Hemos propiciado una generación de miedosos ante el matrimonio. Hemos promocionado los deportes de riesgo (...). El matrimonio y la paternidad no es menos "arriesgado" y la adrenalina no te sube solo unos segundos o minutos, sino varias veces al dí
(Txenti, cristiano comunicador, 49 años, casado y con 4 hijos).- Me planteo ofrecer unas respuestas como padre de familia, miembro de la Iglesia y persona interesada en que la Iglesia demos respuesta a muchas inquietudes que en torno al mundo de la familia surgen cada día.
Tras elaborar las respuestas descubro que mi aportación no es tanto una respuesta puntual a cada una de las cuestiones, en parte porque algunas no son de mi competencia y son demandas de datos que corresponden a otros darlos, sino reflexiones surgidas al hilo de cada uno de los nueve bloques en los que se agrupan las preguntas.
1.- Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia sobre la familia
Considero que son pocas las personas que conocen los documentos de la Iglesia en materia de la familia, y muchos menos aún a los que les importe realmente ni conocerlos ni su contenido. Este desconocimiento puede ser en parte por una falta de interés intelectual, cultural y por otro lado por una falta de confianza en encontrar elementos que ayuden realmente en el día a día de la vida de la familia. Ello no obsta para que quien se acerque a la Iglesia a través de un trato personal con personas concretas o con colectivos eclesiales, llegue en algún momento a escuchar píldoras de esta doctrina, del Magisterio de la Iglesia sobre la familia, pero en la mayoría de las ocasiones no será consciente de que esa información viene del Magisterio de la Iglesia, el dato fundamental es que lo que se le ha dicho le resulta coherente, comprensible y aplicable a sus situaciones concretas.
El trabajo que se realiza fundamentalmente desde algunas parroquias o movimientos como encuentro matrimonial, equipos de Ntra Sra., CVX, … son muy importantes y hacen su labor. Seguramente más efectiva que algunas delegaciones de pastoral familiar, los cursillos prematrimoniales diocesanos (este juicio en base a la experiencia personal de hace 13 años) y la labor endogámica de grandes movimientos que trabajan para «sus» familias que funcionan desde el modelo «Juan Palomo» (yo me lo guiso yo me lo como).
No obstante y en el marco personal en el que me muevo, considero bastante deficiente la pastoral familiar concretada en catequesis, misas y celebraciones en las que la familia debería estar más integrada en la comunidad cristiana con normalidad. El hecho de que en muchos templos los niños «molesten» es una realidad aún, que se «convoque» a las familias a una misa al mes, me parece tristísimo.
La «apropiación» , «intencionadamente concedida» por los detractores de todo lo que suena a Iglesia, de la concepción de familia a unos grupos concretos – es decir como si el concepto de familia fuese patrimonio exclusivo de Kikos, Opus, y el resto de movimientos, no permite ver que: la mayoría de las familias cristianas NO pertenecen a NINGUNO de los «grandes movimientos» de la Iglesia, la inmensa mayoría son sencillamente parroquianos; en segundo lugar que el marco cristiano en el que se desenvuelve la familia y sus circunstancias es mucho más amplio que el marco diseñado en grupos cristianos concretos.
Y por último que cuesta en muchas ocasiones dar fuerza y validez a criterios expuestos por curas y obispos. Este sin duda es uno de los temas en los que una de las voces más autorizadas y escuchadas serían las de una madre y un padre.
Todo lo relacionado con la moral sexual es materia de discrepancia. El problema es que un pasado cargado de incoherencias y escándalos, histórico y reciente, ha desacreditado mucho a la Iglesia en esta materia.
La vida, y la vida de la familia, se construye, en gran medida, sobre experiencias, sentimientos, actitudes y no tanto sobre normas, patrones de conductas, y leyes.
2.- Sobre el matrimonio de acuerdo con la ley natural…
Es posible que se haya priorizado tanto el patrón de familia cristiana entendida como hombre y mujer casados por la Iglesia que contemplan entre sus fines la convivencia, la comunión de bienes, la fidelidad (entendida como la exclusividad en una relación afectiva similar) y la procreación, que todo lo que no encaje en este modelo se ha considerado anormal, antinatural, y contrario al Plan de Dios.
