Lo que ahora se pone de manifiesto es que quienes ordenaron su asesinato ordenaron también hacer desaparecer su cadáver
Ian Gibson quería la calavera de Lorca. Por encima de su familia el escritor irlandés afincado en España y que pretende haberse convertido en el depositario de la memoria, las claves y hasta de los huesos del poeta fue el instigador de todo este montaje de remover tumbas que ahora ha acabado en un ridículo estrepitoso. Aliado de la junta y de algunos familiares de quienes presuntamente estaban enterrados con Federico logró al fin que un costoso dispositivo se pusiera en marcha para buscar los cadáveres donde a él le habían dicho que estaban.
El circo, a pesar de la oposición de los sobrinos de García Lorca e incluso de un nieta de otro de los asesinados junto a él (la partidaria era hija de una persona adoptada cuya voluntad prevaleció) se puso en marcha amparado en deseos políticos y la ley de Memoria Histórica , hace más de un mes. Pero tras no se cuantos sondeos y tras enseñarnos que una máquina, una especie de sonar, tenía prácticamente detectados los cuerpos, nada ha aparecido a excepción de una gran roca, ni un mínimo resto ni óseo ni indicativo de presencia humana, y finalmente la búsqueda ha quedado suspendida.
El ridículo es inenarrable pero nadie parece ahora querer saber nada con él. Por supuesto y el primero el tal Gibson que después de quedar como ha quedado ante la evidencia, y lejos de expresar alguna excusa por la pifia absoluta que han demostrado ser sus investigaciones y sus tesis, se ha venido arriba el tío y ya nos vuelve a aleccionar y advertir si no hacemos lo que nos dice, que es que sigamos buscando según el nos vaya diciendo donde, que esta vez va a acertar. Por su parte la Junta de Andalucía procede poco menos que a felicitarse por boca de su consejera de Cultura por los trabajos realizados y lo bien que han hecho los agujeros en el suelo. Remata faena anunciando que van a poner allí alguna estatua o cosa similar de muy moderna estampa.
Más allá del fiasco prosigue, ahora con mayor fuerza, el misterio. Sabemos de la detención y de la atroz muerte del gran poeta del 27 . Pero lo que ahora se pone de manifiesto es que quienes ordenaron su asesinato ordenaron también hacer desaparecer su cadáver. Hay quien está empeñado en encontrarlo. Personalmente creo que resulta mucho más importante lograr que no desaparezca de nosotros su memoria y sus versos. Esa es la memoria viva de Federico.