El Ayuntamiento de Manuela Carmena, a iniciativa del PSOE del defenestrado Antonio Miguel Carmona y con el apoyo de la maricomplejines de C’s, Begoña Villacís, mejorará la calidad de vida de los madrileños cambiando el nombre de treinta calles en 16 distritos de la capital en una primera aplicación de la Ley de Memoria Histórica–76 años, 8 meses y 20 días después de que tomaran Madrid, el ‘rojerío’ echa a las tropas de Franco de la capital–.
El anuncio lo hizo la delegada de Cultura y Deportes, la concejal y ‘okupa’ del Patio Maravillas, Celia Mayer. El criterio que se ha seguido ha sido que «no hubiera margen de ninguna duda: o bien incitadores del golpe de Estado -de 1936- o ejecutores de delitos de lesa humanidad que es lo que explica la ONU».
Este tan conciliador como flexible criterio vale a la hora de quitar del callejero al falangista José Calvo Sotelo pero no se ajusta para quien pidió su muerte, la comunista Dolores Ibarruri, ‘La Pasionaria’, que en las Cortes le amenazó antes de que muriera asesinado: «Este será tu último discurso».
De momento, a Calvo Sotelo no lo han sacado de nuevo a paseo y se ha librado de la primera purga pero su nombre figura en la lista de Carmena.
Los podemitas, herederos del zapaterismo más cerril, limpiaran Madrid no de las basuras pero sí de franquistas, monárquicos, católicos y fachas. Se inventan así un nuevo pasado que oculta el golpe de Estado de 1934 dirigido por el PSOE y la Esquerra contra el gobierno republicano.
Solo se recordarán los fusilamientos del franquismo pero dentro de los delitos de lesa humanidad que combate Celia ‘Golda’ Meyer jamás estará el genocidio de Paracuellos o los asesinatos por persecución religiosa ni los tribunales del Frente Popular.
Unos ocultan su pasado golpista y opresor tanto como otros, los comunistas del PCE esconden cómo fusilaron a enemigos de izquierdas como de derecha tal como narró con espanto George Orwell, testigo en primera persona de sus matanzas. Y es que en la Guerra Civil no hubo buenos y malos sino mucho canalla en ambos bandos.
No está de más recordar que en 2013 el PSOE se opuso a que el disidente cubano Oswaldo Payá tuviera una calle con su nombre en Madrid. Y en 2005 rechazaron dedicar una calle al periodista Jaime Campmany por, según dijeron, tener una trayectoria de «falangista, racista y machista».
