Y es que en el plan de Dios, lo "mínimo", se convierte en "máximo" automáticamente y gracias a su gracia
(Antonio Aradillas).- Con precisión, acierto y fluidez, además de con el aval con que actúa la Academia de Artes de las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos entregando sus «Oscar» también a «los mejores actores y actrices de reparto», Pedro Barrado Fernández, licenciado en Sagrada Escritura por la Universidad Pontificia de Comillas, autor del libro que presento, describe así su contenido:
«Los actores y actrices «secundarios» o de reparto, no protagonizan las películas en que intervienen, pero resultan imprescindibles para la historia que se cuenta en ellas. En el terreno de la fe no hay «personaje secundario ni menor»: para Dios todos somos protagonistas, y nuestras historias, aunque nos parezcan «mínimas», son en todo caso, únicas. La galería de personajes que aquí se presentan solo pretende ser una invitación a adentrarnos por las páginas de la Biblia y descubrir algunos de esos otros personajes menores que quizás nos ayuden a alumbrar caminos nuevos de encuentro con Dios».
Historias mínimas, personajes secundarios de la Biblia, está editado por PPC en su colección «Las palabras y los días», en la que se incluyen títulos como «Abba-Immá» de Xabier Pikaza, y «El Libro del Apocalipsis» de Ariel Álvarez Valdés.
Del desfile de estos personajes secundarios de la Biblia, pongo el acento en los nombres de Abusag; Ananías; Boaz, o la fortaleza del divino designio; Felo, el joven que huyó desnudo; Diótrefes o la difícil vida de la comunidad; Festo o el mundo visto con ojos romanos; Melchisedec o la ofrenda y las bendiciones; la mujer siro-fenicia; Nabal y Abigail; Séfora o la ayuda indispensable; la viuda del templo; Zorobabel o la piedra angular del templo; Balaán…
De todos ellos es obligado reseñar que nos adentran por los senderos de la Biblia con ejemplos, adoctrinamientos y testimonios suficientemente fiables como para percibir y acariciar los misterios de redención y de vida que entrañan tan sagradas páginas, en proporción similar, y aún superior, a como puedan hacerlo, y lo hacen, personajes tan importantes y de superior relieve como Moisés, Abrahán, Noé, Sara, David, Salomón, Job, y el mismo san Pablo. Y es que en el plan de Dios, lo «mínimo» -todo lo mínimo-, por serlo, y si además se relaciona con lo religioso, se convierte en «máximo» automáticamente y gracias a su gracia.
A título personal, sugiero leer y releer el capítulo titulado «La burra de Balaán, o la fabulosa mediación divina», redactado con la fórmula de la entrevista, sencillo y servicial animal bíblico por compasión y naturaleza, confiriéndole en este caso, el don de la palabra, después de habernos destacado que, de los «personajes asnales» de más rango y reconocida prestancia en la historia de la literatura, «Platero» y el «rucio» sanchopancesco cervantino, exactamente esta burra -, la de Balaán-, resulta ser la más elocuente, al haber podido hacer uso del don de la comunicación verbal.
La referencia tangencial a la locuaz y dicharachera serpiente, moradora del Paraíso Terrenal, también aporta interesantes elementos de juicio para situarnos con teología y evidencias religiosas ante acontecimientos «originales» de tanta importancia para el género humano y la historia de la salvación.
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