De veraneo – La masonería que defiende Mario Conde. (I)


No es mi intención escribir a fondo sobre la masonería. Entre otras razones porque ya hay especialistas que lo hacen, y en segundo lugar porque es difícil sintetizar en un artículo, qué es, de dónde viene y a dónde va una de las organizaciones más interesadas –desde siempre— en minar el poder de la Iglesia y su mensaje trascendente. Por ello, sin entrar en los hitos en los que tuvo parte activa a lo largo de la historia, sí conviene dar una pincelada, aunque sea en tonos pastel, sobre esta sociedad secreta cuyos métodos se hacen visibles en los tiempos de crisis y convulsión que previamente ha ido creando.

Me mueven a escribir sobre este tema, las argumentaciones que últimamente están apareciendo en pro de la secta, dándole un rango de normalidad que no tiene, insistiendo en sus razones filantrópicas que no son tales, e intoxicando con falsas aseveraciones sobre el pensamiento de la Iglesia al respecto y la pertenencia a la masonería de algunos papas. Entre estos mensajeros incluimos al exbanquero Mario Conde. Él difunde en sus entrevistas algunos puntos que intentaré refutar: 1) que los dos últimos papas aceptaron la masonería; 2) que hay católicos masones y masones católicos, sobre todo entre la jerarquía; 3) que la Logia de Londres encarna a la masonería teísta en contraposición a otras masonerías de la izquierda; 4) las Constituciones de Anderson; y 5) la masonería en España en el siglo XVIII y el Conde de Aranda. Cuando el exbanquero pontifica sobre alguno de estos puntos, el oyente o telespectador pasivo está siendo engañado o, cuando menos, manipulado. Nuestra pretensión es arrojar un poco de luz, pero antes de entrar en el meollo, y con vistas a una mejor comprensión, conviene retrotraernos a los gnósticos y su doctrina, auténtico germen de la masonería, que aglutinaría el corpus del maniqueísmo, la cábala y otras derivadas.

LOS GNÓSTICOS, MATRIZ DE LAS SECTAS ILUMINISTAS.
El gnosticismo cristiano tiene su origen en el gnosticismo pagano. El texto gnóstico más antiguo es Eugnosto el beato, anterior a Cristo. Es un conjunto de creencias sincréticas de naturaleza religiosa y filosófica que se conforma antes de la era cristiana como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno y luego de Roma, y la fusión de ideas orientales y occidentales. Antes del cristianismo, la gnosis estaba establecida en Palestina, Siria y Egipto. Hacia el siglo II d. de C. surgieron las primeras manifestaciones gnósticas dentro del cristianismo. El gnosticismo samaritano fue fundado por Simón Mago, personaje citado en los Hechos de los apóstoles en el Nuevo Testamento. Su objetivo era destruir el cristianismo. Se jactaba de tener el poder de hacer milagros, como Jesús, pero fue desenmascarado y acusado de practicar magia negra. Fue el primer excomulgado de la Iglesia. Destruir el mensaje de Cristo iba a ser el objetivo de las distintas corrientes a lo largo de la historia, siempre del lado de los poderosos, para acabar con la Iglesia. Sin embargo, nunca tuvieron un gran apoyo popular.

A Simón Mago se han referido en sus escritos san Justino y san Hipólito. Según esta doctrina, de una unidad primordial denominada pleroma surge el mundo. De esta divinidad suprema emanan los eones o entidades divinas de los dos sexos dispuestos en jerarquía hasta llegar a la materia. Entre estos eones se encontraría Abraxas, espíritu negativo creador de la materia, relacionada con el mal, el Dios creador bíblico y Cristo, instrumento de salvación, pero diferente a la concepción cristiana. Es un sistema dualista, es decir, considera que hay dos dioses, uno bueno creador del bien (el espíritu) y otro malo, creador de la materia. Sostiene el gnosticismo que los seres humanos no son todos de la misma naturaleza. Por tanto no todos se pueden salvar. Se dividirían en tres grupos. Los puramente materiales o hylikoi, que no se pueden salvar; los animales, psykhikoi, que mediante el esfuerzo ético pueden conseguir una salvación incompleta; y los espirituales o pneumatikoi que serían los únicos elegidos para la inmortalidad. De acuerdo con esta doctrina, Cristo no sería necesario para la salvación. Eso sería una patraña exotérica para el vulgo. La doctrina secreta del Cristo o Ungido estaba reservada a esta élite que se consideraba como “testigos especiales” de Cristo con acceso al conocimiento divino a través de la gnosis. Los elegidos se salvarían a través de la gnosis o conocimiento, conocimiento introspectivo de lo divino, que es superior a la fe. La salvación no sería una cuestión de amor de la divinidad hacia los hombres sino una prerrogativa que poseen los seres humanos dotados de alma. Sólo ellos tendrían acceso a este conocimiento y sólo ellos se salvarían. El gnosticismo sería una mística secreta de salvación. Esta idea fue heredada por otras doctrinas discriminadoras de unos hombres en desmedro de otros.

