Este 1 de julio de 2015, escribe Luis Ventoso en ABC una columna titulada ‘Confesión alienígena’ en la que arranca diciendo:
Escuchando a entrevista de Ángel Expósito a Rajoy en la Cope me sorprendí pensando algo prohibido para quedar bien en la tremendista España de hoy. Pero como creo que entre el botafumeiro maruendista y la lapidación dogmática de Rajoy cabe un término medio, me atrevo a hacer una confesión que enterrará definitivamente mi nulo prestigio: me parece que ese señor sesentón, de barba blanca que no combina con un pelo con reflejos caobas, de porte antiguo y verbo más bien aburrido, es un centrista moderado, que respeta nuestro andamiaje institucional, mantiene siempre la buena educación, incluso ante las puyas más desleales de sus próximos, y a pesar de sus humanos defectos ha resultado en general un buen presidente.
Añade que:
Si en contra de la ola -que al final no será tanta- me atrevo a decir lo que digo es porque creo que el Estado no está para reglar hasta de qué color son mis calzoncillos, ni los presidentes para vivir en un plató a lo Maduro. Lo que le pido a mi Gobierno es mucho más pedestre: que garantice la estabilidad del país, es decir, la seguridad jurídica y el imperio de la ley, que trate de cuadrar las cuentas y sostener el Estado del bienestar básico y que no haga demasiado el indio.
Y concluye que:
Me gustaría, en fin, menos pensamiento mágico, menos políticos druidas, y que mi país dejase de flagelarse cada mañana cuando este año puede crecer un 4%. ¿Pasándolas canutas? Pues sí, con un gran sacrificio de todos. Pero aquí estamos, doblando en crecimiento al Reino Unido… y pensando, ay, en hacernos un Varufakis.