Cuatro bombas que le han explotado en la cara
A la nueva Embajadora en el Vaticano,
De España, la tal Isabel Celaá, de tan rara
Belleza que cualquier tic de lujuria es vano,
Sin riesgo alguno que un polvo ensucie la tiara:
“¡MISERABLE!: zasca que propina la gente
A quien, creyendo por su cargo que es fiable,
Viéndola de ahogarse en peligro inminente,
En vez de echarle una mano, le corta el cable,
Con una mirada además vil e insolente;
¡BELLACA!: proyectil de hondo y largo alcance,
Que, aunque esté en su establo escondida la vaca,
Con el Toro Blanco manteniendo un romance,
Le seca las ubres y, para colmo, la saca
A la calle porque se sepa este percance;
¡INFAME!: ya con muchos más años que la Dama
De Elche, pero, sin duda alguna, menos guapa,
Como siga teniendo mesa, mantel y cama,
Este dardo, por estar tal como una lapa,
Pegada al Gobierno, no deja de causar un drama;
¡MEZQUINA!: ni flecha de amor envenenada,
Ni ramo de violetas de puta de esquina,
En todo caso sucia espuma de cascada,
Que se diluye poco a poco en la ruina
De una edad ya tan madura … ¡Ahí es nada!.”
Fechado y firmado por una periodista,
Señora Celaá, que a usted no la pierde de vista …
Ensanchando sus márgenes este columnista,
Lo suscribe en su condición de más papista
Que el Papa, en todas sus partes, sin ser partidista.