Se equivocan. Los periodistas se equivocan. Analizan la realidad desde sus prejuicios o vaya usted a saber desde donde, pero se equivocan. Y se equivoca Pablo Casado. El PP no es la casa común de nadie. Nadie, ni siquiera ellos, sienten que su casa sea el partido.
España es la casa común de todos los españoles.
Cuando Teresa Rodríguez dijo en el discurso de investidura del nuevo gobierno andaluz que los Reyes Católicos habían abortado el Renacimiento en España y la habían devuelto a la Edad Media, demostraba una ignorancia tan estúpida que ningún periodista se atrevió a reproducirlo o rebatirlo. Porque eso les obligaba a reconocer la evidencia: todos ellos tratan a los españoles como si fueran idiotas. Al tratar a Teresa Rodríguez como alguien aceptable en la política española, nos llaman a todos idiotas.
Se equivocaron Rajoy y Soraya cuando despreciaron la España de los balcones. La desprecian porque no la entienden, porque no se reconocen en la casa común, la España refundada y recuperada por una joven reina, Isabel, que supo como nadie interpretar el sentir de los castellanos frente a la despótica nobleza tardo medieval. Y construyó la primera gran nación moderna europea: España.
No nos engañemos, las víctimas del terrorismo murieron por España, por la casa común, no por las siglas de ningún partido.
No se enteran. Insultan a los votantes de Vox, desprecian a la España silenciosa y trabajadora. Creen que ellos son los intelectuales, los inteligentes, los que pueden filtrar nuestras noticias o modelar nuestros pensamientos. Pero se equivocan. Primero, porque no son tan leídos y cultos como se creen, y segundo, porque nadie los ha erigido en conciencia nacional.
¿Por qué tengo yo que someter mis ideas al filtro de la prensa? ¿Por qué la opinión de cualquier periodista es mejor que la mía? ¿Cómo es posible que esos señores tan ilustrados, tan intelectuales e inteligentes, tan listos, sean incapaces de frenar este populismo que a todos nos arrastra con sus maravillosos argumentos?
A lo mejor es que no se enteran. A lo mejor es que tienen que ir dándose cuenta de que se equivocan. Ellos dan pereza, nadie quiere comprar sus periódicos o votar sus partidos. Vox ilusiona. Ellos producen desconfianza, desapego, hartura. Vox anima. Ellos matan los debates, la libertad, la iniciativa. Vox ha hecho estallar lo políticamente correcto, y nos obliga a todos a repensarlo todo.
Vox empieza a ser una catarsis nacional y está tan de moda, que ni ellos pueden ignorarlos. No saben qué hacer con Vox. Lo manosean, lo maltratan, lo desprecian, hablan sin parar sobre el fenómeno. Pero no lo ven, no lo entienden, no saben de qué va. No saben mirar, ni escuchar, ni analizar. De tanto mentir y mirarse al ombligo, se han olvidado de que existe la realidad.
