Su tumba es lugar de peregrinación para sus devotos, extendidos por Sevilla, capital y provincia, Andalucía, España y varios países hispanoamericanos
El día 12 de diciembre de 1910 murió en Sevilla en olor de santidad, el sacerdote jesuita y misionero Francisco de Paula Tarín Arnáu, considerado santo por el pueblo incluso antes de su muerte. Lo mismo que sucedió con el arzobispo Marcelo Spínola y con la fundadora Sor Angela de la Cruz, los tres contemporáneos y símbolos de la Iglesia en unos tiempos conflictivos que ellos vaticinaron que terminarían en tragedia. Y así fue. Lo cuenta diario de Sevilla.
Los sevillanos de finales del siglo XIX y primeros años de la anterior centuria pudieron cruzarse por las calles sevillanas con el Padre Tarín, el arzobispo Spínola y Madre Angelita. Los tres fueron amigos entrañables y admiradores de sus respectivas obras. Tarín vino a Sevilla de paso y, cuando conoció las realidades sociales sevillanas, decidió quedarse aquí a misionar en vez de seguir hacia África, logrando una vinculación con los ciudadanos más necesitados; monseñor Spínola consagró su amor a los pobres durante la terrible hambruna de 1905, cuando ya estaba gravemente enfermo, y Sor Angela desde 1875, cuando fundó la Compañía de Hermanas de la Cruz, y se convirtió en referencia básica de la espiritualidad y de la devoción de los pobres.
¡Qué tres figuras ejemplares del verdadero sentido evangélico de la vida! Y los tres sufrieron la incomprensión de sus contemporáneos, los mismos que luego les consideraron santos muchos años antes de sus fallecimientos.
Tarín dedicó su vida a los más necesitados del barrio de San Roque. Cuando predicaba en la iglesia parroquial, los feligreses, casi todos obreros anarcosindicalistas, le sacaban en hombros y lo paseaban por la plaza de Carmen Benítez. Cuenta su biógrafo, José María Javierre, que nada más conocerse la noticia de su muerte, las gentes comenzó a ir a la iglesia del Sagrado Corazón donde estaba expuesto su cuerpo. Más que un entierro, dice Javierre, «parecía una procesión clamorosa y entusiasta. Llevaron el cuerpo del Padre Tarín descubierto, a hombros hasta el cementerio, entre gritos que le proclamaban santo, padre de los pobres, consuelo de los afligidos, apóstol de Cristo, León de Cristo…».
Cuando la comitiva llegó al cementerio, el gentío se opuso a que fuera enterrado, y pidió el regreso al templo. El regreso se hizo en la noche del día 14, con sigilo, y el cuerpo se depositó en una cripta en la capilla de Ánimas. Desde entonces su tumba es lugar de peregrinación para sus devotos, extendidos por Sevilla, capital y provincia, Andalucía, España y varios países hispanoamericanos.
El Padre Tarín fue declarado Venerable por el Papa Juan Pablo II el día 3 de enero de 1987. Pero es importante subrayar que el Padre Tarín, como Sor Angela de la Cruz y el arzobispo Spínola, fue considerado santo y venerado por el pueblo sevillano aún antes de fallecer. Y por santos los siguen teniendo de generación en generación, una vez sometidos al implacable tribunal del tiempo.
Desde 1883 hasta 1910, utilizando los medios de transportes de la España decimonónica, diligencias, mulas y caballos, a veces el precario ferrocarril, el misionero jesuita Francisco Tarín Arnáu recorrió las zonas más pobres de la España meridional, predicando y conociendo directamente las realidades sociales, económicas y culturales de la población.
En Sevilla surgió la admiración por este sacerdote, llamado popularmente El León de Cristo por su fervor cristiano a favor de las clases sociales más desfavorecidas, luego convertido en devoción tras su muerte en olor de santidad. Desde el día 3 de enero de 1987 es Venerable y continúa el proceso de beatificación.
El sepulcro del Padre Tarín se encuentra en la iglesia del Sagrado Corazón de la Compañía de Jesús, en la calle Jesús del Gran Poder, número 40, convertido desde hace un siglo en lugar de peregrinación, especialmente todos los viernes del año, cuando sus fieles devotos no faltan a la cita.
Con el paso de los años, lejos de decrecer el fervor, sus devotos se han multiplicado. ¿Qué más milagro espera la Iglesia católica de su siervo? Cien años después no sólo se mantiene viva la memoria de este misionero jesuita, sino que su devoción crece día a día y se extiende imparable, como recoge el boletín que edita la Causa de Beatificación del hoy Venerable. Y en unos tiempos poco propicios que combaten la recuperación de la memoria espiritual.
El padre Tarín vino por primera vez a Sevilla en 1884 y ya no faltó nunca a las citas misioneras anuales, a veces con tres y cuatro visitas. Ni siquiera cuando en 1898 fue nombrado superior de la Residencia de la Compañía de Jesús en nuestra ciudad, dejó de misionar en la capital y en los pueblos de la provincia. A medida que avanzaba la centuria decimonónica, aumentaba el número de viajes a Sevilla, sumando diecisiete en 1910, el año de su muerte el día 12 de diciembre. El padre Tarín conoció tan profundamente las realidades sociológicas de las clases obreras sevillanas y andaluzas, que profetizó la gran catástrofe de los años treinta del siglo XX.
Prestó especial atención a la enseñanza de los niños pobres, razón por la que el padre José María Javierre, biógrafo del padre Tarín, une su nombre a los grandes pedagogos y luchadores en favor de la infancia desvalida, como Manuel Siurot, para el que se solicitó la apertura de expediente de beatificación; el padre Manjón, creador de las Escuelas de la Doctrina Cristiana, y el obispo Manuel González, recientemente beatificado en Roma.
Tarín nunca está solo en su sepulcro, como le sucede a Madre Angelita. Cualquier día de la semana y a cualquier hora del día que esté abierta la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (calle Jesús del Gran Poder, 40), la capilla donde se encuentra el sepulcro del Padre Tarín, siempre tiene visita. Devotos que no pasan de largo por la puerta y entran a rezarle; gente que va expresamente a dar gracias por los favores recibidos, a depositar donativos e incluso a llevar ramos de flores.
El padre José María Javierre, biógrafo de Spínola, Tarín y Ángela de la Cruz, recuperó la memoria histórica de los entierros de Spínola, Tarín y Madre, referencias emblemáticas de la santidad según Sevilla. En los tres casos, el pueblo dictó su criterio. Los restos mortales de Spínola fueron llevados a hombros en procesión desde el palacio arzobispal hasta la Catedral, entrando por la puerta del Baptisterio, para seguir hasta la cripta del Sagrario, donde estuvo hasta 1913, cuando fueron trasladados al mausoleo de la capilla de los Dolores.
Y el cadáver del Padre Tarín fue llevado en andas hasta el cementerio, entre vítores y rezos, y devuelto horas después en hombros de sus devotos a la iglesia del Sagrado Corazón, donde el pueblo quiso que estuviera enterrado. Unos testimonios sencillos de devoción popular acordes con la santidad según Sevilla, que podrían servir de experiencia para el traslado de Santa Ángela de la Cruz.