Fin del régimen socialista andaluz. Ahora sí que la salida de Susana Díaz como última guardiana de las esencias del cortijo en que el PSOE convirtió la Junta de Andalucía es definitiva. De ese cambio se felicita casi toda la prensa de papel este 10 de enero de 2019. ¿Toda? No, en el grupo PRISA están que muerden y mandan como avanzadilla a Josep Ramoneda para que lance sus primeras dentelladas contra el pacto de las derechas.
El Mundo se felicita porque por fin se ha conseguido el acuerdo de Gobierno en Andalucía y en el que las tres partes han ganado mucho más de lo que han perdido:
El PP se ha expuesto a discrepancias internas por acercarse a Vox, pero encabezará la fabulosa plataforma de poder que es la presidencia de la Junta. Cs tiene sobre sí la mirada de Macron, pero ha logrado la mitad del Gobierno de coalición y estrenarse en el poder de una autonomía sin ceder al pulso ideológico planteado por los de Abascal, con quienes ha evitado reunirse. Y Vox se ha envainado sus propuestas más reaccionarias, aunque ha explotado su visibilidad mediática. Resta ahora lo más difícil: demostrar con hechos que el cambio político llega a todos los andaluces.
Javier Redondo habla de un pacto a dos en Andalucía, pero con el consentimiento de un tercero, Vox:
El multipartidismo es esto, también teatro. Lo de Andalucía no es un pacto a tres sino dos pactos a dos, como quería Ciudadanos. Dos no gobernarían si un tercero, del que uno reniega, no lo hubiese consentido. El PP ha completado el primer ejercicio práctico de servir de pegamento a todo lo que queda a la derecha del partido de Sánchez, que incluye hoy un fértil terreno de centro izquierda. Ciudadanos se arriesgó a perder la Junta, pero anclaba su posición con la esperanza de recuperar en mayo las consejerías que hubiese sacrificado en Andalucía, barones socialistas mediante. Desde que Rivera muestra paciencia y no desespera, Ciudadanos pierde la mano pero gana partidas.
ABC resalta que lo trascendente del acuerdo en Andalucía es que el PSOE sale del poder:
La pelota nunca dejó de estar en el tejado de Vox, y lo único que ha conseguido es provocar una exaltación reactiva de la izquierda, resignada a perder el poder en Andalucía, pero no a sacar provecho de la coyuntura estigmatizando a todos los votantes de PP y Cs por retratarse con Vox y ser cómplices de un fascismo que no existe en España. Caretas fuera: la noticia es que el PSOE no gobernará en Andalucía por primera vez en democracia, y el resto son interpretaciones subjetivas que ya premiará o castigará el ciudadano en las urnas.
Isabel San Sebastián considera que Pablo Casado ha sido el único líder que ha remado en la dirección correcta para alcanzar el pacto de Gobierno en Andalucía:
Aquí el único que ha remado decididamente hacia la playa del consenso ha sido el PP de Pablo Casado, pese a sufrir en sus siglas el ataque de unos y otros. Contra su barca se han levantado el postureo estéril de Cs y el extremismo de Vox, dedicados a poner palos entre las ruedas de un posible acuerdo. Los de Rivera adoptaron desde el inicio una actitud esnob, de ninguneo ostentoso a las huestes de Abascal. Al otro lado de la mesa negociadora se sentaba un Javier Ortega Smith cuya posición era, hasta ayer, contraria de facto al entendimiento. El documento de 19 puntos presentado como base para el diálogo satisfacía sin duda las expectativas de sus militantes más ardorosos, pero no constituía un punto de partida serio si de verdad se pretendía llegar a algo.
Ignacio Camacho vaticina malos tiempos para el PP con este acuerdo, no porque sea negativo, precisamente, sino porque a futuro puede perder más electores:
Ahora tiene dos vías de agua. A babor la de Ciudadanos, que ha visto la ocasión de centrar su perfil impostando carita de asco mientras se beneficia del trato sin mancharse las manos. Y a estribor la de Vox, que toca briosas melodías de conservadurismo bizarro. Por un flanco se le escapan electores jóvenes y moderados; por el otro pierde el respaldo de los sectores cansados de la sedicente supremacía ideológica de la izquierda y del separatismo identitario. Entre ambos, el posmarianismo se está quedando emparedado, constreñido en el achique de espacios, limitado al cada vez más estrecho margen de un liberalismo pragmático.
Josep Ramoneda, en El País, ladra ante la liquidación definitiva del régimen andaluz:
La extrema derecha tiene un alto poder contaminante. Y su irrupción en Andalucía está ya teniendo efectos devastadores. Se han puesto en duda consensos laboriosamente construidos, como el del pacto de Estado contra la violencia de género. Se ha despertado la furia contra la inmigración que nunca ha sido realmente un problema en la sociedad española. Se ha puesto sobre la mesa la recentralización del Estado, contra la Constitución por la que juran Ciudadanos y PP. Y a la polarización identitaria se suma ahora la polarización ideológica. La política es lucha por la conquista y conservación del poder y cuando éste se pone al alcance de la mano los principios flaquean. Da la impresión que PP y Ciudadanos aguantarán las humillaciones de Vox, con tal de conseguir el objetivo. Son tiempos en que no abundan los estadistas capaces de sacrificar un éxito del presente cuando puede hipotecar el futuro. Ciudadanos, muy derechizado, pierde una oportunidad de recuperar la imagen centrista perdida. El PP, en plena radicalización conservadora, ha hecho de la confrontación su estrategia y está dispuesto comprar todo lo que le permita consolidar su figura como enemigo número uno de Pedro Sánchez. La derecha ensimismada apuesta por romper puentes.
La Razón se felicita porque se han cumplido las expectativas en Andalucía, pero al mismo tiempo sabe que el reto de ensamblar tres voluntades como las de PP, Ciudadanos y Vox va a suponer una tarea ingente:
Estamos, sin embargo, ante el principio de una tarea política que se nos antoja ingente, aunque sólo sea porque exigirá al futuro Gobierno de Juanma Moreno -que presidirá la Junta- y de Juan Marín -que ejercerá como vicepresidente- desmontar las estructuras clientelares tejidas durante cuatro décadas por los diferente ejecutivos socialistas, que, además, crearon una administración autonómica elefantiásica. Una labor que, por sus objetivos declarados, va a chocar desde el primer momento con los múltiples intereses creados a la sombra del dinero público. Es, por supuesto, lo que votaron los andaluces en unos comicios que se pueden considerar históricos, pero que obligan a tres partidos, como señalábamos al principio, a primar el acuerdo por encima de sus propios intereses. De lo contrario, lo más probable será que se frustren las expectativas.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72