El acuerdo de Pemex para construir siete remolcadores en astilleros gallegos, y compartir la construcción de otros siete con astilleros mejicanos, ha dibujado al fin una sonrisa en ejecutivos y trabajadores del Naval, en sus familias, entre sus vecinos, tras un par de años encerrados en un siniestro «corredor de la muerte» empresarial y laboral.
Incluso Pachi Vázquez, al que la confirmación de la noticia le llegó cuando iniciaba una visita a Navalia, en Vigo, se hizo de tripas políticas el corazón, desconectó durante unos minutos el chip que lleva implantado para ejercer de androide de la oposición, y tuvo la gallardía de hacerse humano unos instantes y declarar ante Dios, la historia y los chicos de la prensa:
«Hoy es un día positivo para el Naval»
No se le podía pedir más al hombre que aspira a enfrentarse a Núñez Feijóo en la próxima batalla electoral de Galicia. Al lado del sepulcral silencio que ha guardado el alcalde de Vigo, demasiado ocupado exorcizando el Área Metropolitana, y cuya aireada amistad con Almunia confirma la máxima popular ante los frecuentes fraudes de amistades peligrosas: «con amigos como ese para que necesita uno enemigos», la actitud del líder del PSdG transmite una bocanada de civismo político.
La intolerancia, la rabia contenida, el instinto autodestructivo de los «descamisados» seguidores de Abel Caballero, aparecía una vez más en los comentarios que figuraban bajo la información digital del periódico de más tirada de la ciudad. ¡Les puede parecer increíble!
Pero hay vigueses a los que les ha caído como un jarro de agua fría el maná de «carga de trabajo» que ha llovido sobre los astilleros de Vigo.
No soportan que Alberto Núñez Feijóo haya sido el intermediario entre la demanda mejicana y la oferta viguesa a la desesperada. Es el «Vigo caníbal» que no ha compuesto Antón Reixa, sino Abel Caballero.
El Vigo «guerracivilista» que han creado los irresponsables lacayos del alcalde. El Vigo de los «yihadistas» cuya única obsesión en esta vida es hacer la «guerra santa» a cualquier rival que amenace en el horizonte a su Perón y a su Evita.
Hoy es un buen día para el Naval, como decía Pachi Vázquez, y por extensión un buen día para Vigo. El único borrón es descubrir que existen vigueses a los que la noticia no les ha proporcionado un subidón, sino un disgusto.
Que en una ciudad con más del 24% de parados, existen energúmenos que preferirían entonar un réquiem por el Naval que un «aleluya» por el éxito del Presidente de Galicia, o sea, el Presidente de una comunidad en la que, casualmente, está ubicada la ciudad de Vigo.
Si la Xunta quiere construir un hospital, zancadilla al canto. Si quiere construir la Ciudad de Justicia, problemas. Se le ocurre desarrollar por fin el Área Metropolitana, impedimentos. Se trae carga de trabajo para los astilleros de Vigo, leña al mono.
Ya no cuelan los demagógicos sermones pagados del Perón vigués acusando a la Xunta de no hacer nada por Vigo. A Abel Caballero, lo que de verdad le preocupa es precisamente lo que hace la Xunta en Vigo y por Vigo.
Y, lo que le ocupa, mucho más que los diversos problemas de la ciudad, es encontrar la fórmula de retrasar, de impedir o de deshacer cualquier cosa de las muchas que el gobierno Feijóo quiere hacer en esa ciudad.
Este es el esperpento que se vive en la gran ciudad del sur de Galicia. 50 mil vigueses, con el apéndice de 16 mil votantes del BNG, juegan con el presente y con el futuro de una ciudad de 300 mil seres humanos en la que, una de cada cuatro personas en condiciones de trabajar, está en el paro.
¡Que la historia perdone a Abel Caballero, a sus lacayos, a sus «descamisados», a sus socios nacionalistas, a sus cómplices mediáticos, porque no saben lo que están haciendo!