Ignacio Camacho

Pedro Sánchez regresa a la España líquida y deconstruida de Zapatero

Con la milonga de las naciones culturales y todo eso

Pedro Sánchez regresa a la España líquida y deconstruida de Zapatero
Ignacio Camacho. PD

BUENA fecha ha elegido Pedro Sánchez para presentar su oferta de «tercera vía» catalana. Justo el día en que Puigdemont y Junqueras purgaban su Gobierno para expulsar de él a los secesionistas más tibios, víctimas del síndrome Niemöller: primero vinieron a por los no nacionalistas pero yo no me preocupé porque era nacionalista, etcétera.

El independentismo se radicaliza, prietas las filas, y el PSOE le tiende la mano con una propuesta de reforma constitucional que, por cierto, no puede llevar a cabo sin el PP mientras éste tenga más de 117 diputados.

Llamarle a esto estrategia sería una malversación intelectual del término: se trata de simple tacticismo para abrirse un hueco. La plurinacionalidad de España, las naciones culturales o sentimentales y todo eso. Volver -hasta con Carmen Calvo y Cristina Narbona en los entresijos del proyecto- a la deconstructividad líquida de Zapatero.

Arrinconados en Cataluña por su rumbo contradictorio y su falta de definición, los socialistas ya no piensan en términos de ideología ni de conceptos. No es la estructura del Estado lo que les importa sino la forma de incrementar su facturación electoral en un territorio claramente adverso.

Quieren rebañar unos escaños entre los votantes de las franquicias de Podemos y separarse del odiado marianismo en la gestión de impedir el referéndum. Hay que recuperar votos; del asuntillo ése de la autodeterminación que se ocupe el Gobierno.

Poco importa al respecto que todo el problema actual provenga de aquella promesa insensata de la que el propio ZP está arrepentido: la de respetar cualquier aspiración estatutaria que le plantease el nacionalismo.

El desaguisado constitucional fue de tal calibre que no hubo modo de reconducirlo. Si algo parecía haber aprendido el PSOE de ese proceso aventurero era la imposibilidad de reeditarlo pero Sánchez, con la impagable ayuda de Iceta, no se da por vencido. En su análisis (?) de situación ha perdido las coordenadas: con los independentistas en el monte de la ruptura todavía pretende que la mula vuelva al trigo.

El zapateo sanchista ignora adrede que el prusés ha destruido el sistema político convencional y aventado las últimas briznas del catalanismo. Los miembros del Gabinete de Puigdemont destituidos ayer no eran sensatos nacionalistas moderados sino secesionistas convencidos.

Han ido a la calle porque les temblaban las piernas ante la posibilidad de salir inhabilitados -o, lo que es peor, embargados- si proseguían el camino. Mientras no se resuelva el reto de desobediencia no queda espacio para el diálogo ni para las reformas ni para el tercerismo.

Pero el sentido de Estado del líder del PSOE no contempla la corresponsabilidad de hacer frente al desafío. Se ha situado en el 2 de octubre; lo del 1 que lo solucione Rajoy, que para eso ha sido elegido. Total, si no tiene el poder para qué diablos va a involucrarse en sus conflictos.

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