Los que tenían miedo a la verdad y a la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su País
(Jesús Bastante).- «El Señor envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a toda la gente». Francisco invitó a los fieles albaneses a «volar«, siguiendo el ejemplo del águila de la bandera del país, para llevar el Evangelio. «Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que realizar en la Iglesia y en la sociedad«, apuntó el Papa en la homilía en la plaza de beata Teresa. «No tengáis miedo de volar alto», incidió, «pero no os venguéis«.
Bajo una intensa lluvia, que fue remitiendo a lo largo de la celebración, Bergoglio improvisó una y otra vez, siendo interrumpido por los aplausos de los feligreses. Francisco incidió en la necesidad de continuar hacia adelante. «Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por tu ejemplo de fidelidad. No olvidéis el nido, vuestra historia lejana, ni las pruebas. No os olvidéis de las llagas. Pero no os venguéis. Id adelante, a volar en la esperanza de un futuro grande».
«El Evangelio que hemos escuchado dice que además de los 12 apóstoles, Jesús llamó a otros 72 discípulos, a los que manda anunciar el Reino de Dios», señaló. Dios «quiere que el Evangelio se difunda por medio de una comunidad de discípulos, una comunidad misionera, y les preparó para la misión. Les preparó para ir».
«Paz a esta casa», decían los primeros discípulos. «No es solo un saludo: es también un don, la paz. Viniendo hoy, en medio de vosotros, en esta plaza dedicada a la beata Madre Teresa de Calcuta, quiero repetir este saludo: «Paz en vuestras casas, en vuestros corazones, paz a vuestra nación», repitió Francisco.
En la misión de los 72 discípulos se refleja la experiencia misionera de la comunidad cristiana de todos los tiempos. «El Señor envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a toda la gente. A través de los siglos no siempre ha sido bien acogido el mensaje de paz», indicó Francisco. Aunque, «a veces, les han cerrado las puertas. Hasta hace poco, también las puertas de Albania estaban cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo de la verdad y de la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su país».
«Pensamos en los tiempos de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes«, apuntó Bergolio, quien resaltó que «podemos decir que Albania ha sido una tierra de mártires. Pagaron con la vida su fidelidad. No faltaron pruebas de gran valor y coherencia en la confesión de la fe. Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron frente a la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido».
«El Señor ha estado a su lado, para sostenerlos. Él os ha guiado y consolado, os ha llevado sobre alas de águila, como hizo con el antiguo pueblo de Israel. El águila, representada en la bandera de vuestro país, os invita a poner siempre vuestra confianza en Dios, que nunca defrauda, especialmente en los momentos difíciles», continuó el Papa.
«Hoy las puertas de Albania se han abierto, y está madurando un tiempo de nuevo protagonismo para todos los miembros del pueblo de Dios. Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que realizar en la Iglesia y en la sociedad. Que cada uno se sienta llamado a comprometerse en la transmisión del Evangelio y promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos.
«Hoy he venido para daros gracias por vuestro testimonio. He venido para animaros, para hacer crecer la esperanza en vuestro interior, y alrededor. No olvidéis el águila: el águila no se olvida del nido, pero vuela alto. ¡Volad alto, id arriba!», señaló, dirigiéndose a las nuevas generaciones. «Este es un pueblo joven, muy joven. Y donde hay juventud hay esperanza. Escuchad a Dios, adorad a Dios, y amaos entre vosotros, como pueblo y como hermanos».
«Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por tu ejemplo de fidelidad. No olvidéis el nido, vuestra historia lejana, ni de las pruebas. No os olvidéis de las llagas. Pero no os venguéis. Id adelante, a volar en la esperanza de un futuro grande. Muchos de tus hijos e hijas han sufrido hasta el sacrificio de la vida. Vuestro testimonio sostenga los pasos de hoy, los pasos de mañana en el camino del amor, en el camino de la libertad, en el camino de la justicia, y sobre todo en el camino de la paz», concluyó.
