La historia de la doctora Elisabeth Arrojo (Asturias, 1983) es mucho más que la trayectoria profesional de una especialista en oncología radioterápica. Doctora “Cum Laude” en Oncología por la Universidad de Oviedo, es la historia de una mujer que ha sabido combinar la excelencia científica con una profunda sensibilidad humana. Reconocida internacionalmente por su trabajo pionero en hipertermia electromodulada, y en Estados Unidos como “Persona Extraordinaria en las Ciencias”, Elisabeth ha transformado la forma en que se trata el cáncer, integrando la tecnología más avanzada con un enfoque que considera al paciente como un todo: cuerpo, mente y espíritu. En esta entrevista nos acerca a sus retos, logros y a su visión única que está cambiando la oncología en España y más allá.
- Como mujer líder en el campo médico y científico, ¿con qué retos se ha enfrentado y cómo los ha superado?
- ¿En qué consiste la oncothermia o hipertermia electromodulada que Ud. practica en su clínica?
- Cuénteme cuál es su historia
- ¿Qué aspectos de su formación marcaron su manera de ejercer la medicina hoy?
- En un campo tan complejo como el de la oncología, ¿qué ha sido lo más difícil y lo más gratificante de su camino?
- Usted ha sido reconocida por su enfoque integral del paciente. ¿Qué significa para usted tratar a una persona más allá de la enfermedad?
- ¿Cómo logra equilibrar el rigor científico con la empatía, especialmente en diagnósticos duros como el cáncer?
- ¿Qué importancia tiene la psicología, la nutrición o incluso la espiritualidad en el tratamiento oncológico?
- ¿Cuáles son las líneas de investigación más esperanzadoras en las que está trabajando actualmente?
- En su experiencia, ¿cómo ha evolucionado la relación entre investigación científica y práctica clínica en los últimos años?
- ¿Qué consejos daría a los jóvenes médicos que hoy empiezan su carrera?
- Si pudiera enviar un solo mensaje a quienes están atravesando una enfermedad oncológica, ¿cuál sería?
- Conclusión
Como mujer líder en el campo médico y científico, ¿con qué retos se ha enfrentado y cómo los ha superado?
Sin duda, uno de los retos más importantes ha sido la conciliación entre la vida profesional y la familiar. A menudo, el mundo de la medicina requiere una entrega total, y como mujer, muchas veces te ves ante la disyuntiva de elegir o sentir que debes sacrificar aspectos personales para avanzar profesionalmente. Para mí, eso fue especialmente duro, porque tuve que afrontar una separación matrimonial, recuerdo especialmente lo difíciles que fueron las primeras navidades sin ellos, un momento muy emocional que me puso a prueba en lo personal y me hizo replantear mis prioridades. Superar estas dificultades no ha sido fácil, pero me ha fortalecido para mantener un equilibrio que considero vital: ser una profesional comprometida sin dejar de ser madre y mujer. He contado con el apoyo de mi equipo de trabajo y mi entorno, que ha sido clave para seguir adelante.
¿En qué consiste la oncothermia o hipertermia electromodulada que Ud. practica en su clínica?
La oncothermia, o hipertermia electromodulada, es una técnica que consiste en calentar de forma selectiva el tejido tumoral para potenciar el efecto de los tratamientos convencionales como la radioterapia y la quimioterapia. Este calentamiento se realiza con un dispositivo que emite campos electromagnéticos modulados, que actúan específicamente sobre las células cancerosas sin dañar el tejido sano. Esto mejora la eficacia del tratamiento y puede reducir efectos secundarios. La hipertermia oncológica es una técnica innovadora, que tiene una base científica sólida y que está avalada por la Sanidad Española y la Organización Médica Colegial. Está disponible en centros públicos como el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla y en nuestro centro INMOA, donde además impulsamos la formación práctica de profesionales en esta área.

