Luis Ventoso

«El general de Podemos es otra víctima de la viscosa dictadura del relativismo»

"El general de Podemos es otra víctima de la viscosa dictadura del relativismo"
Luis Ventoso. PD

Luis Ventoso, en ABC, escribe este 8 de noviembre de 2015 estar convencido de que este militar venía ya claramente contagiado de esa extraña habilidad de ZP para poner en solfa hasta los valores más sólidos de nuestra sociedad:

Al igual que la estupenda Isabel II, el viejo Papa Benedicto XVI sabía que conviene hablar solo lo justo, porque no se puede ser siempre sublime y porque la logorrea degenera en un ruido vistoso, pero evanescente. Ratzinger, un erudito de verdad, hablaba poco y sin chisposo salero latino, pero cuando lo hacía decía cosas importantes. Llegado anciano y frágil a la cátedra de Pedro, constató allí con dolor lo que ya conocía: que a diferencia de lo que piensan adanistas televisivos como Iglesias y Rivera, el hombre es un ser fallido tras su caída primigenia, un pecador imperfecto que debe esforzarse con denuedo para no resbalar desde el alambre del bien. Benedicto abrió un poco las cortinas palaciegas y vio que el mal se había incrustado en los resquicios de la burocracia vaticana. Peleó lo que pudo, pero, con un corazón enfermo y una carretada de años, el envite le quedaba largo. Más leal a la Iglesia que a su vanidad, tomó la valiente decisión de enclaustrarse en un convento, a rezar y escuchar a Mozart, para dejar que otro con mejor biología completase la limpieza. Allá sigue tras los muros, silente y sin interferir, en hermosa lección de humildad.

Explica que:

Aquel Papa científico centró su prédica en denunciar el relativismo de nuestra era. Como todo sabio auténtico, lo explicaba de manera diáfana: «Se va constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo y que deja AL igual que la estupenda Isabel II, el viejo Papa Benedicto XVI sabía que conviene hablar solo lo justo, porque no se puede ser siempre sublime y porque la logorrea degenera en un ruido vistoso, pero evanescente. Ratzinger, un erudito de verdad, hablaba poco y sin chisposo salero latino, pero cuando lo hacía decía cosas importantes. Llegado anciano y frágil a la cátedra de Pedro, constató allí con dolor lo que ya conocía: que a diferencia de lo que piensan adanistas televisivos como Iglesias y Rivera, el hombre es un ser fallido tras su caída primigenia, un pecador imperfecto que debe esforzarse con denuedo para no resbalar desde el alambre del bien. Benedicto abrió un poco las cortinas palaciegas y vio que el mal se había incrustado en los resquicios de la burocracia vaticana. Peleó lo que pudo, pero, con un corazón enfermo y una carretada de años, el envite le quedaba largo. Más leal a la Iglesia que a su vanidad, tomó la valiente decisión de enclaustrarse en un convento, a rezar y escuchar a Mozart, para dejar que otro con mejor biología completase la limpieza. Allá sigue tras los muros, silente y sin interferir, en hermosa lección de humildad.

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Aquel Papa científico centró su prédica en denunciar el relativismo de nuestra era. Como todo sabio auténtico, lo explicaba de manera diáfana: «Se va constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo y que deja como única medida al propio yo y sus apetencias». Curioso: pocas frases resumen mejor el pulso de España.

Recuerda que:

En 2008, Zapatero nombró ministra de Defensa a Carme Chacón, de 37 años y embarazada de siete meses, una política de nivel medio, cuya máxima relación con lo castrense es que tal vez habría visto «Apocalypse Now» en el cine. Por supuesto, tras aquella decisión no había más móvil que un gesto efectista en pro de la igualdad de sexos. Chacón posee una cualidad útil en la vida, un altísimo concepto de sí misma. Cabría aplicarle lo de los entrenadores argentinos: conviene ficharlos al precio que cuestan y venderlos por lo que ellos creen que cuestan. Lógicamente, no sabía ni lo que era el fusil Cetme con el que tantos hicimos la mili. Pero, para sosiego de todos, a su lado estaba un gran militar, el Jefe del Estado Mayor, el general Julio Rodríguez. Alto y sereno, barbado ya antes de la epidemia hípster y con aire de personaje de Tintín, formadísimo y políglota. Aquel general de uniforme azul parecía un punto de agarre para un país con un presidente atolondrado, que aseguraba que «España es un concepto discutido y discutible».

Y concluye que:

El artículo 8 de la Constitución reza que «las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y su ordenamiento constitucional». Eso prometió el general Rodríguez, como todo militar. Pero ahora, antes de pasar a la Reserva, ficha por Podemos y proclama que la ley es un concepto discutible y que en lugar de respetar y hacer respetar la Constitución hay que dialogar. El Gobierno, cumpliendo su deber, lo ha sancionado, para espanto de la prensa global y otras luminarias.

Rodríguez. Exgeneral. Otra víctima de la viscosa dictadura del relativismo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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