Fernando Jáuregui – No te va a gustar – Madrid y provincias


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Nada como pasar unos días fuera de la Villa y Corte, mirar las cosas desde una cierta distancia y perspectiva, para darse cuenta de algunas cosas preocupantes:

-En Madrid anidan no pocos vicios y corruptelas que ya ni siquiera escandalizan a la periferia. LO que está ocurriendo en la Comunidad de Madrid produce auténtico sonrojo. Las investigaciones en curso no pueden, simplemente no pueden, quedar en nada. El olor a corrupción destapado a raíz del «caso de los espionajes múltiples» en, desde y hacia el PP madrileño supera con creces a aquellas escuchas del CESID que dieron en la dimisión de un vicepresidente del gobierno, de un ministro y del director de los servicios secretos allá en tiempos del último Felipe González. Lo peor es que ya se sospechaba que la clase política de la capital estaba seriamente tocada desde el estallido del «affaire» de los tránsfugas Tamayo y Sáenz. O desde mucho antes, probablemente. Los dossieres corren por las redacciones como liebres asustadas, sin que nadie les haga a demasiado caso, aunque vaya usted a saber si un día de estos se produce la catástrofe… para más de uno.

-El periodismo de la capital deriva a veces hacia banderías que apoyan unas u otras posiciones políticas (contémplese el espectáculo de la pelea en torno a quién espía a quién; como si eso fuese más importante que el hecho de que los espionajes se produzcan, con el contribuyente pagando las facturas de los detectives). O se apoyan o combaten determinadas posiciones económicas (véase la pugna por Caja Madrid, por ejemplo). Me parece que los medios «de provincias» contemplan el espectáculo de la crispación mediática en Madrid con cierto pasmo y algo de sorna, pero sin ninguna envidia. Mientras, los líderes políticos (anotar la comparecencia, pienso que para él negativa, de Zapatero en Televisión Españolaen la noche del lunes) se precipitan a la «toma» de los principales programas radiofónicos y televisivos, a los desayunos y almuerzos que son foros masivos en los que las preguntas son tópicas y poco comprometidas.

-Las instituciones que anidan en Madrid no dan un gran ejemplo precisamente: en las cafeterías vecinas a la Audiencia Nacional y el Supremo se urden cada día auténticas conspiraciones del tercer poder. En el Parlamento, los escaños vacíos suelen ser un clamor ya demasiado repetido, lo del Tribunal Constitucional y su (no) renovación es ya de aurora boreal.

-Cada restaurante de los «tradicionales» es un centro de conspiraciones, los cenáculos y mentideros se inventan cada día nuevos intentos de apuñalamiento del líder.

-Es una constatación: varios ministros no tienen nada que hacer. Y lo demuestran cada día.

¿Qué quieren que les diga? Hay que volver los ojos, como en el 98, a la periferia, que es la reserva de la tranquilidad, la barricada frente a la crispación. ¿Cómo extrañarse, a la vista de lo que aparece, de que una figura, tan característica de eso que llamamos la representación de unos valores periféricos -buenos y no tanto– como Rosa Díez, ascienda vertiginosamente en la apreciación del electorado? Usted sabe, como yo, que Díez es una figura no contaminada por el polvo de la capital, aunque su partido sea endeble y su programa, en determinadas materias, casi inexistente. Pero es lo que hay frente a lo que muchos no quisieran que hubiese, un soplo de regeneración en medio de tanta rutina de molicie. Rosa Díez tiene no pocas limitaciones, corre el riesgo de caer en las garras de los antisistema de la izquierda y, sobre todo, de la derecha más extremada, empeñada, sobre todo, en tumbar a Rajoy y que ahora se han quedado sin alternativas en el PP. Pero esos peligros parecen poca cosa a la vista de la que está cayendo en los dos principales partidos… y en Madrid, naturalmente.

Pero Madrid no es todo el país. Y eso, hoy, desde la distancia, me alivia.

Fernando Jáuregui.

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