Ya advierte el refrán que no se debe desnudar a un santo para vestir a otro. Y mucho menos si éste no está desnudo, y al que se despoja de sus ropas es el más humilde, el más indefenso y el más tonto de los dos. Si además el encargado del guardarropa -el párroco del refrán- no actúa guiado por beatíficos intereses litúrgicos y de su feligresía, sino con ánimo de lucro o promoción personal, el striptease de los santos se convierte en un expolio de tomo y lomo.
Viene esta metáfora a cuento de los agravios que se han cometido con numerosos pueblos de la sierra norte de la Comunidad de Madrid, que han pagado con el subdesarrollo social y económico las demandas de calidad de vida de Madrid, capital del reino. Unos han servido de pulmón a los madrileños; otros han asegurado el suministro de agua y energía a la capital, y algunos más les han proporcionado áreas de esparcimiento y recreo. Y todos han sido inmolados a la mayor gloria de los políticos de turno, que tuvieron la brillante y democrática idea de transformar por Decreto-Ley la totalidad de sus términos municipales en Parques Regionales y, de rebote, convertirlos en magníficos caldos de cultivo de larvadas maniobras de especulación urbanística, para beneficio de unos cuantos avisados.
A cambio de la generosidad indefensa de estos municipios -y de la ineptitud o la avaricia de muchos de sus alcaldes- hoy disfrutan de espectaculares carencias de infraestructuras y servicios esenciales, con décadas de retraso respecto de otros municipios limítrofes que, menos afortunados por la naturaleza -o con mejores y más honrados regidores-, han podido, y han sabido ponerse a salvo de los incontables beneficios que les hubiera otorgado la condición de Parque Regional, lo que les ha permitido generar riqueza, empleo y crecimiento económico.
Entre todos los municipios afectados, Hoyo de Manzanares ha sido, es y será, sin duda, ejemplo inigualable de expolio, sacrificio y abandono, chivo expiatorio de la nefasta política autonómica de Parques Regionales y de alcaldes sin escrúpulos. Al socialista Joaquín Leguina, primer presidente de la Comunidad de Madrid -con el apoyo entusiasta de Ruiz Gallardón-, su continuador en el cargo, le debe Hoyo de Manzanares el dudosísimo honor de la creación, en 1985, del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares y la inclusión de la totalidad de su término municipal en el mismo. Desde entonces, la ciclópea losa de la ley del Parque Regional gravita sobre el municipio, asfixiando cualquier posibilidad de desarrollo social y económico, auspiciando inverosíliles carencias de infraestructuras y servicios esenciales hasta convertir a Hoyo de Manzanares en el farolillo rojo de todos los municipios de la sierra norte madrileña.
El paisaje y la vida cotidiana en estos pueblos -tan afortunados por la naturaleza como escasos en oportunidades, empleo, infraestructuras y servicios- recuerda el quehacer caciquil de tantos señoritos latifundistas que tan bien describieran Berlanga o Camus en La escopeta nacional y en Los santos inocentes, con su tropa de caciques ambidextros, políticos de medio pelo y ecolojetas diversos que, instalados en el siglo XIX, recurren cansinamente al encanto de lo rural y al tópico de la calidad de vida -pensando sin duda en la que disfrutan ellos- como coartadas infalibles en defensa de sus privilegios e intereses, mientras que en un alarde de estupidez y egoísmo abominan de los municipios que sí han sabido defender los derechos de sus vecinos, haciendo posible que el disfrute de la naturaleza y el cuidado del medio ambiente sean compatibles con el derecho al trabajo, la vivienda o la educación, promoviendo el desarrollo social y económico de sus pueblos.