¡Qué vergüenza! Oí decir hace unos días que no era justo darle tanto bombo a los casos de corrupción política, dado que solo eran unos cuantos los implicados. Pero el aserto no resiste un análisis riguroso hecho con objetividad. Es cierto que hay mucho buen alcalde y concejal de pueblo y villa que busca el bien de sus paisanos y que incluso trabaja gratis et amore, dejando en el camino muchas horas escatimadas a la familia. Pero no es menos cierto que la corrupción no es solo la que se destapa, en general, por azar, por algún cabo mal atado, alguna venganza desde el propio partido, o porque alguien tira de la manta, sino la que se sospecha o se sabe que hay en las cloacas del poder, amparada por los políticos de turno y del turno anterior. Es de dominio público. La Fiscalía debería actuar de oficio en casos flagrantes que todos conocemos. No lo hace porque el Fiscal General del Estado es un cargo político al servicio de su señor, el partido que ejerce la acción de gobierno. ¿Por qué no le llaman Fiscal General del Gobierno, y al menos así no nos lleva a confusión?
Estos días estamos participando de la gran recolección de los frutos de la avaricia, la soberbia, la rapiña, el robo, la extorsión, la mentira, transmutado todo ello en forma verbal-legal de cohecho, prevaricación, administración desleal, falsedad en documento público, blanqueo de capitales y demás maldades de las que es capaz el homo sapiens, que cuando se pone a ser malo, lo hace para diploma.
¡Ay, ese tres por ciento que se le escapó aquel día a Maragall, quizá como asomo de su alzheimer incipiente! Y qué hipocresía la de todos al callar lo que es un secreto a voces. Callan todos porque es una práctica perversa común en todo el territorio nacional. Que cuenten si no los constructores. Pero de esto no se habla porque “no toca”, que decía Jordi Pujol. Nunca toca. Y hablando del tandem Pujol-Ferrusola –que ya viene de lejos la cosa—, ¡vaya cómo se lo montan! Acaba de salir un documento que relaciona las diferentes empresas en distintos países, que pone los pelos de punta. Creíamos que lo de las bolsas con billetes de 500 euros era cosa de la Zaldívar y demás pantojos de Marbella, pero el nen del ex de la Generalitat lo evadía crudito a Andorra en mochila, llevando a la novia de testigo. ¡Bochornoso! Como también, el asunto Unió. Durán, el habitante catalán del hotel Palace, pagado con el dinero de nuestros impuestos, no dimite tras descubrirse el desvío de fondos de los cursos, a pesar de haber dicho en su día: “No hemos sido acusados de financiación irregular, en cuyo caso dimitiría”. La que tampoco conjuga el verbo es la señora Cospedal, que acaba de estallarle en la mano la bomba de relojería marca Bárcenas, que también viene de lejos. Aquel viejo asunto del maletín de billetes de 500 se sustancia ahora en este culebrón financiero. Cuando fue imputado en la trama Gürtel, el tesorero del PP se llevó a Suiza la nadería de 22 millones de euros, que parece que fueron transferidos a dos cuentas de Estados Unidos. Dinero que no se sabe si es de él, del PP o de varios; o a lo mejor es que no es de nadie. Es un caso de ocultismo político, aderezado con mentiras. La Agencia Tributaria niega que Luis Bárcenas se hubiese acogido a la amnistía fiscal del Gobierno regularizando 10 millones de euros, como había expresado su abogado. Un dinero, en cualquier caso, nada claro. Pero Cospedal no dimite a pesar de haber pedido dimisiones a diestro y siniestro durante la campaña catalana. Todos repudian a Bárcenas –como si nada fuese con ellos—, dicen estar “indignados”, piden llegar al final y que caiga quien caiga, pero mejor no meneallo, piensan para sus adentros, pues temen que la manta sea mayor aún que la de Gaopin, que también amenazó. Y es que ¡entre mafias anda el juego!
Lo del ático de Ignacio González, que parecía no ser de nadie –¿qué les pasa a los políticos con los áticos?— , tampoco tiene desperdicio. Cuando menos, la casta política tiene una forma rara de bregar con los dineros, si se tiene en cuenta que la propiedad de casi un millón de euros fue pagada con dinero de dudosa procedencia desde un paraíso fiscal.
Pero no solo son corruptos los que operan de esta manera, sino quienes los protegen y amparan, sean estos jueces, fiscales, abogados, sindicatos, o compañeros de partido, y a estos últimos quiero referirme. Los señores del PP están siendo cómplices hoy, como lo fueron en su día los socialistas con los Gal y Roldán. Les pido valentía para discrepar del líder a favor del ciudadano, y los invito a abandonar la muleta del argumentario para moverse por los medios.
Mi conclusión, a la vez que mi ruego, es que todo corrupto debe ser apartado. Todo delincuente político debe pagar civil y penalmente. Y cualquier sospechoso, aun contemplando la presunción de inocencia, debe ser suspendido cautelarmente; por higiene política y democrática. Es necesaria una regeneración de la política urgente, pero no a base de estrategias de lavado de imagen, sino ejerciendo el digno oficio de servicio a los demás, con ejemplaridad. Y para ello, lo que hay no nos vale. Urge un nuevo paradigma político, donde los mejores y más capaces tomen el timón para propiciar el desarrollo económico y espiritual de las naciones, más allá de cualquier interés particular o biológico. Lo de ahora es una mala caricatura.
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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(02/01/2013)
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