Hay que recordar el "efecto dominó" que algunas medidas tienen sobre las personas que están en una situación de mayor vulnerabilidad, en una posición más débil
(Jesús Bastante).- Santa Lázaro es vicedecana de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas, y profesora de Trabajo Social, una profesión en la que asegura que también se ríe: «Los trabajadores sociales no sólo sufren».
Ante la crisis actual, Santa Lázaro asegura que los trabajadores sociales «tenemos que demostrar que hacemos falta», quizá más que nunca: «Es el momento de las personas que se preocupan por las personas«, afirma. Y concluye con un mensaje de ánimo: «Tenemos que aprender a poner en pie nuestros sueños».
¿A qué te estás dedicando en estos momentos?
Coordino, desde el vicedecanato de ordenación académica, todos los estudios de la Facultad. Y soy profesora ahora mismo en el grado donde he desarrollado siempre mi actividad profesional: el de Trabajo Social.
¿Es el Trabajo Social una profesión especialmente vocacional?
Sí, yo creo que hay profesiones para las que, de alguna manera, uno tiene que tener como un motor interior que haga que tengan sentido para uno mismo. Yo siempre digo que, en ese sentido, trabajar con estudiantes de Trabajo Social es un lujo para un profesor, porque son gente que tiene algo en su interior, que le hace mirar la vida de una manera especial. Otro caso igual es el de los profesores, porque su trabajo requiere hacer uso de sí mismos de una manera especial.
¿La clave es trabajar con personas?
Sí. Nosotros, además, trabajamos con personas que están en situaciones de vulnerabilidad, de crisis vitales (que a todos nos pueden pasar), o especiales (no normativas). Son personas que tienen que hacer frente a ciertas situaciones sin tener alrededor todo lo que deberían. Ahí es donde están los trabajadores sociales para acompañar, escuchar, orientar. Pero los trabajadores sociales también ríen, no sólo sufren. Aprenden muchísimo de las personas con las que trabajan.
¿Tienen los trabajadores sociales que se especialmente delicados para detectar las intenciones de las personas?
Un buen trabajador social es una persona que tiene, por una parte, una gran capacidad de empatía, una gran capacidad de visión más allá de lo que las personas muestran, y además tiene que ser un profesional. Con todos los respetos, pero un trabajador social no es un voluntario. Cuando uno realiza una profesión sabe que tiene que recorrer una serie de pasos metodológicos o de conocimiento, que tratan de asegurar que las cosas que uno desarrolla como trabajador social, corresponden a necesidades bien identificadas y definidas, a un análisis objetivo y real de los medios, los recursos y las estructuras que podemos utilizar para ayudar a estas personas. Cuando una persona es profesional, sabe trabajar con la incertidumbre, con esas actitudes que a veces las personas tenemos cuando estamos tan necesitados que ponemos en juego cualquier cosa para alcanzar nuestro objetivo. Cuando uno es profesional sabe interpretar eso y reconducirlo, sin llegar nunca a concluir con calificaciones negativas de la persona. Sino entendiendo, por el contrario, que las personas hacemos lo que podemos, sobre todo cuando estamos en una situación crítica. Hay que ser muy respetuoso con eso y comprender que cuando estamos en una situación extremada, uno trata de llegar. Por eso un profesional debe saber sopesar y tomar las decisiones correctas. Más allá de la voluntad de ayudar y de las motivaciones que hacen que estés a gusto en el mundo del Trabajo Social y que forman parte de la esencia del profesional; hace falta una formación seria para poder realmente ser útil.
¿Te llevas mucho trabajo sentimental a casa?
Si eres un profesional bien entrenado y bien preparado, aprendes a separar. No a desconectar, que es una palabra fea. Pero sí a separar lo que está bajo tu control de aquello que tienes que aceptar. Igual que aprendes a respetar las propias decisiones de las personas, que a veces no compartes. Aprendes a encontrarte contigo mismo, con tus aficiones, con tu familia, con tu vida particular… y a entender cómo cada cosa tiene su espacio. Si no, sería una locura.
¿Cómo está planteada en Comillas la formación del trabajador social?
Tenemos dos rasgos que creo que nos caracterizan: por una parte, mucha experiencia, porque llevamos más de 50 años formando trabajadores sociales. Tenemos un modelo que está muy testado, muy probado, y que cuando lo incorporamos a la Universidad Comillas lo hicimos crecer y mejorar. Sabemos de lo que hablamos. Otro rasgo de nuestra facultad es que siempre intentamos ir en la línea de lo que va a venir, tratando de ser innovadores y de hacer lo más que podamos. En ese sentido, hemos sido la primera universidad que ha sacado titulados de Trabajo Social adaptados al Espacio Europeo de Bolonia; y también hemos sido la primera universidad de España que ha ofrecido a los diplomados de Trabajo Social la posibilidad de obtener su título de Grado. Tenemos mucha tradición y a la vez ese afán de ir abriendo nuevos campos.
Por otro lado, siempre hemos creído que un trabajador social tiene que saber muy bien dónde se va a meter, por lo que otro de nuestros rasgos distintivos es que tenemos prácticas todos los años de la carrera. Lo que intentamos es poner en contacto muy prontito a la persona con aquello que va a ser su día a día profesional. Para que se midan y puedan, en un espacio de confort y de confianza (con las supervisiones), reflexionar sobre sus vivencias y prepararse para el mundo real. Tienen que estar preparados para los problemas
¿La crisis nos está haciendo encontrarnos en España con problemas que no conocíamos?
