¡Y hasta le ha quedado tiempo para echar a Manel Fuentes de Catalunya Radio por sociata y españolazo!
En este libro cargado de humor e ironía, Ramón de España , un barcelonés que no comulga con el nacionalismo, reflexiona sobre el delirio nacionalista de Cataluña, un país con más presidentes por metro cuadrado que ninguna otra nación.
Se pretende dar voz a quienes creen que en Cataluña todo se ha hecho de la peor manera posible desde los tiempos de la Transición, frecuentemente con el beneplácito del gobierno español.
El objetivo es informar al común de la ciudadanía de cómo el nacionalismo ha trabajado a fondo para imponer el control social en Cataluña.
Titulares de la Entrevista
«En Cataluña tenemos gente que se dedica únicamente a construir listas de catalanes buenos y catalanes malos»
«Cataluña nunca ha sido independiente diga lo que diga Pilar Rahola»
«Cataluña no será independiente, pero siempre habrá un sector independentista».
«El problema con el idioma catalán son los nacionalistas que se niegan a aceptar que es una lengua española y los energúmenos españoles que también le niegan lo mismo diciendo que en España sólo se puede hablar en español»
«Algunos piensan que los catalanes hablamos catalán para jorobar. No, lo hablamos porque es una costumbre que hay en la zona desde hace años. Todos somos perfectamente bilingües».
«Jordi Pujol ha sido Papa Pitufo, un jefe de la Tribu muy paternalista. Supo conectar con una parte muy importante de Cataluña, pero rayó el mesianismo».
«Pujol quería el modelo norcoreano, que su hijo Oriol le reemplazara, pero la cosa no le ha acabado de salir bien».
«TV3 ha conseguido cierto control social. No es que sea una dictadura como dice la extrema derecha, pero el pujolismo ha conseguido que la gente se piense lo que va a decir (…) Mónica Terribas, es una talibana y esta puesta por ERC, por eso ha podido seguir con el cambio del PSC a CiU en el Gobierno».
«La Vanguardia siempre ha estado por el bienestar del Conde de Godó y su familia. Había una gran frase del abuelo del Godó actual: ‘En este diario se puede hacer todo menos hablar bien de los comunistas y mal de sus amigos. En 2000 el director fue puesto como director por los que mandaban en ese momento, Aznar, lo sabe cualquiera y ni ellos lo niegan. Hubo una época en que La Vanguardia estaba en la sección nacional con el PSOE y la local con CiU. Eso no lo hace cualquiera, con Franco eran franquistas. Correran un destino paralelo al de CiU».
«Lo de Sostres es brutal. Él quería trabajar en El País a toda costa, pero Basset no le dejaba. Él tenía un truco, que era una charcutería y siempre invitaba a los directivos de El País a comer ahí. Pero Basset se propuso, por sus santas narices, que no entraba. Sostres siempre hace lo mismo, primero te hace la pelota y luego te insulta. Yo le considero un botarate absoluto. Destaca porque dice lo que sale del bolo en una sociedad cobarde y prudente. Y como ahora está rebotado de CiU, tiene información de ese partido y lo va soltando. Pero sus perlas no son en El Mundo, son en el blog. Le echaron de La Vanguardia porque propuso cambiar La Rioja por Lérida, con la mala fortuna de que el director adjunto era de Lérida. Se le puede llamar ecléptico o incoherente yo creo que ya le da lo mismo todo. Ahora está en Intereconomía, donde no desentona. Su punto de fuga son las mujeres, que es lo que le trae problemas. Pero si tú necesitas un tertuliano machista, grosero y que grite ese es Sostres, es independentista y fan de Esperanza Aguirre».
«Pilar Rahola es la única persona junto con Aznar y Chuck Norris que me ha hecho apagar la televisión. Habla mucho y nunca dice nada. Siempre está cerca del poder. Dice que es progresista y alternativa, cuando lo que es es la biógrafa de Artur Mas. Entre eso y lo que le debe caer del Mossad, me parece un personaje tremebundo (…) Pilar siempre acaba gritando».
