Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Cuando el protagonista es el señor Gordillo.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Andan como ausentes el presidente del Gobierno, los ministros, el señor Pérez Rubalcaba y otros que tanto aparecían por la pequeña pantalla. Esta ha sido la «semana grande» de las vacaciones puras y duras, quizá para tomar aliento ante lo que ha de venir en los días inminentes. Pero la regla inamovible es que, cuando hay huecos en la información oficial, otros copan los titulares. Ponga usted, por ejemplo, a Artur Mas, anunciando movilizaciones a favor del pacto fiscal a Cataluña. O tome usted al diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, de Bildu, haciendo labor presuntamente humanitaria en pro de un preso etarra enfermo terminal (ya está Bildu en campaña electoral; por eso estamos teniendo un verano tan tranquilo en el País Vasco). O tome usted, claro, al alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo.

Cuando el protagonista de la información durante toda una semana es alguien como el extremista señor Gordillo, centro de todos los debates en tertulias y cenáculos por haber ocupado ilegalmente una finca y por haber saqueado, dice que a favor de los pobres, un supermercado, es que algo no va del todo bien. Por exceso y/o por defecto. Excesiva atención judicial, mediática y de Interior al caso y defectuosa presencia de una información oficial que supla las ansias de los españoles por saber qué va a ser de ellos.

Y, en esos momentos de sequía comunicacional sobre los planes gubernamentales, aparecen los sánchezgordillo del mundo. No digo yo que Gordillo no haya acumulado las simpatías de muchos, que palpan las diferentes varas de medir con las que se sanciona o se premia a según quién en este país nuestro. Pero me parece que, afortunadamente, la «gesta» del eterno alcalde de Marinaleda ha provocado el rechazo y el disgusto mayoritarios incluso entre los suyos, aunque haya habido desafortunadas declaraciones de tibio apoyo que más sonaban a compromiso que otra cosa.

No creo, contra lo que he escuchado a algunos comentaristas, que Sánchez Gordillo sea el precursor del otoño caliente, de movilizaciones y descontentos, que se nos anuncia. Una cosa es la protesta sindical civilizada y otra el asalto a un supermercado y la «okupación» de una finca. Gordillo es un rojo de libro, de los de antes, y tiene mal encaje, pese a la coyuntura, en esta sociedad. Pero a mí lo que me preocupa es que aquí nadie habla de ese futuro inminente, de septiembre sin ir más lejos. O de lo que puede ocurrir en los próximos días con el famoso rescate. O de qué les va a ocurrir a los que ya han agotado el subsidio de desempleo y no saben si habrá o no prórroga de los 400 euros sustitutorios.

Claro que Rajoy y los ministros, y el secretario general del PSOE, y los demás, se merecen unas vacaciones tras los meses de infarto que han (hemos) pasado. Lo malo es que no ha funcionado ningún sistema de alarmas en el caso de la «toma» de Mercadona. Ni nadie aclara a las decenas de miles de parados de larga duración. Ni funciona tampoco cuando llegan noticias contradictorias de los responsables europeos con respecto a lo que aún nos queda por tragar en España: ahí está el BCE, pronosticando una nueva e importante bajada de sueldos en un país en el que el mileurista se está convirtiendo ya en casi un afortunado. Y nada: silencio oficial con agostidad y quizá sin alevosía.

A los mercados, los de fuera y los de dentro, se les tranquiliza, me parece, con información completa y veraz, y no solamente con la sensación de que aún podemos permitirnos unos días de descanso.

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