Cuénteme cuál es su historia
Nací en Asturias en 1983, y desde muy joven supe que quería dedicarme a la medicina. Me doctoré Cum Laude en Oncología por la Universidad de Oviedo y me especialicé en radioterapia. Después, investigué en Santander y desarrollé una técnica pionera que reducía las sesiones de radioterapia para cáncer de mama de seis semanas a una sola sesión ambulatoria. Esto despertó el interés de varios hospitales de Estados Unidos, donde me trasladé gracias a un visado reservado a personas con habilidades extraordinarias. Allí fui coordinadora de investigación en uno de los centros oncológicos más importantes y recibí varios premios por mi trabajo en braquiterapia. El diagnóstico de cáncer de mi madre me hizo volver a España, donde me especialicé en hipertermia electromodulada. Actualmente dirijo el Instituto Médico de Oncología Avanzada (INMOA) y soy responsable del área de investigación en hipertermia oncológica en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Además, inauguré el Centro Nacional de Prevención del Cáncer en 2023, una iniciativa única en Europa centrada en la prevención a través de la investigación y hábitos saludables.
¿Qué aspectos de su formación marcaron su manera de ejercer la medicina hoy?
Sin duda, mi etapa en Estados Unidos fue decisiva. Allí viví un entorno donde la investigación científica y la aplicación clínica están estrechamente vinculadas, lo que me permitió desarrollar un enfoque muy riguroso y práctico. Además, la exigencia de ese nivel me enseñó a buscar la excelencia constantemente y a valorar la innovación como un motor fundamental en oncología. Me enseñó a trabajar con una mentalidad abierta a la innovación, sin miedo a cambiar protocolos si hay evidencia de que algo funciona mejor. También aprendí la importancia de tratar a la persona y no solo la enfermedad, vi cómo se dedicaba tiempo a explicar, a escuchar y a dar acompañamiento emocional. Ese enfoque humano es ahora parte de mi filosofía: no somos solo médicos que aplican tratamientos; somos personas cuidando a otras personas.

En un campo tan complejo como el de la oncología, ¿qué ha sido lo más difícil y lo más gratificante de su camino?
Lo más difícil en mi trayectoria ha sido afrontar el enorme peso emocional que conlleva el cáncer, no solo para los pacientes y sus familias, sino también para nosotros, los médicos. Cuando un paciente sufre, nosotros sufrimos con él, y lo cierto es que nadie nos enseña a gestionar nuestro propio dolor. Nadie te prepara para comunicar un diagnóstico devastador, ni para volver a casa después de un día duro y dejar a un lado todo lo que has visto y vivido. Es un aprendizaje solitario, que desgasta profundamente. A nivel personal, hubo momentos especialmente duros, como las primeras navidades que pasé separada de mis hijos, que me hicieron entender que esta profesión exige mucho más que conocimientos técnicos: implica una fortaleza emocional que a veces parece inalcanzable. Sin embargo, lo más gratificante es estar cerca de los pacientes, acompañarlos en su proceso y ver cómo los tratamientos innovadores pueden devolverles calidad de vida y esperanza. Cada semana recibo mensajes y testimonios de agradecimiento que me llenan el alma —personas que me dicen: “Gracias por devolverme la esperanza” o “Me siento acompañada”. Esos gestos son la razón por la que nunca me rindo, por muy difícil que sea el camino
Usted ha sido reconocida por su enfoque integral del paciente. ¿Qué significa para usted tratar a una persona más allá de la enfermedad?
Para mí, el paciente es un ser completo, con un cuerpo, una mente, emociones, miedos, deseos y una historia de vida que influyen de forma directa en su salud. No podemos tratar un tumor sin comprender cómo vive esa persona, cómo se alimenta, qué angustias arrastra o qué recursos emocionales tiene para enfrentarse a la enfermedad. Tratar solo la enfermedad es insuficiente. En INMOA trabajamos con psicólogos, nutricionistas y, cuando el paciente lo solicita, ofrecemos también acompañamiento espiritual. Este enfoque holístico, que atiende tanto la dimensión física como la emocional y social, no solo mejora su bienestar, sino que con frecuencia favorece una mejor respuesta a los tratamientos. Cada paciente merece un abordaje personalizado, donde el respeto, la escucha activa y el acompañamiento real formen parte esencial del proceso terapéutico.

