Jean-Claude Juncker ha tenido siempre claro que cae fatal a David Cameron y a los diarios británicos, que le llaman de todo, desde bebedor hasta mentiroso, pero se tiene que haber llevado una pequeña sorpresa con los españoles.
Nadie suponía que iban a apoyarle los eurodiputados de IU, Podemos, ERC, ICV o Compromís, pero de los del PSOE se esperaba otra cosa.
Pero llamó Pedro Sánchez, recordó que se pasó la campaña hablando pestes del luxemburgués y los 14 suyos, olvidando acuerdos, echaron el ‘No’.
Para tranquilidad de la ciudadanía, no serán los vaivenes del PSOE un quebradero de cabeza para Juncker.
El reto del hombre que durante próximos cinco años presidirá la Comisión, es sacar a la Unión Europea, y sobre todo a la eurozona, de la crisis más aguda de su historia.
Una de las frases más célebres del Gatopardo es aquella en la que el protagonista musita con voz cansina: «El amor; un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas».
Proliferan, alimentados por el populismo rampante, los convencidos de que en la UE todo lo que nos queda por delante es polvo y brasas.
Para empezar, llevamos mucho más de una década larga de fuego intenso y el panorama, aunque las tasas de paro siguen tozudas en máximos históricos, comienza a aclararse.
Juncker ni es un derechista peligroso sin sensibilidad social. Prueba de ello es que sus enemigos, cuando se quieren meter con él, rara vez hablan de su agenda o ideario: se limitan a decir que fuma.