Fernando Jauregui

Crónica de un Estado que (a veces) se tambalea.

Lo menos que puede decirse de la semana política que concluye es que ha sido nefasta. No solamente ha registrado la convocatoria por Artur Mas de unas elecciones autonómicas catalanas adelantadas a septiembre, sino que ha concluido con el anuncio por Sortu -que, recordemos, gobierna en varias localidades vascas- de homenajes al cruel etarra Bolinaga, un asesino que mantuvo secuestrado en terribles condiciones al funcionario Ortega Lara. Para colmo, la petición fiscal para la primera parte del ‘caso Gürtel’ coloca al Partido Popular seriamente en aprietos precisamente a una semana de que la formación gobernante celebre una convención que quiere ser su pistoletazo de salida para unas elecciones municipales y autonómicas situadas a apenas cuatro meses de distancia. Y que prometen resultados apasionantes, por decirlo de una manera suave.

Sí, esta es la crónica de un Estado fuerte, de un país grande y admirable que, a veces, da la impresión de que se tambalea, situado entre los fanatismos, la estupidez, la desgana, la corrupción y la falta de eso, de sentido del Estado, que nos caracterizan a los españoles. Y no basta con que los máximos representantes de las instituciones y del Gobierno repitan que España es una magnífica nación, afirmación digna de compartirse… cuando la desmoralización no nos gana.

Yo diría que lo peor es la falta de reacciones adecuadas a la gravedad de los males: no se puede huir permanentemente, hablar siempre de lo bien que van las cosas como si nada fuese mal, negarse al diálogo incluso con aquellos que, como el presidente de la Generalitat catalana, dan claras muestras de incapacidad política. Y, a la hora en la que, como ha ocurrido esta semana, llegan las acusaciones, tremendas, de la fiscalía anticorrupción, empeñarse en no dar la cara. Lo voy a decir muy claramente y no sin dolor, porque respeto mucho al personaje, que me parece un hombre honrado, y pienso que, hoy por hoy, es el único que tiene en la mano muchas de las soluciones posibles: Mariano Rajoy no está dando la talla requerida. Si cree que con sus permanentes referencias a lo bien que va la economía remontará el vuelo electoral, estimo que se equivoca. Si piensa que su escasa valoración en las encuestas se debe al desgaste de gobernar, acierta solo en parte: no está sabiendo ejercer una gobernación simpática al ciudadano. Si espera que la corrupción de tantos en el PP no pasará factura en las urnas, me da la impresión de que, a medio plazo, no va a ver confirmado su optimismo.

Lo peor de todo es dónde nos coloca esta situación. Del PP, del PSOE, sabemos lo que podemos esperar: en el primer caso, ahora no mucho (cuánto me gustaría equivocarme), y en el segundo, habrá que ver en qué paran las actuales expectativas, que no son, dicen las sacrosantas encuestas, muy brillantes. La gente mira hacia un centro desunido e incierto, queriendo convertir al líder de una formación minúscula como Ciudadanos en una esperanza nacional, cuando no lo es ni siquiera en su autonomía, y solamente acumula simpatías por su antinacionalismo. A la izquierda del PSOE, en esa IU que tendrá a su frente a un prometedor Alberto Garzón, hay demasiada confusión, derivada del auge de Podemos y similares: ¿aliarse o no aliarse con ese fenómeno inexplicable que es el partido de Pablo Iglesias? Y, en todo caso, ¿hacia dónde va, de verdad, ese partido? ¿Hay que mirar, glub, a los resultados en Grecia para saber por dónde irán las cosas en España? Pues apañados estamos.

Así que ya digo: esta es la crónica de un país que tiene responsables territoriales que se alegran de no haber encontrado petróleo. Que puede meter en la cárcel a una hermana del Rey. Que homenajea a un asesino. Que ve que algunos responsables políticos roban a manos llenas y mantiene el talante impasible. Un país donde alguno que yo me sé convoca elecciones sabiendo que las perderá. Y que, sin embargo, suprema contradicción, es, sin duda, un gran país. Lo que ocurre -escribo desde París, donde se manifiestan algunas contradicciones a la unanimidad de ‘yo soy Charlie’, pero que sigue manteniendo una estabilidad anímica envidiable- es que los habitantes tenemos que convencernos de una maldita vez de ello.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído