Banquillo tiene Antonio Basagoiti, así que sólo hace falta que quiera recurrir a él
El retroceso que el PP vasco sufrió en las elecciones del 21 de octubre –perdió tres escaños y se quedó con diez– hizo incluso que a Antonio Basagoiti le entrara la tentación de tirar la toalla. Sin embargo, pasada la tormenta inicial, y tras una Junta Directiva Nacional en Madrid y una Regional en Bilbao en la que el líder de la formación fue respaldado unánimemente, las aguas han vuelto a su cauce. Aunque su nivel sea peligroso. —SIGA LEYENDO EN EL SEMANAL DIGITAL—
Observo con preocupación cómo Basagoiti y su equipo han instalado «a la espera» a un partido que, dada la crisis de la marca socialista, debería aspirar a convertirse en la principal formación constitucionalista en el País Vasco, de la misma forma que en Cataluña estuvo a punto –a un escaño– de conseguirlo el 25-N.
Ello además en un nuevo escenario en el que ETA, según dicen todos los estudios de opinión, ha dejado de ser la máxima preocupación de los vascos, lo que obliga al PP y al resto de partidos a cambiar su discurso, aunque en el ideario de los populares permanezca siempre el compromiso moral con las víctimas del terrorismo.
La elección de Arantza Quiroga como portavoz en el Parlamento, sin embargo, es un paso en la buena dirección, pero debe venir seguido de otros.
El PP vasco pide varios cambios entre su equipo titular que, en realidad, Basagoiti debería haberse atrevido a acometer en el Congreso regional celebrado el pasado mes de mayo, del que salió reelegido con un 92,5% de los votos. Pero lo que no hizo en aquel momento, ahora se convierte en una necesidad.
Por aquel entonces, despojado ya de las ataduras que cuatro años antes le obligaron a hacer equilibrios entre halcones y palomas para cerrar las heridas que provocó la marcha de María San Gil, pudo haber conformado una guardia de corps a su medida. Exactamente igual que Mariano Rajoy hizo en el Congreso de Valencia de 2008, cuando se desprendió de las herencias y levó definitivamente anclas.
Sin embargo, Basagoiti prefirió no sacrificar algunas piezas de su tablero y he aquí el resultado. Especialmente preocupante en Álava, circunscripción en la que el PP pasó de ser el partido más votado en las municipales y las generales de 2011 a caer a la cuarta posición en las autonómicas de octubre. ¡Tres puestos de golpe y, como consecuencia, la no obtención del sexto escaño en la provincia que habría salvado dignamente el resultado electoral de todo el País Vasco!
No me andaré por las ramas: el puente aéreo Vitoria-Madrid tiene buena parte de la culpa. La candidatura de Álava la encabezó un Iñaki Oyarzabal que como candidato no ha conectado con el votante tradicional del PP, y que desde que compatibiliza la Secretaría General del PP vasco con la dirección del área de Justicia, Derechos y Libertades en Génova 13 no es sencillo saber cuál es su papel. Ya lo dice el refrán: quien mucho abarca poco aprieta. Lo mismo le pasa a Alfonso Alonso, que desde que es portavoz del PP en el Congreso –con la dedicación que ello conlleva, más todavía por ser la longa manu de la vicepresidenta del Gobierno en los asuntos políticos trascendentes– lógicamente ejerce de presidente de los populares alaveses casi a ratos libres.
Álava no es lo único que debe preocuparle a Basagoiti. En Vizcaya no convendría posponer por más tiempo el relevo del veterano presidente, Antón Damborenea; y en Guipúzcoa, terreno especialmente complicado para el PP, Borja Sémper -presidente– y Ramón Gómez Ugalde –portavoz en el Ayuntamiento de San Sebastián– parecen no cuajar.
Hace falta algo más que ser de la llamada «generación Miguel Ángel Blanco» para abrirse paso en el complicado panorama vasco. Como bien decía hace unos días la brava Pilar Elías, la veterana concejal viuda de Baglietto, el problema en las elecciones no ha sido Basagoiti sino algunos de los jóvenes que tienen que «aprender mucho, mucho».
Banquillo tiene Antonio Basagoiti, así que sólo hace falta que quiera recurrir a él.
En Álava viene pisando con fuerza Laura Garrido, portavoz adjunta en el Parlamento, que tendrá su ocasión de auto reivindicarse cuando Quiroga dé a luz a su quinto hijo. Al alcalde de Vitoria, Javier Maroto, también conviene tenerle en cuenta, lo mismo que al diputado general alavés, Javier de Andrés.
En Vizcaya la secretaria general de la formación, Nerea Llanos, está sorprendiendo para bien desde su llegada al cargo, y también está ganando galones Amaia Fernández, portavoz en el Ayuntamiento de Baracaldo. En Guipúzcoa Quiroga no es ningún descubrimiento, pero me intriga saber cómo de lejos llegará. ¿Podría ser la candidata en las próximas autonómicas, toda vez que Basagoiti ya ha adelantado que no se presentará por tercera vez? Proyección pública desde luego no le falta, ni tablas, experiencia y discurso tampoco.
No obstante, esa decisión queda lejos aún. En lo que debería centrarse Basagoiti ahora es en dar cancha a personas acostumbradas a pisar la calle –como él demostró en sus años de concejal en Bilbao pateándose todos sus barrios– y a hacer política en ella. Porque puede que el Partido Popular vasco sea un gran partido, pero no es un partido grande. Y para que su voz se escuche hay que estar a pie de obra.