Ésta fue la homilía del Papa:
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús, además de llamar a los Doce Apóstoles, llamó a otros setenta y dos discípulos y los envió a anunciar el Reino de Dios en los pueblos y ciudades (cf. Lc 10, 1-9. 17-20). Él vino a traer al mundo el amor de Dios y quiere que se difunda por medio de la comunión y de la fraternidad. Por eso constituyó enseguida una comunidad de discípulos, una comunidad misionera, y los preparó para la misión, para «ir». El método misionero es claro y sencillo: los discípulos van a las casas y su anuncio comienza con un saludo lleno de significado: «Paz a esta casa» (v. 5). No es sólo un saludo, es también un don: la paz. Queridos hermanos y hermanas de Albania, también yo vengo hoy entre ustedes a esta plaza dedicada a una humilde y gran hija de esta tierra, la beata Madre Teresa de Calcuta, para repetirles ese saludo: paz en sus casas, paz en sus corazones, paz en su Nación. En la misión de los setenta y dos discípulos se refleja la experiencia misionera de la comunidad cristiana de todos los tiempos: El Señor resucitado y vivo envía no sólo a los Doce, sino también a toda la Iglesia, envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a todos los pueblos. A través de los siglos, no siempre ha sido bien acogido el anuncio de paz de los mensajeros de Jesús; a veces les han cerrado las puertas. Hasta hace poco, también las puertas de su País estaban cerradas, cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo a la verdad y a la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su País, si bien había sido uno de los primeros en recibir la luz del Evangelio. En la segunda lectura que hemos escuchado se mencionaba a Iliria que, en tiempos del apóstol Pablo, incluía el territorio de la actual Albania.
Pensando en aquellos decenios de atroces sufrimientos y de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes, podemos decir que Albania ha sido una tierra de mártires: muchos obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos pagaron con la vida su fidelidad. No faltaron pruebas de gran valor y coherencia en la confesión de la fe. ¡Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron ante la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido! Me acerco espiritualmente a aquel muro del cementerio de Escútari, lugarsímbolo del martirio de los católicos, donde fueron fusilados, y con emoción ofrezco las flores de la oración y del recuerdo agradecido e imperecedero. El Señor ha estado a su lado, queridos hermanos y hermanas, para sostenerlos; Él los ha guiado y consolado, y los ha llevado sobre alas de águila, como hizo con el antiguo pueblo de Israel (cf. Primera lectura). El águila, representada en la bandera de su País, los invita a tener esperanza, a poner siempre su confianza en Dios, que nunca defrauda, sino que está siempre a nuestro lado, especialmente en los momentos difíciles. Hoy las puertas de Albania se han abierto y está madurando un tiempo de nuevo protagonismo misionero para todos los miembros del pueblo de Dios: todo bautizado tiene un lugar y una tarea que desarrollar en la Iglesia y en la sociedad. Que todos se sientan llamados a comprometerse generosamente en el anuncio del Evangelio y en el testimonio de la caridad; a reforzar los vínculos de solidaridad para promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos. Hoy he venido para animarlos a hacer crecer la esperanza dentro de ustedes y a su alrededor; a involucrar a las nuevas generaciones; a nutrirse asiduamente de la Palabra de Dios abriendo sus corazones a Cristo: su Evangelio les indica el camino. Que su fe sea alegre y radiante; muestre que el encuentro con Cristo da sentido a la vida de los hombres, de todos los hombres.
En espíritu de comunión con los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, los animo a impulsar la acción pastoral y a seguir buscando nuevas formas de presencia de la Iglesia en la sociedad. En particular, me dirijo a los jóvenes: no tengan miedo de responder con generosidad a Cristo, que los invita a seguirlo. En la vocación sacerdotal o religiosa encontrarán la riqueza y el gozo de darse a sí mismos para servir a Dios y a sus hermanos. Muchos hombres y mujeres esperan la luz del Evangelio y la gracia de los Sacramentos.
Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por todo el ejemplo de tu fidelidad al Evangelio. Muchos de tus hijos e hijas han sufrido por Cristo, incluso hasta el sacrificio de la vida. Que su testimonio sostenga tus pasos de hoy y de mañana en el camino del amor, la libertad, la justicia y la paz. Amén.