David López Royo

La responsabilidad del tejido empresarial desde el bien común

"Conjugar responsabilidad y Bien Común en un empresario es marcarse un objetivo: generar riqueza social"

La responsabilidad del tejido empresarial desde el bien común
David López

Un empresario responsable con el Bien Común se convierte en agente dinamizador de un cambio social, si son muchos los empresarios que actúan desde esta perspectiva se puede originar un modelo nuevo de sociedad

(David López Royo, en El Correo de Andalucía).- La solución de muchos problemas existentes no corresponde de manera exclusiva a los políticos. Éstos deben ayudar a la resolución de los mismos articulando el marco legislativo adecuado; pero quién de verdad tendrá que ejercer un trabajo eficiente para solucionar los problemas, sin duda, es el tejido empresarial.

El compromiso de un empresario por generar empleo es el puntal para que una sociedad pueda contar con bienes y servicios que beneficien a sus integrantes. En consonancia con lo anterior, lo que se les puede pedir es que actúen con coherencia, mirando, ante todo, por aplicar los principios del Bien Común. La economía es una variable esencial por cuanto es la que ayuda a los empresarios a poder establecer proyectos que sean generadores de riqueza; pero ésta debe entenderse como riqueza social porque de otra manera se podría fomentar pobreza. Por esta razón la responsabilidad del tejido empresarial implica que sea el objetivo a alcanzar por cada empresario. Un empresario responsable con el Bien Común se convierte en agente dinamizador de un cambio social, si son muchos los empresarios que actúan desde esta perspectiva se puede originar un modelo nuevo de sociedad.

El Papa Benedicto XVI en su encíclica Cáritas in Veritate nos ilumina sobre los principios que deben de regir este nuevo modelo de sociedad: » se requiere que las finanzas mismas, que han de renovar necesariamente sus estructuras y modos de funcionamiento tras su mala utilización, que ha dañado la economía real, vuelvan a ser un instrumento encaminado a producir mejor riqueza y desarrollo. Toda la economía y todas las finanzas, y no sólo algunos de sus sectores, en cuanto instrumentos, deben ser utilizados de manera ética para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del hombre y de los pueblos. Es ciertamente útil, y en algunas circunstancias indispensable, promover iniciativas financieras en las que predomine la dimensión humanitaria. Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar que todo el sistema financiero ha de tener como meta el sostenimiento de un verdadero desarrollo. Sobre todo, es preciso que el intento de hacer el bien no se contraponga al de la capacidad efectiva de producir bienes. Los agentes financieros han de redescubrir el fundamento ético de su actividad para no abusar de los instrumentos económicos».

No se trata de un sueño. Hay que trabajar para que se convierta en realidad. Ante el panorama que existe en nuestro mundo, el tejido empresarial puede ejercer como un agente social que busca el Bien Común.

 

 

 

 

Conjugar responsabilidad y Bien Común en un empresario es marcarse un objetivo: generar riqueza social.

El empresario no es el agente negativo, es el impulsor de proyectos que hacen posible disponer de bienes y servicios de calidad, logrando que la sociedad pueda tener un nivel de vida adecuado, en donde la justicia social sea un eje fundamental. El empresario es una persona comprometida porque pone a disposición proyectos que posibilitan trabajo para las personas. El empresario arriesga su patrimonio y logra de esta manera que el mismo ayude a muchas personas a realizarse como sujetos creativos, haciendo posible que se puedan desarrollar iniciativas que transforman la sociedad. Para lo anterior es preciso disponer por parte del empresario de una doble cualidad: ética y coherencia.

Si aplicamos todo lo anterior a los grandes problemas existentes en nuestro mundo; como por ejemplo: la pobreza, los movimientos migratorios causa de la pobreza y de las guerras; hallaremos soluciones adecuadas. Respuestas que deben de tener como común denominador la búsqueda del Bien Común.

Si los empresarios aceptan este reto, el mundo empezará a percibir grandes cambios obligando a los políticos a establecer programas que verdaderamente busquen los intereses de los ciudadanos.

Un político debe de mirar por el Bien Común y si, además, lo hace conjuntamente con el tejido empresarial podremos disponer de proyectos que den respuestas coherentes.

Un empresario es un valor activo por cuanto coopera en desarrollar una actividad económica que es esencial para lograr un adecuado progreso social. Cualquier sociedad, de Europa, África, América, Asia y Oceanía no puede permitirse el lujo de perder a un empresario porque esto supone la destrucción de un proyecto que, en un porcentaje muy elevado, lo que busca es generar riqueza.

Mirando a nuestro alrededor nos podemos percatar que cuando un proyecto empresarial se cierra, lo que queda es destrucción de empleo y tras esta constatación, normalmente, se origina pobreza.

Precisamos empresarios valientes dispuestos a cambiar fomentando riqueza social. Esto significa preocuparse también por los problemas existentes buscando una solución adecuada. Esto conlleva no alejarse de la realidad estando siempre dispuestos a hacer valer una justicia social que mire por la dignificación y se aleje del abuso desmedido. Un empresario es una persona responsable. Es un agente preciso y necesario porque sin él no sería posible una economía que fomenta, además del progreso, el empeño por mejorar las relaciones sociales.

En la encíclica citada anteriormente se ofrecen parámetros a los empresarios que quieran actuar fomentando el Bien Común y es, también, un reclamo a los políticos para que no se olviden de la misión que tienen: servir. » Entre el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiariedad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad».

La próxima semana reflexionaré sobre el compromiso que tiene que tener un político cuando deja de ejercer el servicio de ser Presidente de una Comunidad Autónoma.

David López Royo

Director de Responsabilidad Social Corporativa

Chávarri Abogados

Delegado Episcopal de Fundaciones

Archidiócesis de Madrid

 


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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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