«La maldad es el artesano de la vida de los miserables» Plutarco, historiador griego
«La miseria moral es mucho peor que la miseria física, de esta se puede salir, de aquella no solo no se sale, sino que se va acrecentando en el ejercicio de la misma»
Lo miserable alude en todos los casos a la escasez.
Cuando la escasez es física, el pobre miserable lo es materialmente. Mientras que cuando la escasez es ética, moral y espiritual, el miserable lo es moral ética y espiritualmente. Es a estos miserables a los que me refiero.
Hay una tribu en la polinesia que cree que el feto, segundos antes de nacer, va a recoger su corazón. Se entiende no el corazón físico, sino el corazón espiritual. Esta creencia dice que los que llegan los últimos reciben los peores corazones.
Los que durante toda la vida del individuo estarán marcados por taras que harán de esos corazones recipientes de maldad, miseria moral y egoísmo. Dice también esta creencia que la postura que adoptan en el nacimiento estos miserables es una postura genuflexa, postura que mantienen a lo largo de toda su vida.
Estos miserables poseedores de un corazón repleto de maldad, egoísmo y miseria moral están en todos los colectivos.
Desde la propia familia hasta la más grande corporación multinacional. La política y los medios de comunicación, no solo no se escapan a esa plaga, en algunos casos superan con creces los porcentajes.
Con los cadáveres de las víctimas del atentado de Barcelona aún calientes, con las calles de la ciudad aún manchadas de sangre inocente, con el dolor vivo y lacerante de las familias; unos miserables morales éticos y espirituales han echado por sus bocas bocanadas malolientes de esa maldad que encierran en sus podridos pechos, esa maldad que emana de su corazón purulento, fétido, mucilaginoso; ese corazón que fueron a recoger los últimos para no recoger un corazón puro, sino un corazón infectado de gusanos y larvas, de los gusanos y las larvas de la maldad.
Estos miserables son los que por obtener o mantener los privilegios que le dan aquellos ante los cuales adoptan siempre la postura genuflexa que los vio nacer, pondrían a su madre al borde la roca Tarpeya con tal de seguir disfrutando de las sinecuras que se derivan de su proceder asqueroso, vil y canalla.
Políticos queriendo sacar rédito político de la matanza de Barcelona y señores y señoras mass media queriendo complacer a quien les paga y buscando de forma ruin y mezquina índices de audiencia, emitían por sus cancerígenas bocas el aliento de las cloacas y las letrinas que se genera en sus corazones llenos de pus, esputos viscosos y sanguinolentos producidos en sus pechos corrompidos por la miseria moral.
El corazón de estos miserables está más sucio que el harapo de un apestado y sus pechos albergan las pústulas de la maldad y la miseria moral. Son los miserables.
Manuel del Rosal García