¿Cómo logra equilibrar el rigor científico con la empatía, especialmente en diagnósticos duros como el cáncer?
La empatía no está reñida con la ciencia; al contrario, es su mejor aliada. Un médico empático escucha mejor, comprende mejor y puede ofrecer un tratamiento más ajustado. Para mí, la medicina es un equilibrio constante entre la objetividad y la humanidad: la ciencia exige rigor, precisión y método, pero el paciente necesita sentirse acompañado y comprendido. Por eso siempre intento comunicar con claridad y honestidad, sin generar falsas expectativas, pero transmitiendo un mensaje de esperanza. La empatía es la base de esa relación de confianza que permite que el paciente se sienta informado y, al mismo tiempo, apoyado en todo su proceso
¿Qué importancia tiene la psicología, la nutrición o incluso la espiritualidad en el tratamiento oncológico?
La prevención es clave: hasta el 40% de los cánceres se pueden evitar con hábitos de vida saludables, sólo el 10% es genético, y en ese sentido la nutrición tiene un papel fundamental para fortalecer el organismo y mejorar la respuesta a los tratamientos. Pero no solo es el cuerpo el que lucha; la psicología ayuda a manejar el estrés, la ansiedad y el miedo, dándole al paciente más fuerza para afrontar el proceso, mientras que la espiritualidad – cuando la persona lo desea – puede aportar consuelo y un sentido profundo al camino. El cáncer es una batalla en muchos frentes, y atender estos aspectos de forma integral no solo mejora la calidad de vida, sino que también influye de forma positiva en los resultados clínicos.
¿Cuáles son las líneas de investigación más esperanzadoras en las que está trabajando actualmente?
Actualmente, uno de nuestros principales focos de investigación es la mejora continua de la hipertermia electromodulada, perfeccionando los protocolos para integrarla de forma personalizada con otras terapias y optimizar así su eficacia, reduciendo al mismo tiempo posibles efectos secundarios. Desde el Centro Nacional de Prevención del Cáncer, trabajamos en el estudio de factores hereditarios, ambientales y de estilo de vida con el objetivo de identificar riesgos antes de que la enfermedad aparezca. La prevención, sin duda, será uno de los grandes pilares de la oncología del futuro, y por eso también impulsamos la combinación de tratamientos personalizados con terapias complementarias que potencien los resultados y mejoren la calidad de vida del paciente

En su experiencia, ¿cómo ha evolucionado la relación entre investigación científica y práctica clínica en los últimos años?
Ha evolucionado de forma muy positiva, aunque aún queda camino por recorrer. Antes solían caminar por sendas separadas, pero hoy están más unidas que nunca, lo que permite que los avances lleguen antes al paciente y que la experiencia clínica genere datos reales que enriquecen la investigación. Cada vez existen más ensayos clínicos que dan acceso a tratamientos innovadores incluso antes de su aprobación definitiva. Creo firmemente que el futuro pasa por una colaboración multidisciplinar estrecha y por una formación continua que mantenga vivo este intercambio de conocimiento.
¿Qué consejos daría a los jóvenes médicos que hoy empiezan su carrera?
A los jóvenes médicos les aconsejaría que no olviden nunca por qué eligieron esta profesión. La ciencia es esencial, pero la empatía lo es todo. Es importante que mantengan viva la curiosidad y la pasión por aprender, que busquen siempre la excelencia sin perder de vista la humanidad. Cada paciente es único, y aprender a escuchar es tan importante como saber diagnosticar. También les diría que se cuiden emocionalmente, porque esta profesión puede ser muy dura y, si no encuentran un equilibrio personal, corren el riesgo de perderse en el camino.
Si pudiera enviar un solo mensaje a quienes están atravesando una enfermedad oncológica, ¿cuál sería?
Les diría que no pierdan la esperanza ni la fe en su propia fuerza interior. La ciencia avanza cada día, con nuevas soluciones y tratamientos que mejoran la calidad de vida. No están solos: siempre hay un equipo dispuesto a acompañarles y cuidarles en cada paso del camino. Dejarse ayudar y confiar en este proceso es fundamental, porque incluso en los momentos más duros siempre existe una luz de esperanza

Conclusión
La Dra. Elisabeth Arrojo representa un modelo de profesional que no solo domina la ciencia, sino que también entiende la complejidad humana detrás del cáncer. Su apuesta por tratamientos innovadores como la hipertermia electromodulada, junto a su sensibilidad hacia los pacientes y su compromiso con la investigación, marcan un camino esperanzador. Porque en su mirada, curar no es solo vencer a la enfermedad, sino acompañar a la persona en cada paso del proceso.
«Lo Imposible es aquello que no intentas …»