En ese sentido, la manifestación abiertamente independentista de la Diada del 2012 no debe considerarse la conclusión lógica a más de treinta años de trabajo duro por parte de Pujol y los suyos con la ayuda de los partidos independentistas minoritarios y de quienes más deberían haberse significado en ofrecer alternativas al nacionalismo, los partidos de (supuesta) izquierda como ICV y, sobre todo, el PSC, entrañable pandilla de acomplejados ―siempre preocupados por si son o no son lo suficientemente catalanistas―.
Para entendernos: lo que inició Pujol lo continuó Maragall y lo remató Montilla. De la misma manera que la izquierda no ha sabido o querido plantar cara al nacionalismo, la prensa se ha plegado rápidamente a las exigencias del régimen. Así también muchos viven de la patria: escritores, periodistas, directores de cine, economistas, filósofos, actores, agitadores cu lturales, presidentes del Barça, Òmnium Cultural, la ANC… Los adictos al régimen, que incluyen a catalanes auténticos, majaretas valencianos que se creen catalanes y hasta extranjeros que han encontrado en la adscripción sin fisuras a las patrañas del naci onalismo una manera estupenda de ganarse la vida.
Sin olvidar la figura del «charnego agradecido», siempre dispuesto a sobreactuar en su permanente agradecimiento a la tierra de adopción. El timo de la patria ha salido bien. De momento. Cabe reflexionar s obre la supervivencia de este tocomocho cuando los demás ismos del siglo xx ―comunismo, fascismo, anarquismo…― han pasado a mejor vida. Y cabe lamentar la existencia de esa masa acrítica que, envuelta en la senyera , se echa a la calle, convocada por unos pequeñoburgueses insolidarios y ladrones, para reivindicar una independencia imposible gracias a la cual todos seremos instantáneamente felices.
UNAS PALABRAS DEL AUTOR
« El grupo británico Fun Boy Three publicó en 1982 una canción que se acabaría convirtiendo en mi leit motiv des de entonces. Se titulaba The lunatics have taken over the asylum (Los locos se han adueñado del sanatorio) y, aunque en principio apuntaba a una desgracia global, a mí me parecía que resultaba especialmente indicada para describir lo que ocurría en mi quer ida comunidad autónoma, Cataluña, desde la llegada al poder de Jordi Pujol.
Durante la larga noche convergente y el zarrapastroso intervalo supuestamente izquierdista de los tripartitos, la cancioncilla de marras me venía a la mente con cierta frecuencia, pero desde el 11 de septiembre de 2012, momento en el que Artur Mas i Gavarró renuncia a su cargo de director del manicomio catalán para asumir el de enajenado en jefe de la revuelta majareta, no me la quito de la cabeza. Mañana mismo, el iluminado Artur Mas organiza una cumbre — últimamente, en Cataluña, le llamamos cumbre a cualquier cosa — para abordar con los demás partidos políticos (menos el PP y Ciutadans, ¡esos réprobos que rezuman auto – odio!) un tema que a todos nos preocupa. ¿La crisis? ¿El paro? ¿La corrupción? No: el derecho a decidir.
Previamente, el hombre se ha sacado de la manga una comisión para la transición nacional (inspirada, sin duda, por la entrañable señorita Pepis), ha viajado a Bruselas para internacionalizar el conflicto (consiguiend o ser recibido por un par de ujieres que no tenían nada mejor que hacer en esos momentos), se ha inventado DiploCat (embrión de la diplomacia catalana que va por el mundo, a costa del erario público, explicándole a quien quiera oírle que los españoles son más malos que la tiña, actividad no especialmente recomendable cuando estás tieso y dependes del malvado estado español para pagar las nóminas y financiarte los delirios nacionalistas), le ha concedido la Creu de Sant Jordi a un simpático ancianito local que figura en la lista Falciani de evasores de impuestos, ha permitido que el imputado Oriol Pujol siga mangoneando en la sombra, ha protegido y amparado a todos los delincuentes patrióticos del partido (mi favorito: el ex alcalde de Lloret de Mar, Xavier C respo, en nómina de la mafia rusa) y ha presentado a bombo y platillo el tricentenario de la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas en 1714, cuyos comisarios — Miquel Calçada (antes Calzada) y Toni Soler, payasetes patrióticos que llevan años viviendo del dinero público, el uno con sus emisoras de radio concedidas a dedo y el otro con sus programas de humor inofensivo en TV3 — le ayudarán a organizar la sucesión de patrañas secesionistas en que va a consistir la cosa.
