La baronía andaluza de Podemos se antoja un foco de problemas para el equipo de Pablo Iglesias, que se encuentra atrapado entre el oficialista Sergio Pascual y la crítica Teresa Rodríguez.
La postura oficial y pública pasa por la consigna de «unidad» proclamada por el propio Iglesias. Pero por debajo de la superficie la situación resulta problemática ante la desconfianza entre ambos candidatos.
En apenas unos meses de vida Podemos ya cuenta con tensiones internas que se dejan ver en la nueva carrera abierta desde este miércoles por asumir el poder territorial en las comunidades autónomas. Una y otra vez la dirección nacional, copada por Iglesias y sus fieles, clama por las listas unitarias allá donde existen discrepancias.
Pero sus críticos, a su vez, señalan que resulta curioso el hecho de que ahora pidan unidad los mismos que la negaron en la Asamblea Ciudadana del pasado otoño y que han copado en su mayor parte los puestos de responsabilidad municipales.
El mejor ejemplo es el de Andalucía, donde la europarlamentaria Rodríguez, de la corriente Sumando Podemos, y el secretario de Organización -y miembro del Consejo Ciudadano-, Pascual, representan dos alternativas que, incluso en el caso de llegar a un acuerdo por el bien de Podemos, tendrán que enfrentarse a la designación de un candidato para las autonómicas.
Y ahí está uno de los nudos gordianos de la situación. Rodríguez, con perfil crítico, es juzgada como demasiado «radical» por algunos miembros de la cúpula de Podemos que siguen viendo en los militantes de Izquierda Anticapitalista -de donde procede- a «caballos de Troya» del gurú trotskista Jaime Pastor.
Sin embargo, Pascual también arrastra lo suyo. Los críticos con la dirección nacional consideran que el hombre de Iglesias para la expansión del partido ha estado ligado durante años a la Casta en calidad de funcionario de la Junta de Andalucía regida por el PSOE.
Aunque Pascual se vinculó al grupo de Iglesias antes de la fundación de Podemos a través de la CEPS y ha ejercido como delegado sindical del SAT -el sindicato de extrema izquierda regido por Diego Cañamero-, de forma paralela desempeñó cargos en su calidad de funcionario del cuerpo superior facultativo de la Junta, aunque ahora no pueda ni ver a sus superiores de entonces.
Su participación como jefe del servicio de Inspección en la concesión de las licencias de la TDT andaluza, aireada recientemente, ha colocado en un brete a Pascual, que se ha apresurado a señalar que participó como funcionario en razón de su puesto y no como político. Sin embargo, para dicho cargo fue cooptado por libre designación por Juan Antonio Cortecero, hombre de confianza, a su vez, de Gaspar Zarrías.
Al margen de esto, quienes defienden que Pascual sería un buen candidato para asaltar el búnker socialista andaluz lo hacen amparándose en la experiencia funcionarial del secretario de Organización y en su conocimiento de la política interna andaluza.
A Rodríguez, sin embargo, se le critica su «activismo» desbordante. «Una mujer pegada a un megáfono», se ha definido a sí misma, pero que conecta con los sectores más maximalistas de Podemos, contrarios al aggiornamento de Iglesias y su gente.
La cuestión, además, afecta al control de Podemos desde Madrid, donde ven con cierta inquietud que tanto Rodríguez en Andalucía como Pablo Echenique en Aragón puedan convertir ambas Comunidades en sus feudos.