OPINIÓN

Domingo Delgado Peralta: «Signos de progresiva “relocalización” industrial»

Domingo Delgado Peralta: "Signos de progresiva “relocalización” industrial"

Fuente: expopyme.es

En las últimas décadas el despliegue de la globalización dio lugar a una creciente interacción y dependencia de las economías nacionales y aún continentales, a través del proceso de “deslocalización de industrias” desde países en que los costes de producción eran considerables hacia otros con bajos costes de producción (bajos salarios, baja fiscalidad y mínima o nula protección social), en un intento de ampliar sus mercados, con el objetivo mercantilista de lograr esencialmente el mayor beneficio económico para esas empresas, según confirmaba la Universidad Internacional de Valencia en un informe en el que señaló que el 33% de las multinacionales deslocaliza sus empresas en busca de ventajas fiscales y salariales.

Este fenómeno tiene sus consecuencias negativas de partida en los lugares que padecen la deslocalización por lo que representa de pérdida de puestos de trabajo y de producción en el país. Tal es el caso sufrido en las últimas décadas por nuestro país, en que se echa cada vez más en falta la necesidad de una reestructuración económica que fomente un incremento del tejido industrial, especialmente perdido en esos años de inicio del actual siglo, pues ya en el año 2004 España miles de puestos de trabajo en reestructuraciones y deslocalización.

España tras su incorporación a la UE en 1985 se vio favorecida por importantes inversiones procedentes de los grandes países europeos, debido a diversas causas como la estabilidad de costes de producción, la mejoría de infraestructuras y la mejora de la cualificación laboral, todo lo cual propició un importante avance de la economía española. Si bien, tras la entrada en la UE, en 2004 de nuevos países del centro y del Este de Europa, junto con la emergencia de países asiáticos con costes de producción menores, dieron lugar a que España perdiera gran parte del atractivo como destino de inversión exterior.

Además, junto a los factores anteriormente señalados, cabe indicar que el avance de las nuevas tecnologías de la información y comunicación permite la fragmentación del proceso productivo de modo que diversas fases de este puedan realizarse en distintos lugares.

Sin embargo, como indica el aforismo popular: “no es oro todo lo que reluce”, y a fe que así sucede también en el caso de la deslocalización industrial, pues muchas empresas de las que optaron por esa vía, han podido alcanzar importantes rendimientos económicos, pero también han padecido serios problemas como la pérdida del control de producción en todo el proceso, derivándose a veces una notable merma en la calidad del proceso externalizado; debiendo añadirse los no menores problemas de la gestión eficaz en la cadena de suministros a largas distancias -especialmente en los países asiáticos- con demoras importantes, bloqueos de puertos marítimos, dificultades para logro de fletes con las navieras, especialmente relevantes en situaciones recientemente vividas como la de la pandemia de Covid-19 y sus restricciones, o la reciente confrontación bélica en Ucrania, con el encarecimiento de costos energéticos.

No menor son las dificultades derivadas de las diferencias culturales, así como la creciente sensibilidad de la sociedad europea con razones de ética socio-económica que han dado lugar a la denominada “Responsabilidad Social Corporativa”, que obliga a las empresas a un compromiso ético en su ámbito social y ante su clientela, de observancia de condiciones laborales dignas, elusión de mano de obra infantil y compromiso con el ecosistema, lo que eleva el nivel de problemática a afrontar por las empresas respecto de sus proveedores deslocalizados en países donde no se cumplen esas premisas, complicando extraordinariamente las operaciones de deslocalización, que a la postre no resultan ya tan interesantes como podría haberse pensado al inicio del periodo globalizador, que actualmente aparece seriamente cuestionado, tanto en lo económico como en lo político y social.

Actualmente se asiste en España a una importante demanda de mano de obra en el sector del textil, que está retornando de la experiencia de deslocalización de su producción, especialmente en países asiáticos. Lo que supone un síntoma esperanzador de intentar recomponer este importante sector industrial en España.

Consecuentemente, se está observando un fenómeno en dirección contraria a la deslocalización: la “relocalización” como fenómeno de regreso de las anteriores externalizaciones de procesos industriales. De tal manera que en el periodo entre los años 2003 y 2016 se ha detectado el regreso de 208 empresas europeas de manufactura, entre las que 9 de ellas eran españolas. Fenómeno que ha continuado tras la pandemia de Covid-19, que ha hecho sentir la necesidad de no externalizar nuestro tejido productivo fuera de España, y que, sobre todo, la nueva crisis bélica en el Este europeo con el incremento de los costes energéticos, seguro que va a determinar un planteamiento de repliegue de la industria en Europa para favorecer el empleo y la propia economía de los países de la eurozona. Del mismo modo, que resulta imperativo y urgente un plan energético en la UE que evite la actual dependencia exterior de la eurozona, que muestra nuestra debilidad y nos deja expuestos a contingencias que podrían ser muy contraproducentes para nuestra seguridad y bienestar.

De todo lo expuesto, cabría concluir que la evolución política y económica internacional, junto con los problemas derivados de la crisis sanitaria mundial y de reconfiguración de un nuevo orden internacional, que se pretende multipolar por potencias emergentes, está condicionando seriamente el proceso de globalización, cuyo desarrollo y mantenimiento resulta cuestionado.

Domingo Delgado Peralta.

 

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