Hoy no se aceptan tantas verdades absolutas ni los criterios expuestos por la religión tienen fuerza por venir de donde vienen. Creo que hoy las informaciones relativas a ciertos temas sufren un proceso de filtrado riguroso, personalizado, mientras, curiosamente, tragamos ruedas de molino en otros temas de índole social, político, económico, .. sin mayor problema.
En mi opinión, la Iglesia debería ayudar a salvaguardar la felicidad y crecimiento de las personas por encima del modelo de unidad doméstica que cada cual libremente escoja. Poner el acento en la sana convivencia y condenar como aberraciones todo lo que frustre, rompa, entorpezca, debilite, manipule, … esa felicidad y el crecimiento personal de todos los miembros de la familia. Y en segundo lugar se pueden expresar las preferencias personales sobre el modelo de familia, pero sin condenar el resto.
Hoy resulta pretencioso arrogarse el poder de señalar categóricamente qué sí y qué no bendice Dios. Se ha hecho mucho daño a muchas personas condenando opciones de vida diferentes, o sobrevenidas por las circunstancias particulares.
La misma naturaleza, ajena a malformaciones ideológicas o morales, nos muestra una diversidad sorprendente, que nos habla de una creación rica en matices.
Y respecto al Sacramento del matrimonio quizá solo haya que pedir libertad de voluntad. Evitar teatros y circos y abrir las puertas a todos aquellos que quieren hacer público su deseo de poner a Dios como Testigo de su unión y su deseo de recibir expresamente Su Bendición a través de alguien designado por la comunidad cristiana para hacer expresa esa bendición. Somos nosotros quienes hemos banalizado el Sacramento del matrimonio, al igual que hemos hecho con otros sacramentos como el bautizo, la Comunión, y la Reconciliación.
3.- La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización.
Pertenecemos a una generación que ha perdido referentes seguros de identidad: como hombres, como mujeres, como padres, como ciudadanos, … Quizá los planteamientos de otras épocas eran muy simplistas y muy injustos a veces, pero lo que no cabe duda es que daban seguridad a la gente. Lo blanco era blanco y lo negro, negro, el bueno, bueno y el malo, malo. Quizá haya que añadir una gama más amplia de colores y un abanico más completo de grados de bondad, pero … claros y definidos, que den seguridad.
Me siento hijo de una generación que ha crecido en un proceso de logros de libertades (o supuestas libertades) pagando el precio de la duda y la inseguridad. Hemos disfrutado de ir contracorriente, pero sin saber a dónde. Y eso en la vida de la familia se ha traducido en un modelo de prueba error con un gran desgaste físico y psicológico. Quizá a esto tendríamos la Iglesia que dar respuesta, salir al paso.
Seguramente ni mi mujer ni yo nos vemos como modelo de nada pero … paradójicamente para muchas personas somos un testimonio de familia cristiana. ¿Por qué? Porque vamos a misa con los hijos, porque les enseñamos a rezar, porque nos ven comprometidos con la parroquia, con la catequesis, con la liturgia; porque participamos de la dimensión caritativa de la Iglesia, …
Y a pesar de todo lo que se cuece en casa cada día … seguimos siendo testimonio para muchos. Quizá solo «por estar», por seguir estando.
El gran problema de las familias se llama, a mi juicio, «falta de tiempo». Los padres y madres necesitamos casi más tiempo que dinero: para estar con nuestros hijos, para descansar, para estar con la pareja, para estar con los amigos, con la comunidad, … Y tiempo de calidad y de disfrutarlo.
Tiempo para estar con los hijos no es el tiempo que dedicamos a cocinar para ellos, planchar para ellos, lavar para ellos, limpiar para ellos, ….(por mucho que uno se esfuerce en ofrecerle a Dios todo ese tiempo o que le prediquen a uno que a todo eso se le puede dar un sentido «cristiano») Necesitamos tiempo para estar con los hijos para acompañarles en sus ilusiones, necesidades, preocupaciones, juegos, estudios y aficiones.
