La fumata blanca que anunció al mundo la elección del cardenal Robert Francis Prevost como nuevo Papa León XIV el pasado jueves ha dejado tras de sí una historia de giros inesperados y alianzas de última hora que pocos observadores vaticanistas habían anticipado. Lo que parecía una elección encaminada hacia el secretario de Estado Pietro Parolin acabó con la designación del prefecto del Dicasterio para los Obispos, un agustino estadounidense con profundas raíces misioneras en Perú.
El desarrollo inesperado del cónclave
Fuentes cercanas a la Santa Sede revelan que el cardenal Pietro Parolin, mano derecha del Papa Francisco durante gran parte de su pontificado, lideraba cómodamente las votaciones hasta la tercera ronda del cónclave. Su perfil como diplomático experimentado y conocedor de la maquinaria vaticana le había posicionado como el candidato de consenso entre los sectores más institucionales.
Sin embargo, en un giro que ha sorprendido incluso a los analistas más veteranos, el cardenal Prevost consiguió aglutinar en las últimas votaciones el apoyo de los cardenales latinoamericanos y de aquellos que buscaban un perfil pastoral más que diplomático. «La experiencia misionera de Prevost en Perú durante décadas pesó más que la habilidad diplomática de Parolin», señala un experto en asuntos vaticanos que prefiere mantener el anonimato.
El cónclave, que comenzó el pasado lunes con la tradicional procesión de cardenales hacia la Capilla Sixtina, se resolvió en tan solo cuatro días, un tiempo relativamente breve que indica que, pese a las diferencias iniciales, los 132 cardenales electores consiguieron alcanzar un consenso con relativa rapidez.
Un perfil puente entre dos mundos
Robert Francis Prevost, de 69 años, representa un equilibrio entre continuidad y renovación. Nacido en Chicago pero con más de dos décadas de servicio en Perú, el nuevo pontífice combina la perspectiva norteamericana con una profunda comprensión de las realidades latinoamericanas.
Su nombramiento como León XIV —nombre que evoca al gran reformador León XIII (1878-1903)— sugiere una intención de reforma institucional combinada con una sensibilidad social que caracterizó a su predecesor homónimo.
Como prefecto del Dicasterio para los Obispos desde 2023, Prevost ha tenido un papel crucial en la selección de nuevos obispos a nivel mundial, lo que le ha permitido conocer en profundidad los desafíos de la Iglesia en diferentes contextos culturales. Esta experiencia parece haber sido determinante para convencer a los cardenales de que era el candidato idóneo para liderar una Iglesia global en tiempos complejos.
Las claves de un vuelco inesperado
El análisis de lo sucedido en la Capilla Sixtina revela que Prevost consiguió capitalizar tres factores decisivos:
En primer lugar, su perfil como pastor con experiencia de primera mano en comunidades desfavorecidas resonó con el deseo de muchos cardenales de continuar el enfoque de Francisco hacia las «periferias» de la Iglesia.
En segundo lugar, su posición equilibrada entre las facciones más progresistas y conservadoras le permitió presentarse como un candidato de consenso cuando Parolin comenzó a encontrar resistencia entre los sectores más tradicionalistas.
Por último, su experiencia administrativa al frente de un dicasterio clave tranquilizó a quienes temían elegir a alguien sin conocimiento de la compleja burocracia vaticana.
«Prevost no era el favorito inicial, pero tenía el perfil perfecto para emerger como alternativa cuando las primeras opciones comenzaron a bloquearse mutuamente», explica un teólogo especializado en eclesiología.
Un pontificado con acento latinoamericano
La elección de Prevost supone la continuidad de una mirada hacia América Latina, región que alberga a casi el 40% de los católicos del mundo. Aunque estadounidense de nacimiento, sus décadas en Perú le han dado una perspectiva única sobre los desafíos de la Iglesia en el continente.
Su primera aparición en el balcón de la Basílica de San Pedro el jueves por la tarde mostró a un pontífice sereno pero decidido. «Vengo de lejos, pero mi corazón ha estado siempre cerca de los más necesitados», fueron sus primeras palabras tras ser presentado por el cardenal Mamberti como el nuevo Sumo Pontífice.
El nuevo Papa deberá afrontar desafíos formidables: desde la continua crisis de abusos sexuales hasta la pérdida de fieles en regiones tradicionalmente católicas, pasando por tensiones internas sobre reformas litúrgicas y doctrinales.
Entre bastidores: la noche decisiva
Los detalles que han trascendido sobre la noche previa a la elección hablan de intensas conversaciones entre grupos de cardenales en los pasillos de la Casa Santa Marta. Mientras Parolin mantenía una sólida base de apoyo entre los cardenales europeos y de la curia, Prevost fue ganando terreno entre los electores de África, Asia y América Latina.
Un momento clave parece haber sido una intervención del cardenal Advincula de Filipinas, quien habría destacado la necesidad de un pontífice con experiencia pastoral directa en contextos de pobreza y desigualdad. Este discurso, según fuentes cercanas al cónclave, habría inclinado la balanza definitivamente hacia Prevost.
La cuarta votación, celebrada en la mañana del jueves, fue la definitiva. Cuando el escrutador anunció «Habemus Papam», la sorpresa fue mayúscula incluso entre los vaticanistas más experimentados que esperaban en la Plaza de San Pedro.
El cardenal Prevost, ahora Papa León XIV, se convierte así en el primer pontífice estadounidense de la historia y en el segundo consecutivo con fuertes vínculos con América Latina, consolidando un giro geográfico en el liderazgo de la Iglesia Católica que comenzó con la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio en 2013.
Entre las curiosidades de esta elección destaca que Prevost es el primer papa perteneciente a la Orden de San Agustín desde el siglo XIII, cuando Clemente IV ocupó brevemente la silla de Pedro. Además, su elección coincide con el 150 aniversario de la llegada de los primeros misioneros agustinos a Perú, país donde el nuevo pontífice desarrolló gran parte de su carrera eclesiástica y donde es considerado prácticamente como un hijo adoptivo.