La cosmovisión gnóstica es incompatible con la Iglesia. Uno de los puntos irreconciliables es que los gnósticos negaban la doble naturaleza de Jesús, divina y humana, fundamento de la Revelación, de la liberación y de la salvación. De acuerdo con esto, Jesús habría adoptado una suerte de corporeidad para hacerse visible. Otra de las características de este grupo es el establecimiento de jerarquías humanas. Arriba estarían los iniciados, con acceso al conocimiento; después los que tienen alma y se pueden salvar siguiendo las consignas de los anteriores; y en lo más bajo, las personas sin alma, que nunca pueden llegar a salvarse.

El concepto dualista de los gnósticos fue heredado por Marción, y más tarde por el protestantismo, por los cátaros, seguidores de Mani, y por la masonería. Marción fue un rico magnate naviero que llegó a Roma alrededor del 140 d. de C. Fue obispo pero sus ideas le llevaron a la excomunión. De la lista de libros bíblicos que recopiló, excluía el Antiguo Testamento en su totalidad. Quiso comprar a la Iglesia por 200.000 sestercios a cambio de que ésta adoptara las ideas gnósticas.

Basílides fue uno de los heresiarcas más intrigantes de los primeros siglos. Sus ideas tenían gran influencia del pensamiento egipcio y helenístico. De él dijo san Ireneo que predicaba una herejía odiosa. Sostenía que la crucifixión había sido un fraude; que Jesús no había muerto en la Cruz sino que en su lugar habían crucificado a Simón de Cirene que había ocupado su lugar. (En el siglo VII, el Corán sostenía esta teoría, modernamente varios autores escribieron sobre lo que denominaron “El complot de Pascua”. Hay incluso un bochornoso texto gnóstico de los papiros de Naj´ Hammadi, encontrados en el Alto Egipto en una vasija de arcilla en 1945, que narra las palabras de Jesús, mofándose y riéndose del engaño). Su discípulo, Carpócrates, defendía que el mundo había sido creado por ángeles caídos desposeídos de su naturaleza divina y que Cristo era un hombre extraordinario, pero negaba su divinidad. Pretendía demostrar la reencarnación citando el Evangelio de san Marcos. (Esta creencia es la parte esencial de todas las religiones orientales, como el confucionismo, el shintoismo y las diferentes escisiones del hinduismo, entre ellas el budismo y el jainismo. Algunos filósofos griegos como Pitágoras o Platón también la defendieron. Según esta doctrina, los seres humanos han ido evolucionando a partir de la materia, pasando por diferentes estadios. Los reencarnacionistas creen en la ley de causa y efecto, es decir en el karma. Nuestras acciones buenas y malas se irían acumulando en el libro de la vida y de ello dependería nuestra siguiente reencarnación. Su máximo precepto es la recta acción. Entre los creyentes en la reencarnación se mantiene la opinión generalizada de que los primitivos cristianos también creían en la transmigración de las almas. Arguyen que se retiraron cuidadosamente del Evangelio las partes en las que Jesús alude a ello. Sin embargo, esta afirmación no resiste un análisis histórico riguroso. Los expertos en filología neotestamentaria manifiestan que no existe un solo texto que en el original pudiera aludir a ello, ni en los sinópticos ni en los apócrifos). Otro personaje gnóstico muy importante fue Valentín de Alejandría, que se distinguió por su activo papel en la Iglesia, llegando incluso a estar cerca de ser nombrado obispo de Roma. Su credo era una especie de sincretismo entre dogmas cristianos, tradiciones judías y persas, y teorías platónicas. A sus discípulos se atribuye la redacción de la Pistis Sophia, Evangelio de Valentino o Biblia gnóstica. El gnosticismo fue combatido, entre otros, por Tertuliano, san Justino y san Ireneo, obispo de Lyón. Éste lo declaró herejía en el año 180 d. C.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la masonería? ¿Qué trascendencia puede tener para lo que nos ocupa ahora, que los gnósticos del siglo II creyeran que Cristo era Dios pero no hombre? ¿Qué puede importarnos la herejía de Marción, personaje a quien casi nadie conoce, a la hora de analizar la masonería en el mundo actual? Pues mucho más de lo que parece, pues, desde sus comienzos, y a lo largo de la historia, los poderosos siempre han querido dividir a la Iglesia –y lo han conseguido—, para destruirla –nunca lo conseguirán—, temerosos de que el mensaje liberador de Cristo se extendiese por todo el mundo. Por eso siempre han financiado herejías y cismas. Hoy, los enemigos de la Iglesia siguen ahí. Continúan luchando contra ella, amparados en leyes, defendiendo los antivalores, utilizando para ello los medios de comunicación, la mayor parte en su poder. En la segunda parte continuaremos con las claves que nos ayudarán a comprender el entramado de la masonería.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(13/08/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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