Aprendí que la conciencia está por encima de la ley, el seguimiento de Jesús por encima del Derecho Canónico
(Jesús Bastante).- La parroquia de San Carlos Borromeo vivió anoche un sentido acto de homenaje y reconocimiento a tres grandes figuras de la teología, la Iglesia y la sociedad españolas del último medio siglo. Tres sacerdotes, insuficientemente reconocidos por la institución, pero cuyo legado sigue vivo en la memoria y en la vida de muchos seguidores de Jesús, comprometidos con los pobres, con la esperanza y con la alegría. Julio Lois, José María Llanos y José María Díez Alegría fueron recordados por más de doscientos compañeros, sus amigos, sus discípulos, por «su coherencia y su solidaridad. Fueron tres hombre que venían de la Iglesia, bienaventurados porque sufrieron persecución a causa de la justicia».
Sara Nieto abrió el fuego, recordando cómo estos tres hombres de fe «vivieron la lucha y los fracasos de la gente del barrio mientras sus jefes se vestían de oro y bendecían dictadores«. Díez Alegría, un gran feminista y hombre esperanzado; el padre Llanos, que vivió una transformación que le llevó de la Falange y las confesiones a Franco a la fundación de Comisiones Obreras; y Julio Lois, el más cercano y a la par discreto.
José Luis Morales, quien vivió con los tres durante años, destacó que Lois, Llanos y Alegría eran «hombres cultos, con carrera, volcados con la inmigración y los marginados, que vivieron la utopía desde el Evangelio para insertarse en el mundo y en la frontera, sabiendo que si no estamos con los pobres, no podemos vivir el Evangelio».
Santiago Carrillo, por su parte, reivindicó el papel de Llanos y Alegría «en la Historia de nuestro país» y, especialmente, «en la relación entre cristianos y marxistas, descubriendo que teníamos preocupaciones idénticas, y que nos enfrentábamos porque no nos conocíamos«. Fueron, en su opinión, figuras clave para que especialmente durante el Concilio, «la Iglesia dejara de presentarse como una parte esencial de la opresión y se volcaran con los trabajadores». Así, recordó, las reuniones clandestinas y las asambleas de trabajadores «se celebraban en conventos y parroquias».
«Si yo fuera creyente, rezaría todos los días para que volviera a desarrollarse el movimiento de protesta y acción de los católicos españoles, de Llanos y Alegría, y porque todos, creamos o no, sigamos juntos en la lucha por la libertad«.
Pedro Sánchez, párroco de Santo Tomás de Villanueva, que convivió con Julio Lois desde 1977, destacó su «profunda coherencia». «Era un teólogo serio y profundo, que practicaba lo que él enseñaba».
Por su parte, Juan José Tamayo se centró en la figura de José María Díez Alegría, de quien «no dejé de aprender lecciones de esperanza, diálogo, crítica serena. Aprendí que la conciencia está por encima de la ley, el seguimiento de Jesús por encima del Derecho Canónico. Era un hombre con un gran sentido del humor».
Finalmente, Pedro Miguel Lamet lamentó que en la Iglesia actual «no hay profetas, o se callan», algo que no hicieron Llanos, Alegría o Lois. «Llanos era el más difícil, tanto que Díez Alegría decía de él que era la vesícula biliar del Cuerpo Místico». Todos ellos demostraron que «se puede ser libre dentro de una institución que no permite la libertad«.