Susana Díaz ya ha perdido oficialmente el poder. Ahora solo queda el último trámite, la toma de posesión de Juan Manuel Moreno Bonilla como nuevo presidente de Andalucía, para que ya sea efectivo del todo el cambio en esa autonomía. Los editoriales y tribunas de opinión de la prensa de papel de este 17 de enero de 2019 destacan que al líder del PP en esa región le esperan meses muy duros y además desde el primer día de Gobierno.
El editorial de ABC destaca que por fin el partido de Albert Rivera va a dejar de dar lecciones teóricas a los demás sobre cómo gobernar y ahora, en Andalucía, va a someterse a la fiscalización del juicio público:
Por fin Ciudadanos ha accedido a involucrarse en la política real y en la gestión de un Gobierno autonómico, dejando tras de sí esa costumbre tan suya de aleccionar siempre a los demás sobre cómo deben gobernar, pero sin remangarse ni mancharse, observando los toros desde la barrera. Será la primera fiscalización pública a la que deba someterse Ciudadanos en un Gobierno de relevancia tras asumir la vicepresidencia andaluza y carteras muy comprometidas. Moreno y Juan Marín no tienen ante sí un mero relevo en la única autonomía en la que jamás hubo alternancia de poder. Tienen ante sí una labor casi hercúlea, porque rescatar a Andalucía de los vicios y abusos de casi cuatro décadas de socialismo requerirá determinación y paciencia.
Ignacio Camacho avisa a Juan Manuel Moreno Bonilla que el verdadero peligro no le aguarda en el Parlamento, sino en las calles:
Es en la Administración y en la calle donde le esperan los mayores peligros, más importantes que simples piedras en el camino. Va a sufrir una oposición en pinza a base de tumulto y de quintacolumna, de guerrilla y de obstruccionismo: el negocio con mejor perspectiva en Sevilla en los próximos meses serán las tiendas de chalecos verdes y amarillos. Para la izquierda, el nuevo Gobierno ha venido a invadir un territorio que considera suyo por derecho consuetudinario. Y lo va a defender en los recovecos de una Junta que ha diseñado a su medida durante decenas de años. Sus complejas estructuras de cuadros son el vietcong que espera a la derecha emboscado en multitud de laberintos subterráneos, atrincherado en una maraña de túneles cuya profundidad trasciende a la nómina visible de altos cargos para ramificarse en millares de puestos designados.
El editorial de La Razón considera que el nuevo Gobierno andaluz debe dejar de enredarse en cuestiones de ideología y afrontar los verdaderos problemas de la autonomía:
Puede decirse sin ninguna euforia que el cambio ha llegado a Andalucía y que ahora hay que darle forma con políticas concretas. Hay demasiado en juego como para malgastar esta oportunidad en malabarismos ideológicos y simbólicos, que tanto abundan en estos momentos de excesos dialécticos. Andalucía necesita en estos momentos salir de un corsé administrativo que de manera especial en las políticas económicas le estaba perjudicando. Hay un problema estructural: la tasa de paro. El nivel de desempleo se sitúa en el 22,8%, ocho puntos más que la media, con un índice femenino del 27%. Hay 898.000 parados y más de trescientos mil hogares tienen a todos sus miembros sin trabajo.
Belén Bajo casi le implora a Susana Díaz que no pierda su dignidad y que se coma con patatas fritas su rabieta por haber sido desalojada del poder:
Susana está enrabietada, ha perdido su sillón, su televisión, el acomodo de más de 3.000 enchufados y el manejo, a su antojo, de los 35.000 millones de presupuesto que tiene la Junta. Y lo más inaudito, que un partido constitucionalista, con vocación de Estado fomente el desorden público, haga llamamientos a las barricadas, flete autobuses para manifestantes, promueva concentraciones, cadenas humanas y aliente la rebelión como si estuviéramos en Venezuela en manos de Nicolás Maduro. Señora Díaz no es el fin del mundo que la derecha gobierne en Andalucía, aunque puede que sí la del Partido Socialista, pero aplíquese una frase de Winston Churchill: en la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces. Hay una frase de un autor desconocido que reza así: saber cuándo retirarse es sabiduría. Ser capaz de hacer las cosas es valentía y alejarse con tu cabeza en alto es dignidad. No pierda la dignidad señora Díaz.
El editorial de El Mundo destaca la sensación de desorientación de Susana Díaz, que aún no es consciente del papel que tiene que asumir ahora:
La ya ex inquilina del Palacio de San Telmo se mostró incapaz siquiera de escenificar el papel que le corresponde, al menos por número de escaños: el de líder de la oposición. Porque Díaz se encuentra perdida en su propio laberinto. Tras encabezar un escrache al Parlamento, acudió ayer al mismo para reconocer que «hay una mayoría parlamentaria legítima» y al momento tachar al nuevo Ejecutivo de «gobierno de involución». Las verborreicas contradicciones de la ex presidenta son uno de los síntomas que evidencian su confusión. En un debate de investidura serio, en el que cada formación abordó políticas concretas, la socialista supuso la cuota más demagógica junto a Teresa Rodríguez. La desorientación de Díaz a la hora de centrar sus discursos es comprensible, dado el nerviosismo a flor de piel. Incluso su continuidad en el cargo está en cuestión.
David Gistau destaca la rabia de Susana Díaz y Teresa Rodríguez durante la sesión de investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla:
Ambas oradoras igualaron el cambio de Gobierno con un desposeimiento de la soberanía popular, de La Gente que, según dijo Rodríguez en un instante de mesura, ahora está en manos de lacayos de «corazones chiquitos» que «lamen las botas» de los banqueros, y de terratenientes, y de ultraderechistas, y de madrileños. Susana Díaz lo dijo de otro modo: Andalucía será regida por los descendientes de los asesinos de todos esos poetas que Moreno Bonilla no tiene derecho a citar porque poco menos que los fusiló o desterró él.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72