Tiempo para descansar, pero no tumbado en el sofá solo, que alguna vez también; tiempo para estar solo, para rezar, leer, pasear, ofrecer tu tiempo a quien quieras.
Tiempo para estar con la pareja, comer juntos, vivir juntos, soñar juntos, pasear, hacer el amor, hacer cosas juntos, con y sin los hijos.
Tiempo para estar con los amigos, con los que sientes lazos de familia más fuertes que la sangre, con los que hablas de «cosas de mayores» en serio y en broma; con los que compartes tu forma de entender la vida, con los que discrepas, dialogas, razonas y tomas unos vinos o unas cañas.
Tiempo para estar con la comunidad: Con aquellos con los que compartes y celebras la fe; con aquellos a los que puedes acudir cuando la fe forma parte del problema o de la solución porque te sabes entendido y escuchado; con quienes creces en la dimensión espiritual, celebrativa y caritativa.
Y la Iglesia podemos hacer una buena labor facilitando espacios diversos en los que cada cual encuentre ese tiempo de calidad que necesita. El día que las parroquias dejaron de ser los «centros cívicos» de las ciudades se perdió un gran campo de acción social. El día que se abrieron los templos SOLO en horario de atención al público, levantamos un muro entre Dios y su pueblo; el día que lo que la Iglesia daba desde la gratuidad se empezó a «rentabilizar», lo que ganamos de «profesionalidad» lo perdimos de calidad.
4.- Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles,
Las grandes cuestiones ante situaciones matrimoniales difíciles son: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Pinta Dios algo en todo esto? ¿Cómo encajo esto en mi deseo de «cumplir la voluntad de Dios en mi vida»? He fallado a mi pareja, es evidente, ¿y a Dios, le he fallado también?
En función de la integración y participación que uno tenga en la comunidad cristiana los interrogantes pueden ampliarse: Si siento la necesidad de seguir viviendo mi fe en comunidad ¿cómo hacerlo si mi situación «me excluye»?
No tengo respuestas, solo preguntas.
5.- Sobre las uniones de personas del mismo sexo…
Respecto a este tema de la unión de parejas del mismo sexo solo un comentario: tengo dos amigos que son pareja y, aunque no coincido mucho con ellos, ni se de sus problemas de pareja, que los tendrán, siempre me han dado la impresión de que son dos personas que se aman. Sin estridencias, sin amaneramientos, sin publicidad de homos o heteros, …
Estoy convencido de que Dios bendice el amor de esta pareja y que la Iglesia está perdiendo un capital humano precioso mientras no acoge a estas parejas.
Y sobre el último punto: creo más que demostrado que la pareja hetero no es garantía de una transmisión de la fe. Creo que la transmisión de la fe no depende de la opción sexual de las personas, sino de la opción de fe.
6.- Sobre la educación de los hijos en el sino de situaciones matrimoniales irregulares…
Nuevamente son las opciones personales y no las circunstancias, creo, las que determinan en primer lugar cómo se enfrentan los padres al tema de la educación. No obstante cuanto más receptiva sea la actitud de la Iglesia más fácil será la gestión del tema de la educación de los hijos en situaciones matrimoniales «irregulares» (en base a lo que hoy interpretamos como regular o irregular).
7.- Sobre la apertura de los esposos a la vida…
Seguramente la Iglesia ha favorecido que la concepción, la procreación y la paternidad/maternidad sean vistos más como un problema que como una bendición.
Evaluar los métodos anticonceptivos más desde el ámbito moral que desde el sanitario solo ha creado rechazo.
Los condicionamientos económicos, sociales y políticos que han trastocado los roles de los padres en la familia han supuesto más trabas que beneficios para la crianza de los hijos.
La especulación inmobiliaria y la construcción de viviendas más pequeñas han condicionado el número de miembros para una mínima habitabilidad en la casa. Y de rebote los planteamientos de paternidad/maternidad.
El reconocimiento social de la mujer en su ámbito doméstico (tanto desde dentro de la familia como desde fuera) ha sido otro factor detonante, destructivo para la maternidad. Así como el retraso en la maternidad por motivos de formación profesional y laboral.
