Nuestro prestigio puede estar en juego

Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de Nieto en ABC el pasado día 26 de marzo)

Muchas son las cosas que fastidian ante la aparición de una epidemia de causa escasamente conocida y en cuanto a la forma de hacerla desaparecer de nuestro panorama; así, por ejemplo, la obligación de recluirnos en nuestras propias casas. Pero por lo menos  nos proporcionaban un ocasión pintiparada para hacer valer ante el resto del mundo la organización y la eficacia de un prestigioso sistema sanitario.

Fíjese usted en lo exigentes que los españoles fuimos siempre a la hora de reconocer nuestras virtudes, y sin embargo ya habíamos admitido la idea de que la salud estaba situada aquí entre los problemas de carácter social mejor tratados, hasta el punto de que nos parecía incomprensible, por ejemplo, que en el país más avanzado de este mundo, es decir, en los Estados Unidos, quien necesite operarse o seguir un tratamiento algo costoso debe desembolsar una fortuna. Y ahí podríamos mostrar un cúmulo de pruebas fehacientes de la categoría de nuestra nación, como la calidad y esperanza de vida, aspecto en el que estamos en posiciones de cabeza, y no digamos en lo que se refiere a los transplantes como fruto del dominio de una técnica avanzada, una alta capacidad organizativa y la generosidad de nuestro pueblo.

Pues bien, en eso estábamos cuando surgió el coronavirus y nos chafó el invento, de forma que  en un breve tiempo nos situamos igualmente en cabeza, pero esta vez del número de víctimas, no sé si sólo de forma temporal, mas por lo menos en estos momentos iniciales. Se ve que haber transferido la gestión de nuestros medios entre las autonomías hizo que, llegada la desgracia, no se dispusiera de suficientes mascarillas y respiradores a disposición de hospitales, residencias de ancianos y otras instituciones. Así que se produciría una acusada falta de equipos de protección incluso para el personal facultativo; fallo éste sumamente peligroso porque en el trance el estado había perdido incluso la costumbre de hacer gestiones para realizar las necesarias compras.

Y dígame usted, amable aunque improbable lector mío, quién impide que los desfavorables datos publicados con motivo de la extensión del virus en España proyecte al exterior la imagen de un país tercermundista y deficientemente organizado; un lugar poco seguro desde un punto de vista tan esencial y trascendente como el de garantizar la salud del ciudadano. Y mire usted que en esto habíamos conseguido alcanzar una fundada buena fama; tanta que, ahí tienen ustedes, por ejemplo, a los ingleses que al alcanzar la edad de su retiro vienen a este país para gozar de nuestras soleadas costas y adquieren una casa precisamente gracias a la garantía de un servicio médico excelente. Esto venían haciendo – por lo menos antes del “Brexit” – los ingleses, es decir, aquellos que impulsaron la Leyenda Negra que nos hacía aparecer ante la Historia como seres no recomendables.

Así que, si la situación  no cambia demasiado, no sería extraño que tras el paso del coronaviruas nosotros mismos, acostumbrados a comprar cualquier patraña urdida fuera de nuestras fronteras dándola por buena, volviéramos a hacer lo mismo. Porque datos los hay: ya estamos en cabeza de fallecidos y también de gente contagiada superando a los vecinos italianos. Y ahora a ver si hay algún guapo que se atreva a presumir de que somos la octava maravilla en cuanto a protección de la salud.

Claro que cuando cada uno tira de su propia manta sin atender al bien completo del conjunto, como sucede muchas veces en España, bien puede suceder cualquier desastre. Recuerden que hay servicios que funcionan dentro de una autonomía pero de poco sirven para sus vecinos. Y que la obsesión por descentralizar suele dar lugar a que cargos que debieran otorgarse a especialistas se concedan con criterios que poco tienen que ver con la eficacia, de forma que hacen de la salud una “maría”  que no tiene apenas contenido…Bueno, que no lo tiene hasta que ocurre una tragedia como la del coronavirus, por ejemplo.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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