ANALISIS

Santiago López Castillo: «La rebelión de las masas»

Santiago López Castillo: "La rebelión de las masas"

Lo que no hizo el sanguinario de Carrillo lo están perpetrando los chisgarabís de la izquierda. Cargarse el sistema. Vengo denunciándolo en sucesivos comentarios y posiblemente me repita más que el hipo. Así, en mi flagelación o masoquismo me di la otra noche una buena sesión antimonárquica. Del rey abajo ninguno, se ha pasado a de abajo hacia arriba, todos a por él. ¡Qué sesión continua la del Roures! La cuarta, la quinta y la sexta, mambo! Y, para remate con cuernos, estamos en avanzada época de berrea, derrotaban los astados en periodo matrimonial, con Bárbara Rey y sus supuestos amoríos concluyentes en el emérito. Pues miren: conociendo como conocemos a la domadora de fieras -y también yo, que al concluir la carrera estuve en «La Verdad», de Murcia, el mejor periódico regional, de la Editorial Católica, el «Ya»-, la vedette estuvo magnífica ante el acoso y derribo de los culiparlantes de ese bodrio que es «Sálvame…», cuyo mariconeo y lesbianismo está lleno de polvo y paja.
Querían que contara las traiciones amorosas del Emérito, ora pronobis, siempre bajo la sospecha de «la bien pagá». Porque en la comparación refulgía la tal Corinna, que incluso es princesa consorte en sus andanzas matrimoniales y que, al parecer, le abrió caminos polvorientos a Don Juan Carlos, no sé si llevándose el santo o la limosna o las dos cosas a la vez. La situación, pues, es grave. No por el mete y saca a que tan aficionado es su majestad, que también, sino por el deterioro de la institución monárquica. Es sabida la afición de los borbones por las féminas y especialmente las rubias. Con él -y no es farol- compartí algún amorío de altos vuelos o polvo real. Hasta que alguien del mundo de la aviación me alertó de lo arriesgado de la aventura a más de 4.000 pies de altura. No obstante, mantengo mi admiración y respeto por su majestad. (Un artículo que publiqué en «ABC» con motivo la boda de Felipe VI con la trepa Leticia, con ce, snobismos fuera, titulado «No quiero», me apartó de la Casa Real que siempre me invitaba a sus actos sociales y especialmente los culturales).

Don Juan Carlos, recordemos, pidió perdón por la famosa cacería de Botswana aunque servidor, desde la distancia, sintió más dolor por los disparos a los elefantes que por los gatillazos que le diera a la fogosa Corinna. Es, con todos mis respetos, un picha brava. Toda la izquierda, incluido por sus adentros el bobalicón de Sánchez, el presidente falsario de toda falsedad, quiere poner en ridículo al rey Emérito llevándole a las Cortes. Lo malo es que estos «valientes» suelen cagarse por las patas abajo en cuanto huelen la humedad de las rejas.
De momento, imbéciles, existe la ley del derecho al honor y a la propia imagen.

Y, por cierto, en este acoso y derribo al franquismo y a la sucesión monárquica, el general Franco cobraba mil y pico de pesetas mensuales, igualito que los presidentes de hoy, y se caracterizó por una austeridad sin límites.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído