos los fuegos son el mismo fuego.
Y concluye:
Y en ese fuego se están abrasando Chaves y Griñán por haber dejado que a su alrededor se encendiese una enorme hoguera de latrocinio en la que se calentaban, además de numerosos mangantes y oportunistas, los intereses de su partido. A la exalcaldesa de Jerez, que duerme en la cárcel de Alcalá por motivos parecidos, nadie de entre los suyos le aplicó, quizá por falta de pedigrí político, ninguna clase de atenuante de relativismo.
Salvador Sostres hace un alegato a favor de nuestra bandera española:
La bandera, el Ejército y la sangre derramada de los valientes soldados son los símbolos heroicos de cualquier país libre y estructurado, y, como el ministro Morenés explicó hace tres días, la libertad tiene un precio, la democracia tiene un precio, y a veces este precio es la propia vida.
La República humilló los símbolos de España, y por su culpa hasta la más constitucional de las banderas parece ahora franquista. La izquierda nos ha acostumbrado a sentirnos incómodos con nuestros símbolos, porque no entiende el poder, ni la jerarquía, ni el Estado. Una España desacomplejada es el primer paso para una España valerosa; y, como escribió mi queridísimo Hermann Tertsch, uno no es libre en nuestro país hasta que pierde el miedo a que le llamen fascista.
España funciona, España es próspera, España es libre, y es especialmente escandaloso que los que quieren alcanzar el poder basen su estrategia en desmentir nuestro magnífico bienestar y nuestra historia de éxito. Que la bandera española pueda parecer un símbolo equívoco no es culpa del franquismo, sino de una izquierda que no le ha dado ninguna oportunidad a la democracia y que siempre fue más totalitaria que el régimen contra el que decía luchar.
Que Paul McCartney parezca un marciano exhibiendo la bandera española tiene mucho más que ver con nuestra rareza que con la suya.
E insiste en que:
Tenemos que recuperar la templanza, la calma y el honor. Cuando yo les digo que Julio Iglesias es el más grande artista de nuestra era no es para discutir sobre categorías artísticas, sino para que todo el mundo comprenda que nuestra historia es el resumen de un talento, de una sensibilidad y de un sentido que nadie más ha sabido darnos.
La bandera de España, aunque a los comunistas les pese, simboliza mucha más libertad y progreso que el Let it be o la porquería, que también el Calderón entonó, del Give peace a chance.
En El Mundo, Lucía Méndez habla sobre los ERE, concretamente sobre una conversación de una clienta en una frutería que se había presentado como voluntaria al expediente de regulación de empleo en el Banco Santander. Leyendo entre líneas, palito a quien corresponda en su propia empresa:
La otra mañana entré a comprar a la frutería del barrio. Delante de mí le tocó el turno a una mujer que pidió unas brevas mientras contaba al dependiente que estaba estrenando una nueva vida. «Ya sabes que yo trabajaba en el Santander. En el corporativo. Me apunté al Ere porque desde hace unos años no reconozco el mundo en el que me muevo. Sólo llevo dos semanas fuera, pero estoy encantada de la vida». Abrí las orejas al escuchar la palabra Ere -sólo los que han pasado por esta situación saben lo que significa- y me identifiqué por completo con la clienta, que después de las brevas pidió unos tomates, cuando dijo que de un tiempo a esta parte no reconoce el mundo en el que se mueve. La edad y los Ere unen mucho. Hace falta en España una asociación de víctimas de los Ere para estudiar la destrucción emocional y el terrible shock que sufren los centros de trabajo en las interminables jornadas del proceso.
La conversación de la frutería, sin embargo, derivó hacia el mundo de la banca cuando la voluntaria del Ere del Santander dijo que los bancos van sin rumbo, pero siguen despidiendo. Una pareja de jubilados, que ya estaba pagando los plátanos, terció en la charla. «Claro, en vez de ganar 5.000 millones quieren ganar 6.000», dijo el hombre achinando los ojos con picardía.Mira. Estuve por recomendarle el libro que llevaba en el bolso, escrito por el periodista y antropólogo Joris Luyendijk, a quien el Guardian envió una temporada a la City para estudiar el comportamiento de los banqueros. Entre tiburones se titula el volumen en el que recoge su trabajo de campo sobre el funcionamiento del mercado londinense.
