EL VATICANO SE PREPARA PARA ELEGIR AL SUCESOR DEL PAPA ARGENTINO

El Cónclave 2025: elección del próximo Papa también es un referéndum sobre Francisco, ‘el peronista’

Los 133 cardenales inician hoy un proceso histórico que determinará el futuro rumbo de la Iglesia Católica en un mundo polarizado

El Cónclave 2025: elección del próximo Papa también es un referéndum sobre Francisco, 'el peronista'

Este miércoles 7 de mayo de 2025, el mundo católico contiene la respiración mientras 133 cardenales se encierran bajo llave en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años tras varios problemas de salud.

El cónclave que comienza este 7 de mayo de 2025 a las 16:30 horas (hora de Roma) no es solo un proceso para elegir al 267º sucesor de San Pedro, sino también un referéndum sobre el legado del primer pontífice latinoamericano de la historia moderna.

Sobre un Pontífice de tintes peronistas, que sonreía encantado al lado de tiranos como el chavista Maduro y ponía cara de mal huela cuando posaba con Donald Trump.

Tras la muerte de Francisco, más de 250.000 fieles visitaron la Ciudad del Vaticano para presentar sus respetos al pontífice argentino, cuyo cuerpo fue velado en la Basílica de San Pedro y posteriormente sepultado en Santa María la Mayor.

Ahora, con el inicio del cónclave, la atención mundial se centra en quién continuará o reorientará el camino trazado por el papa fallecido.

Entre la continuidad y el cambio

El cónclave que hoy comienza plantea una disyuntiva fundamental para los cardenales electores: ¿seguir la senda reformista iniciada por Francisco o emprender un nuevo rumbo? Esta decisión resulta particularmente relevante considerando que la mayoría de los purpurados que participarán en la votación fueron nombrados por el propio Francisco, lo que podría favorecer la elección de un candidato que mantenga su línea pastoral y sus prioridades.

La distribución geográfica de los cardenales refleja la creciente diversidad de la Iglesia: 14 de Norteamérica, 53 de Europa, 23 de Asia, 23 de América Latina, 18 de África y 4 de Oceanía. Esta composición multicultural podría prolongar las deliberaciones, ya que muchos cardenales, especialmente aquellos procedentes de países en desarrollo, no tienen un conocimiento profundo entre sí.

El ritual milenario del cónclave

El proceso de elección papal sigue un protocolo estricto y cargado de simbolismo. Esta tarde, alrededor de las 16:30 horas, los cardenales se reunirán en la Capilla Paulina y caminarán en procesión hacia la Capilla Sixtina, entonando el himno Veni Creator Spiritus para invocar la guía del Espíritu Santo. Una vez allí, jurarán guardar secreto perpetuo sobre todo lo que ocurra durante el cónclave.

Tras el juramento, el Maestro de Ceremonias pronunciará la histórica frase «Extra omnes!» («¡Todos fuera!»), momento en que se cerrarán las puertas y comenzará el aislamiento total de los cardenales. El primer día podría celebrarse una votación por la tarde, y en los días siguientes se realizarán cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde.

Para ser elegido Papa, un candidato debe obtener al menos dos tercios de los votos. El resultado de cada votación se comunicará al mundo mediante el tradicional sistema de fumatas: humo negro si no hay elección, humo blanco cuando el nuevo pontífice haya sido elegido.

Curiosidades históricas de los cónclaves

A lo largo de los siglos, los cónclaves papales han generado numerosas anécdotas y situaciones sorprendentes:

  • El cónclave más largo de la historia duró 1.006 días, desde noviembre de 1268 hasta septiembre de 1271. Los cardenales tardaron tanto en elegir al sucesor del papa Clemente IV que los frustrados ciudadanos de Viterbo los encerraron bajo llave, dando origen al término «cónclave» (del latín cum clave, «bajo llave»).
  • El sistema actual de elección papal se oficializó en 1274, cuando el papa Gregorio X estableció una serie de reglas en su constitución «Ubi Periculum» para evitar que se repitiera la prolongada sede vacante que precedió a su propia elección.
  • En los primeros 1.200 años de la Iglesia, la elección del papa implicaba a toda la comunidad local, lo que permitía la interferencia de diversos poderes e intereses externos. Fue en 1059 cuando el papa Nicolò II decidió cambiar el sistema, estableciendo que solo los cardenales podrían votar.
  • La primera elección «cum clave» se realizó en el año 1118 para elegir a Gelasio II, pero fue solo una medida excepcional para evitar la violencia en una Roma sacudida por luchas entre facciones.

