La Marea de Pérez Henares

Una honda inquietud

( Este artículo salio publicado en los diarios el sábado por la mañana. Por la tarde, y in extremis, Artur Más se quitaba del medio. Salvado ese escollo que nadie duda que la operación secesionista se lanzará desbocada a conseguir su meta. ¿Y va a haber la necesaria altura y sentido de estado de los tres partidos constitucionalistas para pararlos?. Tengo serias y preocupadas dudas de lo que Sánchez vaya a hacer al respecto cuando haya que tomar alguna medida y pasar a los hechos).

Creo compartir, con un buen número de españoles, en estos inicios de año, una honda inquietud por el futuro. Supongo también que los habrá encantados y hasta hay algunos a quienes percibo ansiosos de culminar una especie de hoguera purificadora que arrase con todo. No comparto tales arrebatos. Tras el fuego quedan tan solo cenizas.

No es estrictamente una preocupación política o por quien ocupará el Gobierno. Esa , aunque puede ser el inicio de la pira, es una derivada, que deparará, ya lo está haciendo, los nada edificantes espectáculos del ansia de poder. Pero antes de considerar esas miserias de llamar “amor” (interés general) a lo que es puro “sexo” (poder) en las que nos veremos abismados en los meses venideros entiendo que la reflexión primordial ha de centrarse en las causas, las claves y los desafíos trascendentales a que nos enfrentamos.

El primero de los elementos y el que mas profunda desazón me causa es la ruptura del pacto de convivencia que los españoles abrazamos al dar fin a la dictadura. Un intento hermoso, asumido como propio por la inmensa mayoría de nuestro pueblo, de enterrar el odio, la venganza, el sanguinario pasado, aquellas dos Españas de helar el corazón, y darnos la oportunidad democrática y libre del futuro. Y creímos haberlo conseguido. Y lo logramos. Pero hoy. Cuarenta años después, de manera inaudita, lo hemos desenterrado.

Me resulta demoledor el comprobar como el odio político, sí, el odio, ha reaparecido y es principal moneda de cambio. El rival político, y esto ha sido en su origen y desarrollo agitado por la izquierda, ya no es adversario, es enemigo exterminable, un ser indigno de pisar la tierra y que no es ni persona, por tanto carece de derechos que incluso se otorgan a los animales.

Para llegar a esto, el camino fue comenzar fue el estigmatizar el origen, bases y sentido del acuerdo, del abrazo de reconciliación nacional, por rememorar de nuevo el cuadro de Genovés, y repudiar como abyecta y cobarde nuestra Constitución, aunque fuera votada por todos, por supuesto PCE, cuyos militantes entregaron sangre y cárcel por ella, y PSOE, y tan solo repudiada por la extrema derecha, Blas Piñar, y abstenida por los nacionalistas vascos. La “nueva” izquierda, insulta aquella lucha y aquella memoria, tildando a la Democracia como Régimen, para equipararlo semánticamente el franquismo y considerando a la Carta Magna, a la recuperación de la soberanía del pueblo, al recipiente de nuestras libertades y al estilo de sus amigos bilduetarras, un “papelito mojado”. Estos años anteriores, pues, para esa nueva ideología que quiere ser dominante si no lo ya, en la izquierda solo han sido un franquismo camuflado y era necesario volver atrás y comenzar la verdadera revancha. Porque a eso suena mucho de lo que ahora aflora.

No olvido, no puedo hacerlo, quien fue el Bautista de estos lodos. Fue el insensato Zaparero. Fue él quien alentó esa división visceral, quién reabrió la caja de los odios y de la confrontación basada en los agravios guerracivilista. Con buenos y con malos y con tacha a los herederos de los unos y con bono de bondad trasmitida a los otros. Si. Con su sonrisa meliflua, fue él y quienes le apoyaron, los culpables en origen de aventar la vieja plaga.

Este me parece hoy, socialmente, el mayor de los problemas de España, el más grave, el que ya impide a las familias hablar de política en Navidades, el que enfrenta a los españoles. El origen de la incapacidad para el acuerdo, la vuelta de la criminalización del que no piensa igual convertido en un ser abominable. El retorno del lenguaje, primero por parte de cierta izquierda que nunca pareció asumir lo que pactó, de “fascista” para estigmatizar toda disidencia ante sus “verdades absolutas” y la replica que ya vuelve de “rojo”. ¡ Y han pasado 80 años! Y son jóvenes nacidos en democracia, criado en libertad, amparados por el bienestar quienes llevan ese griterío, esa trinchera y lo exhiben y lanzan por los terrenos que más y mejor conocen, el de las redes sociales, convertidas en un repulsivo campo de insultos, amenazas, en un lodazal donde el pensamiento y la concordia están desterrados y solo cuenta el salivazo y la pedrada. Por ahora.

La segunda cuestión, y que curioso que también aparezca aquí don Zapatero, aunque en este caso tan solo fuera el climax de las genuflexiones ante el nacionalismo de sus antecesores, es la de la propia España, de la soberanía de todos los españoles en el conjunto de toda España, sin despieces, de nuestra nación como proyecto. El pacto, al que quienes hoy lo han traicionado con autentica vileza, los separatistas catalanes, se abrazaron encantados, que suponía el obtener autonomía, niveles de autogobierno no conocidas en toda Europa, respeto total, impulso generoso y promoción de sus señas de identidad. Todo se cumplió y se aceptó, para un supuesto “mejor encaje”. Todo se ha traicionado. Ahora lo que se plantea, apoyado en su principio de nuevo por esa “nueva” izquierda pues asume el supuesto derecho de autodeterminación de los pueblos (oprimidos como tales, colonias vamos) y su derivado “derecho a decidir” es la secesión pura y dura. La expropiación y robo, violando todo acuerdo pasado, de un derecho que corresponde al conjunto de los españoles.

Pero ahí esta. Explicito, rotundo-aunque ahora enmarañado por las disputas entre sus promotores- y a el habremos de enfrentarnos. ¿Pero como? Resulta sorprendente que algunos consideran que la mejor manera de hacerlo es entregándose en brazos de quienes pretenden llevarlo a cabo. Ya lo han hecho en ocasiones anteriores.
Estas dos son mis dos profundas inquietudes para este tiempo venidero. El podium lo completa una tercera. La recaída en la crisis, la recesión y la destrucción de empleo.

La esperanza de muchos, inclusos los que por ideología lo negaban, es que tras los años de angustia pasados, se había logrado, con costurones pero vivos, recuperar pulso y entrar en senda de mejora. Y en ella, todavía, estamos. Pero no es meter miedo sino señalar la verdad de lo que nos puede ocurrir en breve, si es que ya no nos está ocurriendo, es que todo puede darse la vuelta y volver a caer rodando al precipicio. La inestabilidad es el primer peldaño, pero hay otros por los que aún puede caer en breve y mucho más rápidamente. Y sí, tengo miedo, de que podamos caer de nuevo dando tumbos cuando casi ni hemos acabado de levantarnos.

Esas son mis tres grandes inquietudes. Esas son, creo, la que debieran tener nuestros representantes como eje de su acción y propuestas. Pero no tengo apenas esperanzas de que estén, en verdad, en la mayoría de sus cabezas ni de sus deseos. Para algunos, basta solo con oírlos, lo que importa es el poder. Y en algún caso, a cualquier precio, aunque el precio a pagar sea convertir estas tres inquietudes en reales pesadillas.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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