Las perspectivas de un futuro incierto e inseguro también es un factor que algunos esgrimen expresado en un «cómo vas a traer más desgraciados a este mundo».
Nosotros tenemos 4 hijos ¿por qué? Los tres primeros por el convencimiento de que no queríamos tener un solo hijo, queríamos que tuviesen hermanos (ojalá con los que les una un cariño eterno), que después de nosotros y más allá de nosotros y con quienes compartan sus vidas mañana otro día, puedan tenerse entre ellos. La cuarta vino ante la indecisión de dar una solución quirúrgica a la prevención de nuevos embarazos. Una vez con 4 hijos la cirugía fue la opción tomada por mí desde una pretendida opción de paternidad responsable. Ahora solo le pido a Dios las fuerzas y salud necesarias para acompañar a mis 4 hijos en su crecimiento y educación.
Hay figuras que la Iglesia podría alabar y potenciar y que pueden formar parte del grupo familiar, y que son apoyo singular en la crianza. Y no me refiero a los abuelos que ya son «explotados» en algunos casos sin necesidad de incentivos externos. Me refiero a las figuras de los padrinos y los tíos. Pero especialmente en la figura de los padrinos. En euskera la palabra padrino y madrina (aitabitxia / amabitxia) tienen una traducción literal preciosa y muy ilustrativa: (joya de padre / joya de madre). Alguien debería hacer un trabajo divulgativo de las posibilidades, el papel que los padrinos pueden jugar en la crianza de los hijos.
8.- Sobre la relación entre la familia y la persona, y el encuentro con Cristo.
La familia es el primer lugar donde puede llevarse a cabo el encuentro con Cristo. El matrimonio es un buen momento para reencontrarse con Cristo y la paternidad casi más aún todavía. El misterio de la vida es una ocasión para ponerte en contacto con lo Trascendente, con lo espiritual, con lo difícilmente explicable si no es a la luz de la fe.
No obstante el desengaño con experiencias eclesiales por un lado y una vida estresante y atropellada por otro pueden ser causas que dificulten el encuentro con Cristo, o que «justifiquen» el no encuentro.
La fe es un apoyo en la vida, si falta fe (en algo/Alguien) tu vida, personal y familiar, se puede ver afectada.
9.- Otros desafíos y propuestas.
¿Existen otros desafíos y propuestas respecto a los temas tratados en este cuestionario, que sean consideradas como urgentes o útiles de parte de los destinatarios?
Sí. Hace poco comentaba con unos amigos cómo las nuevas parejas parten de una premisa de desconfianza mutua que se expresa en lo material al pactar una «separación de bienes».
Nadie puede asegurarte el éxito de por vida en tu elección de pareja, y nadie debería condenar una ruptura sensata y civilizada si esta es necesaria y buena para la familia. Pero la condena de los fracasos matrimoniales y el aumento de los mismos, por múltiples motivos, ha generado una concepción de la unión de las parejas como algo inicialmente transitorio y más bien inestable. Esto sin duda tiene que afectar al concepto de Amor.
Y esa desconfianza inicial incide sin duda en una demora o incluso rechazo a planteamientos de paternidad/maternidad.
Hemos propiciado una generación de miedosos ante el matrimonio. Hemos promocionado los deportes de riesgo y la gente presume de tirarse de un puente amarrado a una goma elástica, tirarse en paracaídas desde la estratosfera o ponerse al límite en el ejercicio de múltiples actividades físicas. El matrimonio y la paternidad no es menos «arriesgado» y la adrenalina no te sube solo unos segundos o minutos, sino varias veces al día. Nos hemos quedado con la parte utilitarista y egoísta de la relación en pareja (que la tiene y creo que es lógica también) pero hemos perdido el lado romántico, idílico, lúdico, aventurero, y espiritual. Hemos perdido por el camino la palabra Amor, para quedarnos en amor o simple cariño.
Habría que ayudar a las nuevas generaciones a ilusionarse con las palabras Amor, Pareja, Familia, Paternidad, Maternidad….
Ilusionar más que condenar podría ser la tarea de la Iglesia en este s.XXI.