El prelado suele decir publicamente que los curas de Cádiz son "poco espirituales, carentes de formación y de baja talla humana".
(José M. Vidal).-Le llaman ‘el jefe’ o ‘el urólogo’ en tono peyorativo. El obispo de Cádiz-Ceuta, Rafael Zornoza, dirige la diócesis andaluza como si de una empresa de amigotes se tratara. Rodeado de un pequeño grupo de incondicionales (algunos de los cuales se trajo de fuera), margina y «desprecia» al clero diocesano que, harto de tantos desprecios, se comienza a rebelar contra el prelado. Son ya varios los sacerdotes gaditanos que han escrito cartas al Papa y al nuncio Fratini, para quejarse de la actuación antievangélica de su obispo.
En las cartas a las que ha tenido acceso Religion Digital, los sacerdotes denuncian fundamentalmente la forma de ser, actuar y vivir del obispo, el trato a las personas asi como su gestión pastoral y económica de la diócesis.
En las misivas, enviadas al Papa y al Nuncio en Madrid, Renzo Fratini, se describe a un «obispo señorito», al que le «gusta comer y beber bien». Cuentan, por ejemplo, que, en una comida le invitaron a elegir vino y optó por una botella de un precio de casi 200 euros. Se reúne, a menudo, a comer con gente influyente y de dinero en sus casas o en algún reservado. Es asíduo del Restaurante El Faro. «Curiosamente, con los sacerdotes, cuando va a las parroquias, nunca quiere comer», apostillan los curas denunciantes.
Además del coche oficial con chófer del obispado, tiene otros coches de «camuflaje». Nada más llegar a la diócesis mandó arreglar el palacio episcopal y en él vive. Le encanta viajar y realiza constantes giras, casi siempre con jóvenes, a Fátima, Lourdes, Santiago, Roma o Jerusalén. Estos días, precisamente, se encuentra, de nuevo, en Tierra Santa, por segunda vez en tres meses, tras pasar por Fitur.
Cuando algún cura (de los pocos que se atreven a hacerlo) le reprocha algún dispendio de este tipo, siempre contesta diciendo: «Yo soy el obispo». Y es que, como dicen los denunciantes, «si le haces frente, se echa atrás, pero se ensaña con los débiles y hasta los desprecia».
Los curas «despreciados»
De hecho, la actitud de Zornoza hacia su clero es lo que más les duele a los sacerdotes que han escrito a Roma y a Madrid. En la diócesis hay 155 curas nativos y 20 «importados». Estos últimos suelen ser ultraconservadores, que el obispo trajo de diversas partes del mundo, especialmente de Colombia y de Polonia, junto a unas laicas consagradas, a las que confió la pastoral juvenil y la animación de las celebraciones episcopales. Y, por supuesto, también se trajo de fuera a la cúpula de su equipo económico, encabezado por el ecónomo Antonio Diufaín, «su mano de hierro».
«Tiene dividida la diócesis» en dos bandos. Por un lado los 20 que trajo de fuera y otros 20 diocesanos (los que forman la Curia y algunos jóvenes), a los que ha colocado en los puestos más importantes y que, «con su colaboración o su silencio se han convertido en sus cómplices». Los 110 curas diocesanos restantes «han optado por una indiferencia total hacia el obispo», sin contar con los religiosos, «a los que tolera, aunque también trata con desprecio».
Porque el desprecio parece ser, según los curas denunciantes, la tónica habitual de la actitud de monseñor Zornoza con su clero. «Siento mucho dolor ante la actitud de desprecio constante de nuestro obispo hacia la mayoría de los sacerdotes», explica uno de los denunciantes en su carta al Papa.
Las demás cartas insisten en esta misma categoría y ponen ejemplos concretos. Algunos sangrantes. «Desprecia a los sacerdotes mayores, que han entregado toda su vida al servicio de la Iglesia, a los que no visita ni provee en sus necesidades». Suele estar ausente del entierro de muchos curas, «por estar de viaje con jóvenes de un lado a otro de la geografía española y europea», y las pocas veces que preside «no tiene palabras cercanas, de cariño y reconocimiento de la labor del fallecido».
