HISTORIA Y PROPAGANDA EN LA GUERRA CIVIL

La verdad oculta tras el mito de Guernica: cómo la propaganda británica y el rojerío se inventaron los 1.654 muertos cuando fueron 126

La verdad se convierte en una víctima más en cualquier conflicto armado

La noticia del bombardeo de guernica en el diario britanico Evening News el 27 de abril de 1937
La noticia del bombardeo de guernica en el diario britanico Evening News el 27 de abril de 1937. PD

La tarde del 26 de abril de 1937 se grabó en la memoria colectiva como uno de los bombardeos más devastadores en el contexto de la Guerra Civil Española.

La pequeña villa vasca de Guernica, con poco más de 5.200 habitantes, fue atacada por aviones alemanes e italianos que respaldaban a las tropas franquistas.

Durante años, la cifra de 1.654 muertos se convirtió en un símbolo del horror del conflicto, potenciada por la famosa obra de Pablo Picasso y repetida en libros escolares alrededor del mundo. Sin embargo, los documentos históricos, los registros del cementerio local y las listas de fallecidos del Ayuntamiento de Guernica ofrecen un panorama muy distinto: se registraron 126 víctimas mortales identificadas.

La discrepancia entre la versión oficial y la realidad histórica no es un asunto menor. Refleja cómo la verdad se convierte en una víctima más en cualquier conflicto armado, sobre todo cuando entran en juego poderosas máquinas de propaganda.

El mito de Guernica ilustra este fenómeno: una tragedia auténtica amplificada a dimensiones épicas por corresponsales que no estuvieron presentes, historiadores con intereses políticos evidentes y una narrativa que sirvió para fines propagandísticos durante más de ochenta años.

La operación militar y sus objetivos reales

Para comprender lo sucedido en Guernica, es esencial situarlo dentro del contexto bélico del norte de España.

El 31 de marzo de 1937, el general Mola lanzó una ofensiva militar con cuatro Brigadas Navarras y fuerzas vascas. A partir del 25 de abril, Guernica adquirió un papel estratégico indiscutible: era el núcleo logístico para las unidades republicanas, albergando tres hospitales y tres acuartelamientos ubicados en conventos y colegios expropiados. La presencia militar se estimaba en unos tres batallones con aproximadamente dos mil combatientes, cifra que pudo aumentar el día del ataque debido a la retirada de unidades que huían del frente.

La Legión Cóndor, bajo el mando del general Sperrle y siguiendo las órdenes del embajador alemán Wilhelm von Faupel, programó un bombardeo que comenzó a las 16:30 horas.

La operación no fue masiva: participaron tres bombarderos italianos Savoia-79, un bimotor Dornier 17 alemán y posteriormente tres escuadrillas de trimotores Junkers 52; en total, unas 18 aeronaves escoltadas por cinco cazas Fiat CR-32. Los bombarderos italianos lanzaron doce bombas de 50 kilogramos cada una. En cuanto a los alemanes, según sus capacidades conocidas, pudieron llevar o bien dieciséis bombas pequeñas o dos grandes de 250 kilogramos. La distancia desde bases como Burgos o Vitoria permitía un tiempo de sobrevuelo entre quince y veinte minutos.

Estos datos técnicos son clave para desmantelar la narrativa sobre una destrucción total. El armamento disponible permitía cargar aproximadamente 1.400 kilogramos de explosivos, lejos de los mencionados 50.000 kilogramos que propagó la prensa británica. El impacto del bombardeo afectó a unos 270 edificios dentro del núcleo urbano compuesto por 492 estructuras. La devastación fue notable, especialmente porque muchas casas tenían un alto componente de madera que facilitó la propagación del fuego a viviendas colindantes. Sin embargo, esto no equivale a la aniquilación total sugerida por el mito.

Los corresponsales británicos y la creación del mito

La gestación del mito sobre Guernica tiene un principal responsable: la prensa británica asignada al ejército republicano. De los cuatro corresponsales británicos presentes —George Lowther Steer (The Times), Noel Monks (Daily Express), Christopher Holme (Reuters) y Keith Scott Watson (Star y Daily Herald)— solo Noel Monks estuvo realmente en la villa durante el bombardeo. Los demás redactaron sus artículos después, basándose en testimonios ajenos e incorporando lo que podría considerarse «contribuciones literarias».