¡Y hasta le ha quedado tiempo para echar a Manel Fuentes de Catalunya Radio por sociata y españolazo! Si esto no es un manicomio controlado por los internos más delirantes y peligrosos, que baje Dios y lo vea. Curiosamente, a una parte nada desdeñable de mis conciudadanos, todo esto se les antoja de lo más normal; por lo que no es del todo descartable que el loco sea yo.
A mí me parece estar rodeado por los suplantados de La invasión de los ladrones de cuerpos (en cualquiera de sus cuatro versiones, aunque mi favorita sigue siendo la primera, la de los años 50), y a veces pienso que me van a señalar por la calle, entre chillidos horrísonos, para luego lanzarse a perseguirme por el Paseo de Gracia, pero me resisto a convertirme en otro extraterrestre surgido de una vaina.
Por otra parte, el actual estado de demencia colectiva que impera en mi querida Cataluña no se debe tan sólo — aunque también — a la desesperación personal de Artur Mas, un político que pretendió ampliar su base de fans y se pegó un tortazo descomunal en las urnas; ni se apoya exclusivamente en la crisis, aunque siempre es muy útil disponer de los españoles para culparles de tu propensión a la ineptitud y tu tendencia al despilfarro y la corrupción: no la vas a tomar con los judíos o con los negros, que eso da muy mal fario.
Las bases de este delirio las plantó Jordi Pujol en 1980 y las ha ido extendiendo con el paso del tiempo, entre el apoyo de los suyos, el desinterés del gobierno central y la desidia y el síndrome de Estocolmo de lo que en Cataluña entendemos por izquierda, hasta imponer un control social — con la inestimable ayuda de la radio y la televisión seudo – públicas y de unos medios de comunicación pusilánimes o, directamente, vendidos, como es el caso del grupo Godó, acostumbrado al más rentable de los servilism os desde los tiempos del franquismo o incluso antes — gracias al cual, quien no se defina como nacionalista es tildado inmediatamente de españolista o de falso cosmopolita; es decir, de facha.
Monarquía a lo coreano Jordi Pujol lo tenía todo tan atado y bie n atado que hasta había planificado una especie de monarquía de corte norcoreano en la que él, el Gran Líder, sería sucedido por su hijo Oriol, el Querido Líder.
Lamentablemente, la tentativa de tocomocho, mediante marraneo de las ITV, por parte del herede ro ha alterado los planes del Gran Líder, quien se ha tenido que conformar con apoyar en un principio — para apartarse después — al Brillante Camarada Artur Mas; alguien al que, en primera instancia, consideraba poco más que un regente o un guardés de la fin ca — o un encargado del colmado, o un director de sucursal bancaria, o un jefe de planta de El Corte Catalán — destinado a guardarle caliente el trono al Querido Líder; elegir como heredero al vástago con menos luces es lo que tiene. Como el Leporello del Don Giovanni de Mozart, Mas entona con gallardía aquello tan bonito de Io vuol fare il gentiluomo e non voglio piu servir , pues quiere pasar a la Historia como el hombre que más cerca estuvo de obtener la independencia de Cataluña, ya que ni él es tan bobo c omo para creer realmente que la va a conseguir.
