Rosa Villacastín – El consejero de Sanidad carga contra la enfermera.


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Parece increíble pero es verdad. Que el consejero de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, doctor en medicina, haya acusado a la enfermera infectada por el virus del ébola de mentir y haber ocultado información, debería ser causa lo suficientemente grave para que Ignacio González le cese de inmediato. No sólo por las maneras que exhibió en la rueda de prensa, también por su falta de sensibilidad ante la situación que vive una profesional que se ha jugado la vida por atender a los dos sacerdotes. Pero siendo eso grave, más lo es la falta de rigor que muestra en sus comparecencias sobre todo en el momento en que hizo tan grave acusación ya que no contaba con ningún informe que avalase sus palabras consiguiendo así poner en entredicho a una profesional de la medicina que a día de hoy no sabe qué será de su vida.
Pediría al señor Rodríguez que por un momento se ponga en la piel de Teresa cuando empieza a sentir los primeros síntomas de la enfermedad. Su negativa a aceptar que pueda estar enferma, que se haya contagiado del virus. Su dolor, su angustia, su desesperación y la de su marido, ante la posibilidad cierta de ser una víctima más de una enfermedad de la que se sabe mucho pero no cómo curarla.
No es la primera vez que un Gobierno del PP tiene que hacer frente a una crisis tan grave como la que estamos viviendo. Le pasó cuando el Prestige, cuando las vacas locas, cuando los atentados de Atocha y cuando el accidente de Santiago de Compostela. Un abanico lo suficientemente amplio como para saber que cuando las cosas se hacen rematadamente mal, sin asumir responsabilidades, las consecuencias suelen ser devastadoras en lo político y en lo social. Y que cuando se hacen bien como hizo Ana Pastor, la actual ministra de Fomento, la gente entiende que aunque ha habido errores al menos los responsables dan la cara.
Que el consejero haya tardado dos días en comparecer después incluso de que lo hiciera la ministra, demuestra su apego al sillón, de lo contrario se hubiera personado en el Carlos III o en el Hospital de Alcorcón para conocer de primera mano qué ha ocurrido, dónde ha habido fallos pero sobre todo para a estar junto a esos profesionales que han estado en contacto con Teresa. Eso es lo que tiene que hacer un político responsable, no esperar a que otros solucionen sus problemas y sus responsabilidades, que al menos en este caso son compartidas, ya que si bien es cierto que el problema es de los dos, también lo es que los hospitales de Madrid los gestiona la Comunidad y no el Ministerio y que ha sido el que presidente Ignacio González quien dio la orden de desmantelar el Carlos III. Un hospital de referencia en enfermedades infecciosas que han dejado como centro para llevar a nuestros mayores.
Es importante, como bien dijo Rajoy en el Congreso de los Diputados, no alarmar a la población, tampoco a los mercados, tan pendientes de cada uno de nuestros movimientos, pero eso no debe impedir que se depuren responsabilidades y no esparcir toda la culpa sobre la persona que se ha contagiado de la enfermedad, en un ejercicio de cinismo político como no he conocido otro.

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