Sentencia que:
Luyendijk quiso dar respuesta a una pregunta simple: ¿Cómo es posible que esta gente viva con la conciencia tranquila después de haber provocado una crisis que ha lisiado a los más vulnerables, mientras que ellos siguen cobrando sus bonus, aún después de ser rescatados con dinero público? El periodista se escandaliza ante el descubrimiento de que los «hombres de piedra» hablan del engaño y de las estafas para forrarse con total ausencia de remordimientos. Entre los numerosos testimonios del libro figura el de un operador: «Mis clientes no son mala gente, simplemente son personas que han dejado de pensar en términos del bien o el mal». Así que el antropólogo se fue con su música moral a otra parte.
En La Razón, Alfonso Ussía se troncha de lo lindo con el publirreportaje de Fernando León de Arona sobre la tribu de Podemos. Ni ellos mismos hubiesen quedado mejor de haber estado grabando Íñigo Errejón:
Un tal León de Aranoa ha realizado un publirreportaje de dos horas de duración con Pablo Iglesias de protagonista. No podré asistir a su estreno y mucho lo lamento. Se trata de un reportaje serio y concienzudo, en el que no se menciona ni a Irak, ni a Venezuela, ni a Chávez, ni a Maduro, ni a los presos políticos del régimen bolivariano. El realizador, León de Aranoa, que ignoro si así se llama o se esconde tras ese bello seudónimo felino, no ha querido molestar a Iglesias, obviando todo aquello que pudiera herir sus sentimientos. Más o menos como Jürgen Von Whestalien, afamado cineasta nazi que se ocupó de entrevistar a Himmler en plena zapatiesta mundial.
Le preguntó por su familia, por sus aficiones, por su amor a los perros, por su conocimiento de la naturaleza y nos mostró a un Himmler sonriente y amable mientras paseaba por un parque de Berlín. Von Whestalien tampoco era partidario de molestar a su héroe, y no le preguntó por Mathausen, Treblinka, Auschwitz, Birkenau ni demás instalaciones a su cargo. Es lo que se llama «cine comprometido».
Se ‘sorprende’ de que:
Se ha sabido posteriormente que el guión del publirreportaje de León de Aranoa es de Juan Carlos Monedero. Es decir, que Aranoa se ha buscado un guionista imparcial para callar la boca a los malintencionados de siempre. Un publirreportaje de ciento veinte minutos cuesta bastante dinero, pero tampoco se hace mención a tan innecesaria menudencia. Al que sí se menciona con admiración por parte de Pablo Iglesias es a Lenin, lo cual es admirable, por cuanto Pablo Iglesias se ha cansado de decir y repetir que no es comunista. Es un publirreportaje de amor a la gente, de miradas sonrientes, de flores en el parque y de niños soltando globos en las verdes praderas junto al río. Un publirreportaje interesantísimo.
¿Merecerá un Goya en la próxima edición de los prestigiosos premios? Probablemente sí. Un Goya nuevo, el Goya al Mejor Publirreportaje, que es un Goya que se echa de menos. Lo dijo John Ford cuando se enteró de que en España se concedían unos premios cinematográficos mucho más importantes que los Oscar de Hollywood. «Los Goya son unos grandes premios, pero les falta el del mejor publirreportaje». De ahí que León de Aranoa, sea nombre o seudónimo, se ha apresurado a filmar el de Pablo Iglesias para no tener que competir con otros de menor calidad. Porque un publirreportaje de dos horas con Pablo Iglesias de protagonista, en el que no se habla de Chávez, de Maduro, de los presos, del dinero de Venezuela y de las ejecuciones en Irak de los homosexuales tiene que ser buenísimo. Hay que poseer una gran visión de la realidad y una independencia ideológica a prueba de bomba.
Remacha que:
Amén de una luminosa imaginación. Porque llenar dos horas con Pablo Iglesias sin rozar esos asuntos tan escabrosos y desagradables tiene mérito. Lo de las miradas de amor y el cariño a la gente no da mucho de sí. Apenas cinco minutos. Tampoco se habla de los imputados y los condenados de Podemos, porque de hacerlo, el publirreportaje se convertiría en una impertinencia, y León de Aranoa no es un impertinente, faltaría más. Ni se recuerdan los pensamientos de Iglesias en mensajes escritos o grabaciones. Su gozo al contemplar cómo los policías son apaleados por los manifestantes, su repugnancia cuando ve una Bandera de España, o su alegría desbordada y desbordante cuando se refiere a la libertad de Otegui, ese hombre de paz. Todo ello lo ha obviado León de Aranoa para contribuir al buen rollo de la ciudadanía. Y ha hecho bien. De lo que se trataba era de producir un publirreportaje de Podemos con Monedero de guionista y Pablo Iglesias de actor principal. Y lo ha cumplido. Ahora, a por el Goya.