El corresponsal sudafricano George Lowther Steer, perteneciente a The Times, jugó un papel decisivo en la construcción del relato sobre lo ocurrido. Los reporteros británicos tenían claro su objetivo propagandístico: resaltar la ayuda nazi a las fuerzas nacionales. Para ello, no dudaron en «identificar» aviones más modernos a los realmente involucrados en el ataque. Inflaron las estimaciones sobre bombas lanzadas, extendieron el tiempo total del bombardeo —asegurando que duró entre dos horas y media y tres horas cuando fue mucho menos— e incrementaron las cifras relativas a víctimas.

El Gobierno Vasco, en su informe titulado Relación de víctimas causadas por la aviación facciosa en sus incursiones del mes de abril de 1937, presentó cifras alarmantes: 1.645 muertos y 889 heridos. Esta cantidad fue replicada en folletos distribuidos internacionalmente y ampliada por medios extranjeros, especialmente periódicos ingleses. Sin embargo, incluso el propio Gobierno autonómico vasco admite hoy que esta cifra «está absolutamente hinchada». El relato iba acompañado con la afirmación errónea sobre un supuesto ataque sin interés militar contra Guernica; lo cierto es que era un centro logístico republicano significativo.

Los números que los documentos revelan

El recuento real sobre víctimas mortales puede comprobarse mediante documentos conservados tanto en el Ayuntamiento como en el cementerio local de Guernica. Las listas con los enterramientos realizados entre el 27 y el 29 abril —los días posteriores al bombardeo— reflejan veinticuatro fallecidos confirmados. A esta cifra hay que añadir otros veintiocho muertos debido al derrumbe del asilo Calzada, donde quedaron atrapadas personas refugiadas en su interior durante el ataque aéreo. Los recuentos adicionales sobre fallecidos encontrados en caminos o trasladados heridos al hospital Basurto suman un total final de 126 víctimas mortales identificadas con nombres concretos.

Historiadores rigurosos han coincidido con esta cifra tras exhaustivas investigaciones. Ramón Salas Larrazábal, mediante estudios concluyentes, demostró que alcanzar un número tan alto era inviable considerando el armamento disponible durante aquel ataque aéreo. Investigaciones posteriores incluso redujeron aún más las estimaciones iniciales que hablaban sobre doscientos fallecimientos según algunas versiones conservadoras; historiadores vinculados al nacionalismo vasco también han aceptado estas cifras sin añadir otras más elevadas al debate actual.

La falsificación historiográfica

La expansión del mito desde una perspectiva historiográfica fue orquestada por el estadounidense Herbert R. Southworth, antiguo colaborador propagandístico con inclinaciones marxistas quien luego se adentró en el ámbito académico junto a Pierre Vilar, historiador estalinista vinculado al Partido Comunista Francés. Su obra La destrucción de Guernica: Periodismo, diplomacia, propaganda e historia consolidó esta narrativa falsa dentro del ámbito académico internacional.

Resulta paradójico observar cómo mientras ciertos sectores historiográficos progresistas distorsionaban datos históricos verídicos, tanto el famoso cuadro pintado por Picasso como diversas novelas relacionadas hicieron su parte para perpetuar este mito colectivo. Aunque su obra maestra representa legítimamente el horror bélico, se transformó también en una imagen visual que validaba esas cifras infladas anteriormente mencionadas; así arte y propaganda se retroalimentaron mutuamente creando una narrativa tan poderosa que resistió décadas ante rigurosas revisiones históricas.

El perdón tardío de Alemania

Recientemente, en noviembre de 2025, representantes tanto de Alemania como España formalizaron juntos una petición pública perdón por lo ocurrido durante aquel bombardeo devastador hace casi noventa años. En este homenaje participaron tanto el presidente alemán como el rey Felipe VI, junto al lehendakari vasco rindiendo tributo a las víctimas caídas aquel día fatídico. Este gesto diplomático reconoce finalmente la responsabilidad histórica atribuible a la actuación directa d ela Legión Cóndor, aunque no altera los hechos documentales respecto a lo sucedido realmente aquel inolvidable día en Guernica.

El bombardeo fue indudablemente un crimen contra la humanidad; perder vidas humanas —126 civiles incluidos mujeres y niños— durante un ataque aéreo coordinado constituye una atrocidad innegable sin necesidad alguna d e exagerar cifras ni relatos históricos para enfatizarlo aún más . Sin embargo , resulta crucial defender siempre la verdad histórica . Porque distorsionarla , aunque sea desde buenas intenciones , establece precedentes peligrosos . Porque incluso cuando proviene “del bando correcto”, sigue siendo propaganda . Y porque , ante todo , preservar precisión histórica es nuestro único antídoto frente futuras manipulaciones sobre nuestra memoria colectiva.

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