Este 19 de julio de 2017 las tribunas de opinión de la prensa de papel se transforman en un balón judicial que se cuela en la portería del aún presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, que el 18 de julio de 2017 era detenido junto a su cúpula directiva acusado de todo tipo de corrupciones en la institución que llevaba dirigiendo desde 1988.
El editorial de El Mundo aplaude la medida propuesta por Ciudadanos para evitar que en el deporte vuelva a surgir otro caso Ángel María Villar:
Ciudadanos abogó por reformar la Ley del Deporte con el fin de limitar los mandatos en las federaciones deportivas. Ésta debería ser una prioridad por parte de la clase política. Y no sólo para evitar la existencia de facto de mandatos vitalicios, sino en aras de una elemental exigencia de renovación.
El editorial de ABC va en la misma línea:
Este caso alimenta, además, el debate sobre la limitación de mandatos. Veintinueve años ejerciendo el control absoluto de una organización son demasiados como para no crear una atmósfera tóxica en la que el riesgo de contaminación por corrupción es muy alto. En supuestos como este, la limitación se convierte en una necesidad inexcusable.
Ignacio Camacho ‘alaba’ a Villar por su habilidad de mantenerse tantos años en el machito pese a las acusaciones de corrupción que le venían acuciando:
Habilidad no se le puede discutir, más allá de sus rústicos modales, de su caciquismo autoritario y de su cazurra apariencia. Bien mirado, hasta tiene su mérito haber aguantado tanto tiempo sentado sobre una fosa séptica.
El País también aboga por la limitación de mandatos en la Federación de Fútbol:
Debe limitarse por ley el número de mandatos presidenciales; y que el ejercicio de poder en la federación debe someterse a un escrutinio riguroso año tras año. Algo que hasta ahora no se ha hecho.
El editorial de La Razón considera que Villar debería haber dejado la Federación hace tiempo, máxime por la pila de acusaciones que había en su contra:
Con la caída de Joseph Blatter de la presidencia de la FIFA y de Michel Platini, Villar era el último de un grupo de directivos señalados por el llamado «Fifagate». La gestión del fútbol español necesita una renovación profunda de sus estructuras.
Santiago González, en El Mundo, le recuerda a Sánchez que si premia a los catalanes con la quita de la deuda, estos volverán mas tarde o más temprano a intentar la independencia:
Esa largueza no va a mover a los golpistas a reconsiderar su actitud. Si su disparate tiene premio, aunque sea de consolación, se sentirán incentivados para intentarlo de nuevo.
Jaime González, sobre el separatismo catalán y los silencios de Mariano Rajoy, se hace una serie de preguntas:
¿Tenía Rajoy que guardar silencio con la que está cayendo por el hecho de que en las imágenes apareciera rodeado del Ejército? O de manera más directa: ¿hay que evitar a toda costa pronunciarse sobre la crisis catalana en presencia de nuestras Fuerzas Armadas? O ya en plan descarnado: ¿ha conseguido el soberanismo imponernos su estrategia?
Julián Cabrera, en La Razón, se pregunta por los principios de García-Page, ese que abjuraba de que el PSOE se podemizase:
Castilla-La Mancha es el laboratorio de lo que pueden protagonizar Pedro y Pablo en un futuro no tan lejano y en el que no sobra la pregunta a propósito de qué queda de eso que se llaman principios.