"Tú crees en el Dios que juega a los dados y yo creo en la ley y la ordenación total de un mundo que es objetivo"

¡Los genios también se equivocan! Estos son los dos más grandes errores de Albert Einstein

La constante cosmológica impulsó a Einstein a formular una teoría en la que el universo era estático. Actualmente, sabemos que no es así

Albert Einstein es el científico más famoso del siglo XX, que dejó un gran legado a la humanidad con sus grandes teorías, frases imborrables y la que seguramente es la ecuación más popular de la historia de la ciencia: E=mc2, la equivalencia entre masa y energía con la velocidad de la luz al cuadrado como factor de multiplicación.

Sus predicciones continúan confirmándose hasta la actualidad. La última de ellas, las ondas gravitacionales.

A pesar de su genialidad, en varias ocasiones Einstein fue incapaz de captar el significado de algunas de sus ideas más profundas. Algunos dicen que, incluso, llegó a subestimar la importancia de sus propios hallazgos.

Es así como Einstein se equivocó dos veces en factores fuera del campo de la ciencia.

Su primer error: el universo es estático

En su famosísima teoría de la relatividad, Albert Einstein escribió la ecuación que describe la evolución del Universo en función del tiempo.

En esta obra maestra, se refirió a un universo inestable, en lugar de, como se creía hasta entonces, una enorme esfera de volumen constante en la que se deslizaban las estrellas.

Esta creencia provocó una anomalía histórica: en el año 1054, los chinos advirtieron una nueva luz en el cielo que no aparece mencionada en ningún documento europeo, y eso que se pudo ver a plena luz del día durante varias semanas.

Se trataba de una supernova, es decir, una estrella moribunda, cuyos restos todavía se pueden observar en la nebulosa del Cangrejo.

Hacia 1913 Einstein descubrió que relacionando la curvatura del espacio con la de la energía podía explicar la gravedad.

En su momento presentó un diferentes ecuaciones (conocidas actualmente como ecuaciones del campo de Einstein) que se convirtieron en la base de su teoría de la relatividad y explicaban cómo la materia y la energía deforman el tejido del espacio y el tiempo para crear la fuerza de la gravedad.

Para no contradecir la idea de un universo estático, Einstein introdujo en sus ecuaciones una constante cosmológica que congelaba el estado del universo. La intuición le falló: en 1929, cuando Hubble demostró que el universo se expandía, Einstein admitió haber cometido “su mayor error”.

Es así como el modelo de Einstein era inestable, y por esta razón y, casi una década después, el físico Edwin Hubble descubrió: que el universo no es estático, sino que se está expandiendo.

La luz de las galaxias distantes mostró que todo se aleja y, por tanto, contradecía el modelo de Einstein.

Según cuenta la historia, Einstein confesó que su introducción de esta constante fue quizás su mayor error.

Segundo error: «Dios no juega a los dados con el universo»

Einstein también se desarrolló en la mecánica cuántica, que describe la física de lo infinitamente pequeño.

Hizo una contribución relevante en ese ámbito, en 1905, con su interpretación del efecto fotoeléctrico como una colisión entre electrones y fotones, es decir, entre partículas infinitesimales portadoras de energía.

De esta manera, explicó que la luz, descrita tradicionalmente como una onda, se comporta como un flujo de partículas.

Fue por este estudio, y no por la teoría general de la relatividad, por el que Einstein fue galardonado con el premio Nobel en 1921.

Pero, contrariamente a este avance, el mundo de las partículas no está sometido al determinismo estricto de la física clásica.

Es así como el mundo cuántico es probabilístico, lo que implica que solo somos capaces de predecir una probabilidad de ocurrencia entre un conjunto de sucesos posibles.

Einstein estaba convencido de que el pensamiento puro era capaz de abarcar toda la realidad, pero la aleatoriedad cuántica contradice esa hipótesis.

Dicho principio impone un determinismo colectivo a los conjuntos de partículas: un electrón por sí mismo es libre, puesto que no se puede calcular su trayectoria al atravesar una rendija, pero un millón de electrones dibujan una figura de difracción que muestra franjas oscuras y brillantes que sí se pueden predecir.

Pero Einstein no quería admitir ese indeterminismo elemental y lo resumió en un veredicto provocador: «Dios no juega a los dados con el universo».

Espuso así, la existencia de variables ocultas, de magnitudes por descubrir más allá de la masa, la carga y el espín, que los físicos utilizan para describir las partículas. Pero la experiencia no le dio la razón.

De esta manera, actualmente entendemos que nada es estricto y que no podemos saber todo del mundo de lo infinitamente pequeño.

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Autor

Yéssica Salazar

Licenciada en Comunicación Social, mención Periodismo. Con Máster en Gerencia y Tecnologías de la Información. Con infinito amor por el periodismo y los medios audiovisuales que me han permitido conocer nuevos senderos, diferentes y desconocidos.

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