José Ignacio González Faus, sj

Pederanálisis

Algunas preguntas sobre la gestión del lamentable crimen de la pederastia

Pederanálisis
José Ignacio González Faus

(José Ignacio González Faus, sj.).-Una de las lecciones que creo me ha enseñado la historia es que el mayor daño que se  puede hacer a una causa buena es defenderla mal. Temo que algo de esto pueda aplicarse al triste escándalo de la pederastia. No hay duda de la bondad de esa lucha contra ella. Antaño se decía que agredir a un cura es un sacrilegio, y no sé si eso sigue aún en el nuevo Derecho canónico. Pero el verdadero sacrilegio es más bien que un cura abuse o agreda sexualmente a un menor.

Aplaudo la decisión de Francisco de despojar de su ministerio eclesial al cardenal McCarrick. Aunque eso debieron solicitarlo espontáneamente muchos de ellos: pues lo más horrible para mí en este asunto es esa doble vida de unos ministros de la Iglesia (sacerdotes si prefieren llamarlos así): que siguieran presidiendo la eucaristía, anunciando el evangelio y abusando de menores. Y si se trataba de una caída asilada entonces había que acudir a la confesión que exige propósito de enmienda…

En fin: ¡ojalá esa decisión de Francisco sirva de ejemplo para una ley civil por la que todos los profesores, entrenadores, educadores físicos y otros tales que hayan abusado, queden también suspendidos para siempre del ejercicio de su profesión.

No obstante, una vez reconocido toso eso, quisiera expresar una sospecha que yo mismo no sé si tiene fundamentos sólidos. A lo menor estoy deformado por mi afición adolescente a novelas de Agatha Christie y de Simenon y mi pasión de entonces por «descubrir al asesino»… No obstante hay cosas que me gustaría ver mejor explicadas.

1.- No entiendo cómo ha podido ser que casos  de hace sesenta o setenta años surjan ahora casi de golpe, como por generación espontánea, en el mismo momento histórico y en todos los lugares del mundo. Eso produce una sensación de «campaña»: que se busca más atacar al verdugo que rehabilitar a la víctima. Y creo haber aprendido de otros casos (asesinatos y demás) que el daño del verdugo puede drogar a la víctima pero no la sana verdaderamente.

2.- No entiendo cómo, cuando la pederastia ya iba declinando, aparecen de golpe en el mismo momento y en todo el mundo, casos de monjas abusadas por curas o religiosos. Tampoco me cuadran mucho las cifras: un 40% de religiosas abusadas. Ahora bien: según la CEE, en España hay (redondeando las cifras) unos 27000 curas y monjes y unas 66,000 religiosas, de las que el 40% equivaldría a unas 26.000. Conclusión: o absolutamente todos los curas son violadores de monjas o, si como se dice, el número de abusadores no llega al 10% (al 5% según otros) tendríamos unos 2.500 para abusar unas 25.000. ¡Menuda faena! Habrían de ser todos auténticos Casanovas. Y no sé si acabarían agregando a su disfunción pastoral, una disfunción eréctil…

Espero pues, a ver si ahora cuando acabe esto de las monjas abusadas, aparece algún otro escándalo  simultáneo y universal (no sé, por ejemplo, si de prostitutas que cuentan anécdotas sobre sus clientes clérigos, o de una curia romana homosexual u otra cosa así a la que mi pobre imaginación ya no llega). Esperemos a ver.

3.- Tampoco entiendo que, si lo que interesa son las víctimas, no se hable casi nada de las víctimas de agresores laicos (profesores, entrenadores, políticos, médicos, familiares…) que, sin duda posible, son muchísimas más. Es cierto que el abuso de un inexistente «poder sagrado» es más grave que el de un inevitable poder laico. pero eso no es razón para desentenderse de ese otro.

4.- Queda el tena de los silencios episcopales encubridores. Cuando una víctima de un monje de Montserrat reclama la dimisión del abad por no haberlo denunciado, no veo qué pueda aportarle esa dimisión a la víctima como no sea satisfacer esas ganas de herir que les vienen a todos los heridos. Pero eso no reconstruye la herida. Dejando aparte que la pederastia en España solo es delito civil desde el 2004 y que los desórdenes que no son delitos civiles (el alcoholismo por ejemplo) no hay obligación de denunciarlos.

En mi corta experiencia directa hay aquí algo que sucede en otros campos de la vida (sobre todo en el económico) y es la culpabilización de la víctima. «Yo solo quería que mi papá me quisiera» me decía muchos años después una pobre mujer cuando, por fin, se atrevió a contarlo. Incluso recuerdo otro caso de una chavala (ya de unos 25) a la que intentó agredir un abogado (muy amigo de la familia por otro lado) y que, cuando le dije que «eso a ti no te mancha nada» me contestó que era muy fácil dar esa respuesta desde donde estaba yo…

5.- Creo además que, en el tema de los silencios, habría que matizar tipos muy diversos de delitos.

5.1.-Conocí el caso de un muchacho que, en su primer año de trabajo en un colegio, intentó abusar de algún crío. La reacción de los padres, bien dolidos y, por supuesto, sacando al chaval del colegio tras hablar con el director, fue proteger a su hijo. ¿Se les puede culpar por eso, aun al margen de la complejidad del asunto? Pues bien, yo que he pasado la vida metiéndome con obispos y siendo censurado y silenciado por algunos de ellos, debo añadir también que algunos obispos pueden haber intentado portarse como padres, sobre todo en épocas más lejanas donde este pecado (por grave que sea) no estaba siendo vivido como escándalo público. ¿Se les atacara por eso de manera tan dura cono se hace?

5.2.- Hay en cambio otros casos en que el silencio se ha debido a un afán algo hipócrita de proteger a la Iglesia aun a costa de todo. Eso me parece muy censurable. Y déjeseme añadir que, por esta razón, yo nunca hubiera canonizado a Juan Pablo II por su conducta con M. Maciel. No dudo de la bondad de Wojtila, ni de que estará en la casa del Padre (lo cual, según la teología antigua, es lo único que garantiza la Iglesia cuando canoniza a alguien). Pero los santos deben ser además ejemplos. Y no puede ser ejemplo alguien que puso a Maciel como ejemplo para la juventud de hoy y rechazó toda acusación contra él…

5.3.- Finalmente, hay otros casos en que el silencio se debió simplemente a la incapacidad de algunos prelados para el cargo que ocupan. En este sentido, ya dije otra vez que la pederastia pone sobre la mesa la obligación de revisar los procedimientos de nombramiento de obispos, que son contrarias a la mejor tradición eclesial. No voy a insistir ahora en esto, pero sí quiero recordarlo.

6.- Dicho todo lo cual, veo un cúmulo de indicios que me plantea la siguiente pregunta: ¿no será que todo este escándalo se está utilizando más para atacar a Francisco que para ayudar a las víctimas? Porque, como a Francisco no se atreven a desautorizarlo públicamente por lo que dice desde el punto de vista social (y que molesta mucho a algunos), el recurso es desprestigiar a la entidad que preside, para quitarle autoridad a él. En la línea de aquella antigua «gauche divine», cuyos divinidad consistía en que sus deseos se erigían en la Verdad Eterna. Y que hoy, aunque el nombre haya pasado, su realidad sigue desgraciadamente vigente.

Repito para acabar: son solo sospechas y preguntas, Un debate sincero sobre ellas podría ayudar a un examen y ser muy útil, si el debate no se reduce a poner epítetos sonoros en plan Casado, sino a aportar datos y argumentos.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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