Más aún, en sus constantes viajes a Getafe, la diócesis de la que procede, Zornoza «se jacta de decir en público que los curas de Cádiz somos poco espirituales, carentes de formación y de baja talla humana».
Y añaden: «En el fondo, nos considera indígenas a los que hay que evangelizar y tampoco quiere ni se encuentra a gusto en la diócesis». Y, por supuesto, a los pocos críticos, que se atreven a levantar la voz, los margina y se ríe de ellos, llamándolos «ángeles caídos». Todos los curas, los amigos o los ‘caídos’ tienen que identificarse en la puerta, para acceder al obispado.
Una de las consecuencias de esta situación es que «en estos últimos cuatro años, la diócesis ha perdido a 19 sacerdotes, que o bien se han secularizado o bien se marcharon a otras diócesis. En este último caso, no ha mediado sino palabras de desprecio hacia los mismos por parte de nuestro obispo, con calificativos como niñatos, incapaces o malos sacerdotes». Incluso ha indicado al episcopado andaluz «que no admita a sacerdotes o seminaristas de Cádiz, que quieran marcharse de la diócesis».
Su «chulería y maltrato» se extiende, según los denunciantes, incluso a sus predecesores en el obispado de Cádiz. «Los nombres de sus predecesores (monseñor Añoveros, monseñor Dorado y monseñor Ceballos) desaparecieron. Ni les menciona, aunque su herencia sigue muy viva entre el clero y entre la gente».
Y es que, según Zornoza, «en Cádiz ha comenzado una nueva era», en la que se trataría de borrar la herencia de sus predecesores e imponer su modelo eclesiástico ultraconservador. Quizás por eso, el obispo «siempre habla de Juan Pablo II y muy pocas veces del Papa Francisco».
Una diócesis gestionada como una empresa
Para implementar este modelo, además de dividir a los curas, se sirvió de dos palancas: la supeditación de los organismos diocesanos y la gestión empresarial de la diócesis. En cuanto a lo primero, «ha anulado todos los estamentos diocesanos y los ha recreado a su medida». Desde el Consejo Presbiteral, que ya no es decisorio y cuyas reuniones son meros retiros espirituales, hasta el Consejo Pastoral, o los planes pastorales , pasando por el seminario.
«Hace poco presentó un plan pastoral para cuatro años, que no ha consultado con nadie, donde desgrana sus ‘logros’. Es increíble cómo un obispo puede menospreciar a su clero de esta forma, ninguneando su labor», explica un cura en su carta. Y añade: «Santo Padre, es verdad la máxima ‘nada sin el obispo’, pero también lo es la de que ‘un obispo no es nada sin su clero’. Somos colaboradores y no empleados de una empresa. Nunca he visto mayor desprecio a las personas en un ministro de la Iglesia».
«El seminario diocesano ha quedado prácticamente bajo mínimos y, además, ha permitido la creación de un seminario Redemptoris Mater de los Neocatecumenales, sin ni siquiera consultar con los sacerdotes», explica un sacerdote en su carta. Todos los directores espirituales del seminario han sido curas extradiocesanos. En la actualidad, «el director espiritual viene desde Toledo (a 800 kilómetros de distancia) y los confesores son todos sacerdotes del Opus Dei».
Además, somete a los seminaristas a test piscológicos, que «tanto el rector como los formadores leen, con lo cual mezclan el fuero interno y el externo». Una cuestión problemática, por la que el actual obispo de Cádiz ya tuvo problemas, cuando era rector el seminario de Getafe.
El otro sector que preocupa especialmente a los curas que denuncian a su obispo ante el Papa y el Nuncio es el de la gestión económica. «Su único afán es el dinero. De hecho, nuestra diócesis sale constantemente en los periódicos y en las redes sociales por su afán recaudatorio y por el intento de venta de inmuebles por valor de más de dos millones de euros», dice una de las cartas.
