En cuanto el Puto Amo (el homínido gubernamental dixit) le demostró quién es el que manda, el lobato pasó a ser lobito. Pues, ¿qué se creía él? Pero que sepa esos que renunciaron a cenar con él, perdiendo los 15 euros que habían pagado, tampoco visitarán al Felón cuando esté en la cárcel.
Debería haber aguantado, aunque le tocara cenar con dos o tres, o incluso solo. Con ello habría dejado en evidencia al ganado lanar, y sacado de sus casillas a Pedro Pedrusco que sin ser consciente de nada más que de que haya espejos cerca para mirarse va pavimentando el camino que lo llevará a la cárcel. Se habría puesto a dar patadas y puntapiés a todo lo que pillara por delante y se habría ganado una hostia de Begoña, que bastante cabreo tiene, en caso de haberle acertado a ella. Sin querer, claro. Ciego de ira.
Lo curioso es que la jugada que preparó el nutrido grupo de asesores que le pagamos a Sánchez para perjudicar a Ayuso, y con suerte tirarla de la política, ha servido, de momento, para eliminar políticamente a Lobato. Luego tendrán que venir unas cuantas imputaciones. Son «muy buenos» estos asesores del Felón. Gracias a ellos la policía tiene a más delincuentes fichados.
En el ya dimitido se apreciaban dos cosas, un miedo cerval a ir a la cárcel y un pánico incontrolable a cabrear al Felón. A éste le debe de haber bastado con mover una ceja para que todos entiendan lo que deben hacer y se hayan apresurado a satisfacerlo. Lo de no ir a la cárcel ignoro si lo habrá conseguido, porque mis conocimientos legales se limitan a saber que quién tiene noticia de un delito debe denunciarlo sin tardar. Y eso no lo hizo.
La conclusión que extrae de todo eso es que no supo bien qué hacer y lo que hizo puede ser un instrumento valioso en manos del juez.