Tercer día consecutivo este 5 de mayo de 2018 en el que tribunas y editoriales de papel se fijan en el circo increíble de la disolución de ETA. Increíble, evidentemente, porque nadie le da crédito a este esperpento que, además, llevará letra pequeña aparejada.
Edurne Uriarte, en ABC, hace una comparativa en la que lleva mucha razón. ¿Por qué tanto escándalo con relación a la sentencia de La Manada y, en cambio, nadie se echa las manos a la cabeza ante los más de 350 crímenes sin resolver de ETA?
El antifranquismo está en el origen del primer apoyo a ETA. El socialismo, la marca de izquierdas, explica una buena parte del sostenimiento posterior. Por eso hay una movilización social extraordinaria para aumentar la condena de «La Manada» a 22 años en lugar de 9 pero ninguna movilización para detener a los autores de los 358 crímenes etarras sin resolver. Por eso hay indignación contra el sistema judicial por la sentencia de «La Manada», pero ninguna por la reunión propagandística de Cambó, por ejemplo.
Ramón Pérez-Maura detalla que las víctimas de ETA son más que las 853 asesinadas:
Las víctimas de ETA no son sólo las 853 personas vilmente asesinadas y sus familiares. Lo son también las que fueron heridas en atentados, las que fueron secuestradas, y con todas ellas sus familiares. Miles y miles de españoles. Y víctimas de ETA fueron también los vascos que vivieron un ambiente irrespirable magistralmente descrito por Fernando Aramburu en «Patria», como víctimas han sido los españoles que viviendo fuera del País Vasco se sentían amenazados por los terroristas y debían mirar debajo de su coche cada mañana. De esos conozco bastantes.
Ignacio Camacho se deja de medias tintas y pone de vuelta y media el acto celebrado en Francia para representar la enésima disolución de ETA:
La llamada Declaración de Arnaga, o de Cambo-les-Bains, tiene una ventaja sobre la Ley de Presidencia de Cataluña aprobada casi al mismo tiempo: el Tribunal Constitucional no va a anularla. Primero porque se ha producido fuera de España, y segundo porque no emana de una institución soberana creada al amparo de la legalidad estatutaria. Pero ambas son, dentro de su elemental diferencia, dos fantasmadas. Dos vacuas payasadas propias del delirio nacionalista y su desafiante mitología falsaria. Y esa inclinación por la majadería solemne, ese empeño gemelo en la distorsión de la realidad, esa tendencia al conflicto postizo, esa afinidad común por la impostura presuntuosa y forzada, señala en rigurosa coincidencia simultánea dónde y cómo se perfila el principal problema de España.
El editorial de ABC no se fía un pelo del PNV y considera que acabada ETA ahora le toca busca un nuevo asidero de conflicto:
En Cambo-les Bains estaba el PNV, representado por su máximo dirigente, Ortúzar, porque el nacionalismo vasco no es capaz de abandonar la doble moral con la que se ha comportado ante el terror. No hay que olvidar que el PNV pactó en 1998 el Acuerdo de Lizarra con la ETA que acababa de asesinar a Miguel Ángel Blanco. Este y otros episodios aconsejan desconfiar de las proclamas buenistas del nacionalismo a la hora de interpretar el comunicado de ETA. Acabado el terror de ETA, por mérito del Estado, el nacionalismo vasco necesita nuevos conflictos y los provocará.
Manuel Marín considera que ahora, desarmada y disuelta ETA, el objetivo es hacerse con Navarra por parte de los nacionalistas vascos:
Después de que ETA tildase de «trabajo» su sanguinario historial criminal, los cooperadores necesarios de su coartada, los cómplices de esa mezquina estrategia para que sesenta años de muerte acaben en empate con la democracia, y los alentadores de la inmunidad han movido ficha en Navarra. Disecada la serpiente que voluntariamente dejó de destrozar a la sociedad española, sus herederos «políticos» -maldita perversión del lenguaje- tienen libre la vía de la legitimidad para imponer su soniquete del autogobierno, el derecho a decidir, la autodeterminación y la independencia sin pagar siquiera las costas de este sufrimiento humillante para las víctimas.
Para La Razón, lo único que quedó claro en el circo celebrado por ETA en el sur de Francia fue la derrota del propio terrorismo:
La historia de ETA no es más que el relato de quienes pretendieron instaurar un régimen de terror, que era la única forma de conseguir unos objetivos políticos que no podían alcanzar democráticamente. Y fue el testimonio de las víctimas el que desnudó la auténtica naturaleza criminal del proyecto etarra. Ayer, en el sur de Francia, con el ceremonial vacuo de quienes pretendían una jornada memorable, sólo se certificó, anodinamente, la derrota del terrorismo. No había más que celebrar, salvo el recuerdo y homenaje a las víctimas. Y el orgullo de un país que se impuso sobre el terror.
Carlos Rodríguez Braun tiene claro que no puede imponerse el relato de los terroristas:
Mientras los etarras sean homenajeados; mientras se amparen en la doble pinza ideológica del nacionalismo y el comunismo; mientras queden sus asesinatos impunes; mientras puedan alegar que hicieron efectivamente algo por el pueblo vasco, la democracia y la libertad; mientras lata, como late, la sospecha de que dejar de matar tiene una recompensa, el relato de las víctimas quedará cruel e injustamente postergado.
El Mundo recuerda que a ETA no sólo basta con haberla derrotado en el plano de las armas, ahora también hay que velar por el cumplimiento íntegro de sus penas y de que no obtengan beneficio penitenciario alguno:
La desaparición de la banda terrorista es una buena noticia que no puede dar lugar a una victoria póstuma de sus miembros. El Gobierno debe impedir que los asesinos obtengan privilegios penitenciarios que pasen por el acercamiento o la disminución de las penas. A los etarras hay que exigirles que colaboren en el esclarecimiento de los 358 crímenes que quedan aún por resolver y que entreguen el arsenal que aún conservan. Porque son ellos los que están en deuda con el Estado y con todos los españoles.