Tras el batacazo en las urnas, convencido de que un bel morir tutta una vita onora , si se me permite otro comentario italianizante, el Brillante Camarada camina decidido hacia la muerte política, dispuesto, si hace falta, a llevarse Cataluña por delante. Muchos le consideran ya un cadáver político, un muerto que camina por inercia y que el día menos pensado se desplomará contra el suelo; momento en que Oriol Junqueras — el ogro bondadoso de ERC que le roba los votos a capazos mientras lo utiliza como títere y que tanto nos recuerda al entrañable Naranjito — y Duran Lleida (con la ayuda de Lluis Recoder) se pelearán por rematarlo; el uno, para ocupar su lugar; los otros, para intentar salvar lo que quede de CiU.
Y es que el Brillante Camarada no sólo preocupa a cualquier catalán con dos dedos de frente, sino que ha conseguido inquietar a nuestros admirables empresarios — ésos que construyeron el Liceo y el Palau de la Música y financiaron a Gaudí, y que luego se peg aron una siesta cultural de la que aún disfrutan — y a una gran parte de Convergencia i Unió, que es una coalición de gente de orden — no en vano está llena de franquistas reciclados — cuyo sistema político preferido es la cleptocracia.
Jordi Pujol ya no dice nada a favor de Mas. De hecho, ya no dice nada de nada, cosa muy extraña en alguien de natural boquirroto que no suele perder la oportunidad de sentar cátedra o repartir parabienes (pocos) y chorreos (muchos). Es como si el doctor Frankenstein observara f ascinado al monstruo que creó y que se le ha ido totalmente de las manos. Comprendo esa fascinación porque la comparto: yo también quiero ver cómo termina su carrera el Brillante Camarada, pues puede que su final sea también el de la gran farsa en que el Gran Líder convirtió Cataluña durante los últimos años — esa nación milenaria que nada tiene que ver con la tiránica España, perversa madrastra que la tiene sojuzgada desde tiempo inmemorial — , ayudado por creyentes, pusilánimes, oportunistas, chaqueteros, ra cistas con complejo de superioridad y canallas capaces de rentabilizar el odio al vecino en beneficio propio. Contra la farsa y quienes la han urdido va precisamente mi último libro. Puede que haya quien crea que he escrito El manicomio catalán para provocar, pero yo les aseguro que lo mío sólo es un caso de defensa propia. Y además, desde el humor.
Dejo a gente más seria (o más pomposa) la misión de ajustarle las cuentas al pujolismo, en espera de que lo haga el Ministerio de Justicia. Yo me conformo con r eírme de él, que es, por otra parte, lo que más suele molestar a los nacionalistas: en su irracionalidad, son como esos niños que se tronchan de risa cuando te caes por las escaleras, pero luego no soportan que te rías de ellos porque se han dejado la boca llena de churretes de chocolate. Y además, como cantaba el gran Peret, es preferible reír que llorar, ¿verdad? »
EL AUTOR
Ramón de España nació en Barcelona el mismo año que Artur Mas, pero quiere creer que ahí se acaban las coincidencias. Inició su extraña carrera periodística en la prensa alte rnativa de la Transición ( Star , Disco Exprés ), llegando en los años noventa a columnista de El País, función que ahora ejerce en El Periódico de Catalunya. A principios de los ochenta fundó, junto a otros insensatos, la revista de cómics Cairo , abanderada de la llamada Línea Clara, fabricando desde entonces seis novelas gráficas con diferentes dibujantes (la más reciente, La ola perfecta , con Sagar Forniés, en 2012). Ha publicado algunos ensayos de corte humorístico (a destacar, Europa, mon amour ; El odio, fuente de vida y motor del mundo y La caja de las sorpresas, una historia personal de la televisión ) y nueve novelas (la última hasta ahora, El millonario comunista , en 2010). En 2005 fue nominado al Goya como mejor director novel por su largometraje Haz conmigo lo que quieras , protagonizado por Alberto San Juan e Ingrid Rubio .