Nombres papales: una decisión simbólica

Una de las primeras decisiones que tomará el nuevo pontífice tras su elección será la elección de su nombre papal, una tradición cargada de significado que puede ofrecer pistas sobre la dirección que tomará su pontificado.

Algunos nombres tienen una carga histórica particular. Elegir «Juan Pablo III» podría sugerir una continuidad con el legado de Juan Pablo II, mientras que «Benedicto XVII» indicaría una afinidad con la teología de Benedicto XVI. Por su parte, «Francisco II» señalaría una voluntad de continuar las reformas iniciadas por el papa argentino.

Otros nombres como Pío, León o Gregorio evocan pontificados históricos con enfoques específicos en doctrina, reforma o diplomacia. La elección de un nombre inusual o que no se haya utilizado en siglos podría interpretarse como una señal de ruptura o de voluntad de iniciar una nueva era en la Iglesia.

El legado de Francisco: un pontificado transformador

El cónclave que comienza hoy no puede entenderse sin considerar el impacto del pontificado de Francisco. Durante sus 12 años al frente de la Iglesia Católica, el papa argentino impulsó reformas significativas en la curia romana, promovió una Iglesia más cercana a los pobres y marginados, y abordó temas controvertidos como la ecología, la inmigración y la economía global.

Su estilo directo y su énfasis en la misericordia transformaron la imagen del papado, aunque también generaron resistencias en sectores más tradicionalistas de la Iglesia. El próximo papa deberá decidir si continúa este camino de apertura y reforma o si reorienta el rumbo hacia posiciones más conservadoras.

Los favoritos: 12 candidatos para el trono de Pedro

Aunque las especulaciones abundan, varios nombres suenan con fuerza entre los posibles sucesores de Francisco:

  • Cardenal Luis Antonio Tagle (Filipinas): Considerado el «Francisco de Asia» por su cercanía con los pobres y su carisma pastoral.
  • Cardenal Matteo Zuppi (Italia): Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, conocido por su trabajo con los más vulnerables.
  • Cardenal Peter Turkson (Ghana): Figura prominente en temas de justicia social y desarrollo humano integral.
  • Cardenal Christoph Schönborn (Austria): Teólogo respetado que ha mostrado apertura en temas pastorales manteniendo la ortodoxia doctrinal.
  • Cardenal Robert Sarah (Guinea): Voz conservadora que podría representar un giro hacia posiciones más tradicionales.
  • Cardenal Marc Ouellet (Canadá): Teólogo de perfil conservador con experiencia en la curia romana.
  • Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga (Honduras): Cercano colaborador de Francisco en la reforma de la curia.
  • Cardenal Sean O’Malley (Estados Unidos): Reconocido por su trabajo contra los abusos sexuales en la Iglesia.
  • Cardenal Pietro Parolin (Italia): Secretario de Estado del Vaticano, diplomático experimentado.
  • Cardenal Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo): Jesuita europeo con visiones progresistas.
  • Cardenal Mario Grech (Malta): Secretario general del Sínodo de los Obispos.
  • Cardenal Dominique Mamberti (Francia): Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.

La elección de cualquiera de estos candidatos enviará un mensaje claro sobre la dirección que tomará la Iglesia Católica en los próximos años. Un papa del Sur Global reforzaría el giro hacia las «periferias» iniciado por Francisco, mientras que un europeo podría indicar una preocupación por revitalizar el cristianismo en su cuna histórica.

El mundo católico y más allá observa con atención este proceso histórico que definirá no solo el futuro de la Iglesia, sino también su papel en un mundo cada vez más polarizado y enfrentado a desafíos globales sin precedentes.

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