No te va a gustar – El partido se televisa


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Si Artur Mas va a la BBC, Mariano Rajoy acude a una «tele» nacional para explicar sus puntos de vista. Fundamentalmente, ambos, sobre el proceso catalán, claro. Supongo que es su manera de enviarse mensajes: a través de las crónicas sobre sus respectivas intervenciones mediáticas. Lamento que se hablen a través de ese lenguaje global que reside en la pequeña pantalla y no cara a cara, en La Moncloa, sin límite de tiempo y con sendos retratos de Adolfo Suárez y Tarradellas sobre las respectivas cabezas: al fin y al cabo, antes que Mas y Rajoy negociaron los antedichos, se tiraron los trastos a la cabeza y salieron del encuentro sonrientes, asegurando que había habido un buen entendimiento entre ambos, que, por cierto, acabó habiéndolo. Dos estadistas (aquellos).
Claro, el problema son las nuevas tecnologías: aquí, o te comunicas a través de una pantalla de plasma, o no te comunicas. O dices el mensaje en la tele o, incluso, a través de los 140 caracteres de Twitter, o nada. Porque lo del mirarse a los ojos y tomarse un gin-tonic hablando tranquilamente, intentando acercar posiciones en el diálogo abierto y franco, no parece estar de moda. Incluso, cuando te vas a almorzar con alguien, sucede a menudo que te desespera la mala educación de tu interlocutor, que, entre el primer y el segundo plato, no ha dejado de jugar con su teléfono móvil, enviando quién sabe qué mensajes intranscendentes a quién sabe qué comunicantes a quién sabe dónde.
Hemos banalizado la interlocución, la palabra, el contacto, el debate. Hemos introducido unos usos políticos (y hasta sociales) aberrantes, consistentes en colocar micrófonos bajo las mesas de los restaurantes para saber qué opina el rival, o incluso el aliado. De manera que todo son guiños. Estamos, en fin, favoreciendo la incomunicación, cosa muy peligrosa cuando los trenes que circulan por la misma vía en sentido opuesto se dirigen a toda velocidad al choque frontal.
Creo que, cuando todo el país pide diálogo y acuerdos a sus gobernantes, la mejor manera de impedirlo es televisar el partido, en lugar de verlo en el estadio, que es donde se alienta a los jugadores. O se les abuchea, si es necesario. Lo televisivo tiene algo de componenda, de poner puertas al campo, de simplificación de mensajes que, además, llegan al otro lado o edulcorados o exagerados. Exactamente lo que está ocurriendo aquí y ahora.

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