El presidente del Gobierno ha asistido desde la distancia

…Y, a todo esto, Mariano estaba en China.

...Y, a todo esto, Mariano estaba en China.
Mariano Rajoy con Li Keqiang. EP

Mariano Rajoy vuelve de China con ganas de pelea. Es, al menos, lo que dicen quienes han podido hablar con el presidente del Gobierno central en las últimas horas, entre ellos algunos periodistas, con los que, por cierto, tampoco es que el presidente se prodigara en su viaje oriental.

Todo indica que Rajoy, que ha asistido desde la distancia a cuantas cosas -tantas…- han ocurrido esta semana, pretende, aunque manteniendo sus tiempos sosegados -vamos a llamarlo así-, poner en marcha una ofensiva política que va más allá de la jurídica prevista para los próximos días.

Ya está listo, aunque no sea oficial, el dictamen del Consejo de Estado, que se pronuncia, obviamente, en contra de la legalidad de la convocatoria del referéndum hecha este sábado por Artur Mas.

Y está listo también el recurso al Tribunal Constitucional, del que se espera, también resulta obvio, una respuesta pronta y en el sentido más que previsible. Pero en ámbitos gubernamentales se admite que con los pasos estrictamente jurídicos, que son necesarios y preceptivos, no basta: hay que lanzarse a esa tan reclamada y nunca consumada ofensiva política.

La súbita aparición este sábado en Moncloa de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, poco más de una hora después de que, en el Palau de la Generalitat, Artur Mas firmase el decreto de convocatoria del referéndum del 9-N, parece indicar ya que vamos hacia algo más que esa típicamente rajoyana manifestación de que Mas «se mete en un lío», lo que, por otra parte, parece bastante cierto.

La ‘número dos’ del Gobierno estuvo contundente al repetir los argumentos tantas veces escuchados; Rajoy, que estaba en el avión, prefirió no hacer oir -todavía- su reacción.

Pero parecería al menos extraño que el presidente del Gobierno central no hiciese resonar sus argumentos, sus planes, en estos momentos en los que el Estado está siendo sometido a una difícil prueba.

El caso es que Rajoy, desde China, ha asistido a la poco estruendosa, por decir lo menos, comparecencia del Rey ante la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York.

Ha asistido, igualmente desde el exterior remoto, aunque tuvo tiempo de dejar un sustituto, a los coletazos de la dimisión de Alberto Ruiz-Gallardón como ministro de Justicia, tras el revolcón sufrido por el proyecto de reforma de la legislación sobre el aborto elaborado por el Ministerio: voces procedentes de la derecha teóricamente fiel al Partido Popular han puesto el grito en el cielo porque este proyecto se haya guardado en el cajón, y se han alzado airadas contra la figura de Rajoy, a quien prometen, y supongo que es parte del juego, no volver a votar.

De China aún no comenzaba a regresar el presidente del Gobierno central cuando Jordi Pujol iniciaba su lamentable declaración ante el Parlament catalán. En China le sorprendió la por otra parte prevista dimisión del presidente de Radiotelevisión Española, Leopoldo González-Echenique, que no ahorró, en su despedida, algún dardo dirigido al Gobierno.

Un Gobierno que, en ausencia de su jefe, presentó tras el Consejo de Ministros un proyecto de Presupuestos para 2015 que no ha sido del todo mal acogido en medios económicos; claro que se han escuchado críticas de los sindicatos y, claro, de la oposición, representada por Pedro Sánchez y Cayo Lara. Todo forma parte del guión. Vaya semanita…

Y todavía iniciando la vuelta de su viaje oficial a Pekín -de cuyo contenido bien poco se ha hablado: demasiados acontecimientos en las mismas jornadas-, pilló a Rajoy la convocatoria formal de Mas, rodeado de sus fieles, comenzando por un triunfal Oriol Junqueras.

Inmediatamente, se puso en marcha una serie de comparecencias, la del propio Junqueras, la de los socialistas Iceta y Hernando, la de la ‘popular’ Alicia Sánchez Camacho, la de Rosa Díez, de UPyD, y, claro, la de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, con obligadas tomas de posición ante ese referéndum que, dijo la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, se celebrará sí o sí.

La vicepresidenta Sáenz de Santamaría, naturalmente, recalcó que el referéndum no se celebrará. A ver cómo evitan, evitamos todos, el choque de trenes que se anuncia.

¿Hablará el lunes Rajoy tras el Consejo de Ministros extraordinario sobre todas estas cosas que le han pillado a nueve mil kilómetros y once horas y media de distancia?

Este sábado, los portavoces varios le lanzaron diversos desafíos, incluyendo el nombramiento -que el PSOE quiere consensuado- del nuevo director de la radio y televisión públicas.

Pero, claro, el gran reto, con ser importante, no es ese: es esa convocatoria con la que Mas nos ha metido a todos, efectivamente, en un ‘gran lío’. Lo que ocurre es que no basta con proclamarlo así, ni con reafirmar la ilegalidad del referéndum, para solucionar el ‘lío’.

Eso, también Rajoy lo sabe y algo más que esas declaraciones, algo más que los recursos jurídicos, habrá que poner en marcha en los días, ya solamente cuarenta, que restan hasta el 9 de noviembre.

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