Sí, yo este año les decía a mis alumnos que somos más necesarios que nunca. No debemos creernos que como ya no hay tantos recursos y parece que las cosas pintan feas, tenemos que replegarnos. Eso no es cierto. Es el momento del Trabajo Social, de las personas que se preocupan por las personas. Lo único que tenemos que encontrar son las maneras posibles para ayudar, que quizá tendrán que ser un poco diferentes de las que hemos venido utilizando, porque no nos queda otra. Pero desde luego que la presencia de los trabajadores sociales en un mundo que está pasando por estas circunstancias tan duras es fundamental.
¿Es el trabajador social en cierto modo el puente entre la sociedad y las personas que se están viendo apartadas de esa sociedad?
Claro, es el primer interlocutor. Los trabajadores sociales tienen una posición privilegiada para ver con más claridad y prontitud que otros profesionales lo que pasa cada día. Están en primera línea de fuego. De todas maneras, los problemas de hoy no afectan sólo a nuestro país, sino que tienen que ver con una crisis general. Precisamente por eso también estamos empeñados en que nuestros alumnos tengan una formación que no sea «localista», sino con un enfoque mucho más internacional. Para empezar, hacemos a todos nuestros alumnos que consigan un diploma en competencias comunicativas y periodísticas en inglés, de manera que cuando terminen sus 4 años se manejen de manera fluida y puedan salir a trabajar en diferentes contextos. Por otro lado, hemos preparado un refuerzo académico que creemos que va a ser muy interesante y muy novedoso que es otro diploma (optativo pero muy recomendable) de Cooperación Internacional al Desarrollo, que les va a abrir muchas posibilidades; y un itinerario de intensificación internacional que vamos a proponer para que los alumnos que quieran puedan estar un año fuera, en Holanda, Reino Unido, Letonia… Vamos a procurar que completen ese año con una práctica pre-profesional en un verano, y otra profesional al terminar su recorrido internacional. Tenemos que mirar más allá de nuestras fronteras.
¿Cuántos alumnos hay en Trabajo Social en Comillas actualmente?
Siempre hemos sido partidarios de no tener grupos muy grandes. Estamos en torno a 30 y 35 alumnos en cada grupo de Trabajo Social, porque queremos conocer a nuestros alumnos y darles un seguimiento personalizado. Es parte de ese trabajo emocional y actitudinal que hay que hacer con el alumno, para que tenga un adecuado aprendizaje de sus capacidades personales.
¿Hasta qué punto un trabajador social tiene la posibilidad, si no de cambiar la norma, de advertir a las autoridades de que no funciona?
Una de las cosas más importantes que pueden hacer los trabajadores sociales, y que de hecho las hacen, es participar de la propia investigación. Nosotros siempre hemos hecho mucho énfasis en que nuestros alumnos tuvieran conocimiento en técnicas de investigación, porque tienen que saber sistematizar y organizar la realidad. Muchos trabajadores sociales hacen énfasis en lo que tiene nuestra profesión de contribución al cambio social. Es una dimensión que tenemos clara.
¿Qué piensa sobre la decisión del gobierno de privar de asistencia sanitaria a los inmigrantes que se encuentran en situación de irregularidad?
Es una situación muy complicada, que merece por parte de todos los profesionales que en cierto modo nos dedicamos a la ayuda social una reflexión profunda. Hay que recordar el «efecto dominó» que algunas medidas tienen sobre las personas que están en una situación de mayor vulnerabilidad, en una posición más débil. Puede parecer que no tienen una trascendencia especial, pero cuando se reúnen muchos factores sobre una persona o una familia, convierten su situación en algo ingobernable. Y creo que todos tenemos la responsabilidad de hacer visibles esas consecuencias, las implicaciones que tienen las medidas que se toman sobre aquellos que están en una situación de mayor desprotección. Un ejemplo podría ser el de los niños que están al borde de la pobreza, y que lo primero que pierden son las actividades extra-escolares. Esto en principio no parece importante, pero lo es. El que realiza la norma no es capaz de visualizar ese último efecto, por eso nuestro deber es reclamarles que piensen bien qué están promoviendo, para evitar un sufrimiento que no debería producirse.
¿En qué se nota el carácter distintivo de Comillas?
El motor de la identidad de la universidad nos habla de hombres y mujeres al servicio de los demás, de personas que tienen un compromiso con los valores de dignidad, justicia y trascendencia; y esto tiene una conexión casi natural con el Trabajo Social. En ese sentido nos sentimos muy confortados. Queremos justicia social, queremos derechos humanos que se hagan realidad y no solamente papel; y por eso debemos tener una mirada más emprendedora ante el futuro, de manera creativa. Tenemos que aprender a poner en pie nuestros sueños, en vez de esperar a que alguien nos dé la fórmula para que se hagan realidad. No hay que perder la ilusión. Es el momento de demostrar que ahora hacemos falta.
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Los trabajadores sociales no sólo sufren
Es el momento de las personas que se preocupan por las personas
Tenemos que aprender a poner en pie nuestros sueños
Es el momento de demostrar que ahora hacemos falta.