La reforma de la Iglesia debemos hacerla todos juntos, porque la Iglesia somos todos los cristianos. Hay que caminar juntos, hay que descentralizar esta Iglesia
(Jesús Bastante).- «La reforma que quiere hacer el Papa Francisco no es reversible«. El cardenal Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para la Vida Religiosa, dio anoche una lección sobre actitud y los nuevos tiempos en la «Iglesia-misericordia» que capitanea el Papa Francisco. Lo hizo en el Instituto de Vida Religiosa, en un encuentro «sin papeles» que no dejó a nadie indiferente y que también sirvió para presentar su biografía, «De las periferias del mundo al Vaticano» (Publicaciones Claretianas). Un camino que, indicó, «tenemos que caminar, y hacerlo juntos».
Lleno a rebosar en la casa de los claretianos, con presencia de toda la vida religiosa. Por venir, hasta vino sor Verónica Berzosa, la abadesa de Iesu Communio, en una de sus escasas apariciones públicas. El formato elegido por los presentadores, Manuel Bru y Fernando Prado, ayudó al diálogo, pues Braz no leyó un solo papel, y se dedicó a ofrecer su experiencia, y a responder a las preguntas que le planteaba el auditorio. «No hay espacio para una doble vida: hacer una cosa y decir otra. No porque sea pecado o un error, sino porque tenemos que ofrecer constantemente un testimonio claro de lo que somos».
«Todos los discípulos son hermanos y hermanas. No hay lugar para una iglesia de clases y castas. Y todavía tenemos una Iglesia dividida en clases«, denunció el cardenal brasileño, quien ofreció algún ejemplo de su vida como «ministro» del Papa. «Yo camino en las alfombras rojas, yo soy una ‘eminencia’… pero cuando entro en algún lugar me saludan, y a mi secretario no. ¿Por qué? ¿Es que él no es cristiano? Hay que cambiar, tenemos que cambiar la actitud, debemos ofrecer mucho más la credibilidad en la Iglesia».
Una credibilidad que es la clave del Papa Francisco. «El Papa triunfa porque es así, creíble, porque no encuentras barreras con él. Porque está convencido de que tenemos que vivir esta experiencia juntos. Solos no somos capaces de hacer nada, lo tenemos que hacer con el hermano, con los otros».
«A veces los cristianos somos muy inmaduros», añadió, pidiendo «crecer en humanidad» y «ser normales». «No nos interesa una religiosa ‘supermujer’, nos interesa una mujer, sin tantas experiencias superelevadas… Las cosas normales son las que nos sirven. Reconocernos, como dice el Papa, que somos pecadores, pero no corruptos, y que pese a todo Dios nos ama muchísimo».
Sencillos, y misericordiosos, pese a los poderes que aún sirven en la Iglesia. «Desde que el Papa empezó a hablar de misericordia, perdí ciertos miedos, me sentí mejor», bromeó Braz de Aviz, quien reconoció que desde su despacho vaticano «echo de menos al pueblo». Y por eso visita, siempre que puede, parroquias y comunidades.
«El Papa nos pidió a los cardenales que empecemos a ir a las paroquias de Roma, nos dijo que no tenemos que pertenecer a la corte, que tenemos que hacer de nuestro trabajo el contacto de cada persona. Ya no basta con interpretar los Códigos de Derecho Canónico para decidir si algo está bien o no. El Código es importante, pero para organizar cosas. El corazón es otro: detrás de cada hoja que tenemos que analizar hay una persona que sufre, y tenemos que encontrar su corazón». Ir, explicó, «al encuentro de las personas. En la Congregación estamos aprendiendo a escuchar mucho y hablar poco».
Libertad, diversidad, alegría y un punto de rebeldía. Estas son algunas de las claves de la vida cristiana hoy. «Hay que respetar profundamente la diversidad. La diversidad es buena. La uniformidad es una enfermedad«, incidió, añadiendo que «el poliedro, y no la esfera, es la mejor figura para hablar de la diversidad, porque no esconde las diferencias. No tenemos que trasformar al otro, sino ser diferentes y amar al otro».
«Debemos que cambiar el tema de la obediencia que crea inferiores, genera desequilibrios y enfermedades. Para obedecer hay que ser hermano. Uno es hermano, si eres discípulo de Jesús», apuntó, reclamando «recuperar el equilibrio entre hombres y mujeres», también en la Iglesia.
En cuanto al balance del Año de la Vida Consagrada, Braz de Aviz destacó un encuentro entre religiosos de distintas iglesias cristianas que se celebró hace unas semanas en Roma. «Teníamos miedo de que el diálogo no fuera aceptado, pero fue al contrario. El punto de referencia en la vida consagrada no es la división. Francisco de Asís está antes de la división, los monjes están antes de la división de las iglesias. Nosotros seguiremos adelante con esta dimensión de ecumenismo de la vida consagrada».