En ésta y en las demás misivas, se van desgranando diversos ‘escándalos’ económicos de ‘Diocesis Cádiz-Ceuta SA’. En Ceuta, «ha sido y es un escándalo el intento de venta del edificio del Amor fraterno». «Asfixió a diversas congregaciones femeninas de Cádiz, Véjer, La Línea y San Fernando, hasta obligarlas a salir de sus conventos y en algunos casos a ceder los colegios a la Fundación Educatio Servanda, con la consiguiente purga del profesorado, para ir colocando a los suyos».
De hecho, el prelado se llevó a Cádiz a sus amigos de esta Fundación ultracatólica, conocida por imponer en sus colegios la segregación en función del género, erigió la Fundación Educatio Servanda de Cádiz, «sacando más de 30.000 euros de una fundación, cuyo cometido era la caridad. Los patronos de la misma son el propio obispo y el ecónomo diocesano».
Además, según cuentan los curas, «ha nombrado como secretario de Cáritas diocesana a un amigo suyo, al que le ha asignado un sueldo generoso, que sale de Cáritas y de las cuentas del obispado». Mientras tanto, la institución acaba de comunicar a los trabajadores sociales, contratados hace dos años, que causan baja por falta de dinero.
Más aún, los inmuebles propiedad del obispado «están siendo adquiridos por Fundaciones privadas, gestionadas por el mismo obispado, para evitar ser señalados por colectivos cristianos, que solicitan la cesión de los mismos para las familias desahuciadas y para los emigrantes».
Gestión económica con «técnicas agresivas»
Los curas aseguran que el equipo económico del obispo «tiene poderes para todo» y hasta «utiliza técnicas agresivas» para conseguir sus fines. Por ejemplo, todas las parroquias tienen que entregar a la diócesis «más del 30% de lo que ingresan, teniendo que hacer frente a todos los gastos, sin poder deducir ninguno. Y lo reclaman sin piedad y sin esperar». Y las «formas» de la abogada de la diócesis son «sonadas» en todo el territorio diocesano.
Tanto es así que «los trabajadores están sometidos al silencio más absoluto bajo pena de expediente disciplinario», según los curas, que llegan a hablar de «mobbing laboral con determinados trabajadores de la etapa anterior a la llegada del obispo Zornoza a Cádiz».
En el último decreto de monseñor Zornoza, firmado el pasado 14 de diciembre, sobre la remuneración de los sacerdotes, se utiliza la subida salarial para imponer un seguro médico a los curas. «Detrás de la maniobra -denuncian éstos- se esconde un ataque a la mutual del clero, al firmar el convenio con el Banco BBVA, saltándose la ley de protección de datos y dando información al banco de todos los curas diocesanos, sin recabar autorización para ello».
Además, «el trato desde la Administración diocesana hacia los sacerdotes y los seglares que con ellos trabajan es inhumano, tachándolos de ladrones, incompetentes y un largo etcétera». Y lo que es peor «toda esta normativa no se hace pública, para ocultar todo el andamiaje económico». Porque, según las misivas del clero gaditano, «el equipo económico se mueve en el límite de la moral y de la ley, con una economía casi mafiosa».
Toda esta forma tan especial de pastorear la promueve monseñor Zornoza a través de un control absoluto de todo lo que se hace en la diócesis. «No se mueve nada ni se publica ni se hace nada, sin que él lo decida», explican las cartas. Un control que llega incluso a los más mínimos detalles, como el texto que debe aparecer en los folletos diocesanos.
Celoso de su imagen pública, Zornoza la cuida con mimo de varias maneras. Primero, fltrando información a parte de la cúpula del ‘Diario de Cádiz’, con la que, según dicen los curas denunciantes, se reúne a comer con bastante asiduidad. Por otra parte, el obispo dedica a una persona que trabaja en el obispado a buscar y remitirle toda información publicada en los medios y en las redes que se refiera a él.
Pero sus curas, cansados de la situación, siguen escribiendo a Nunciatura y al Papa. Así termina una de las cartas enviadas a Roma: «Santo Padre, podría seguir contándole muchas más cosas, pero no quiero entretenerle con ‘nuestro problema’. Sólo le pido, como padre y maestro, que nos tenga presentes en su oración. Así no podremos seguir por mucho tiempo«.