Y reivindicar la alegría. «Nuestro rostro tiene que decir si somos felices o no. Estamos con las caras largas, tristes… Tenemos que pensar más si nuestra vida nos hace feliz o no podemos. Es un desafío muy interesante», apuntó. Sobre la relación entre religiosos e Iglesia jerárquica, el prefecto vaticano reclamó «una interpretación más trinitaria de la vida»
«La jerarquía no es la única que nos dice la verdad. Es una de las presencias fuertes de Dios, porque Jesús lo quiso. Pero los carismas tienen la misma fuerza. El carisma, en el primer momento, no está sujeto a la jerarquía. San Francisco no pidió permiso al obispo para ser franciscano, Teresa de Ávila no pidió licencia: empezaron algo que tenía dentro, algo que es del espíritu. Si la jerarquía y los carismas manifiestan el Espíritu, el Espíritu no se contradice. Somos nosotros los que nos contradecimos porque somos muy pequeños», incidió
«Es un escándalo la división entre nosotros», denunció. «Peleamos no por el espíritu, sino por el dinero, las propiedades… Debemos convertirnos y volver a esta libertad en comunión, juntos. Yo, como jerarquía, no debo temer algo que viene del espíritu, no soy patrón de esto. Si esto no se da en Dios, la obediencia es una esclavitud».
«La imposición que creamos por la autoridad ya no se acepta. La cultura actual no quiere autoritarismos. Hay que conquistar por la fraternidad, por dar la vida por el otro. La medida es la de Cristo, si no no sirve», recomendó, advirtiendo, con palabras del Papa, contra la autorreferencialidad.
«Francisco dice que si nosotros no vamos a la periferia, Dios no entra en nosotros. Si nosotros somos el centro, Dios no puede entrar. Si somos arrogantes, no hay experiencia de Dios, sólo hablaríamos de nosotros mismos». «La autorreferencialidad es una enfermedad muy pesada, porque queremos transformar a los otros en nosotros. Hay que caminar en la dirección contraria e ir al encuentro de las personas».
En cuanto al papel de los laicos, Braz de Aviz reclamó que «la reforma de la Iglesia debemos hacerla todos juntos, porque la Iglesia somos todos los cristianos. Hay que caminar juntos, hay que descentralizar esta Iglesia«. En este punto, puso como ejemplo la experiencia de los maristas, que «en la crisis han descubierto el trabajo de los laicos en el carisma, ¡y ahora tienen 50.000 laicos que trabajan con ellos!». «No debemos considerar a los laicos como proletarios del espíritu. No es verdad: son bautizados, tienen a Cristo dentro de sí, su don. La vocación cristiana es vivir con todos».
Sor Verónica Berzosa le preguntó acerca de las causas de las crisis vocacionales. ¿Qué es lo que falla para no perseverar en la vocación?, se me queda pobre echar la culpa a lo de afuera, dijo la religiosa. «Vivimos un cambio fortísimo de época», replicó Braz de Aviz, quien señaló cómo «tenemos hermanas, superioras generales, que llevan 35 años como superioras generales. Y un caso de una superiora que cambió los estatutos para morir superiora. Ésta es una enferma, es una dominadora. Eso no es lo que dice la voluntad de Dios. Y eso hace un mundo de enfermas, porque imbeciliza a sus compañeras. Tenemos que decir claro las cosas. Hay casas de formación y de vida consagrada que son verdaderas prisiones. No es así, no puede ser así». El cardenal puso el ejemplo de una casa en Roma en la que «tienen cámaras de vídeo para ver dónde están las de la comunidad, con el pretexto de que eso les ayuda a saber cuál es la voluntad de Dios. ¡Pero esto qué es!».
Regresando a la cuestión de la obediencia, Braz de Aviz puso el ejemplo del propio Cristo en la Cruz. «Jesús grita al Padre por qué le había abandonado, y el Padre no responde. Y Jesús muere sin respuesta, pero obediente, pero eso no quiere decir que Jesús no le dijera al padre que sufría«. La Iglesia, para Braz de Aviz, es comunión. Y eso implica, también, mostrar desacuerdo. «Cuando el superior da una orden, y yo no le digo lo que siento que Dios me dice dentro, privo a mi superior de esa luz, y eso ayuda mucho a la madurez de una comunidad. Decidlo, no con rabio, sino con amor, pero decidlo».
Finalmente, el cardenal apuntó que «la intercongregacionalidad es esencial», pues «quien mira solo su ombligo, ve muy poco».