Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

… la cebada al rabo

 

Hace escasamente unos días, un amigo me remitió un correo con un corto artículo de Fernando Sánchez Dragó publicado unos meses atrás, al que titulaba “A burro muerto” en el que reflejaba, a partir de estadísticas y fuentes oficiales, la realidad de algunos indicativos de la España de 1975, justo a la muerte de Franco, y los comparaba con los de nuestra más rabiosa actualidad.

El viejo y desusado refrán “A burro muerto, la cebada al rabo” nos habla de aquello que ya no tiene remedio, de lo que ya no hay nada que hacer, del lamento de lo ocurrido si en lugar de esto se hubiese hecho aquello, del “a buenas horas, mangas verdes”.

Hace unos días me atrevía a disertar sobre las contradicciones del ser humano cuando antepone sus sentimientos, sus visceralidades al mínimo uso del raciocinio, incapaz de rectificar ni de reconocer nada opuesto a sus querencias, capaz de defender las posturas mas ilógicas e irracionales si se oponen a sus mas firmes creencias o convicciones, aunque se demuestre claramente lo equivocado de su postura, incluso sin llegar a admitir la menor duda ante cualquier versión contrapuesta a su encasillamiento.

Hoy vivimos en una dictadura de lo políticamente correcto, una dictadura en la que, sobre todo la izquierda y la derecha vergonzante, han acuñado toda una serie de posturas sociales, de las que quien se separa es rápidamente etiquetado y tachado inmediatamente de todo aquello que sus seguidores aborrecen, hasta ser borrado de la faz de la tierra y condenado de por vida al ostracismo, o a endilgarle el sambenito de fascista, decimonónico o conservador, aunque la mayoría de los que así catalogan no tengan ni la menor idea del alcance de los conceptos atribuidos.

Con la historia seguimos anclados en tales pareceres y la transmitimos no tanto como objetivamente se hayan desarrollado los hechos, sino como nos gustaría que hubieran tenido lugar o, en el mejor de los casos, acallando datos y magnificando matices favorables a nuestras teorías, modificándola.

Desde la muerte de Franco han transcurrido algo más de 40 años, lo que significa que muy pocos con menos de 60 años de edad puedan recordar nada, o casi nada significativo, de la España de entonces, al menos en cuanto a criterios históricos, sociales o económicos de la época y experiencias personales.

Terminada la guerra, los 36 años de franquismo posteriores poco tuvieron de uniformidad, de tal manera que en el último lustro, la España de entonces era ya una España de dictablanda, encaminada hacia Europa, de evidente prosperidad económica y social, así como de un cierto relajamiento político, aun cuando mantuviera su estructura de partido único, matizado por las distintas “familias” (una especie de partidos políticos no exentos de firmes ideologías) y control policial de ciertas actividades “sospechosas” de conspiración contra el régimen. Quizá sean estos matices los que se han echado en falta en los últimos años a la hora de transmitir la realidad de aquella España.

Los datos que aporta Sánchez Dragó supondrán no obstante para cualquier joven ajeno a aquellos tiempos, que únicamente haya bebido en las fuentes de los que tratan de imponer la dictadura de lo políticamente correcto de forma unidireccional, y sometidos al clásico rencor histórico, una desconcertante sorpresa que conviene comentar.

En 1975 en España, la deuda pública era del 9% cuando hoy es del 98% del PIB, mientras el déficit público del 0,4% en lugar del 8,5% actual, es decir, la deuda pública se ha multiplicado por 10, mientras el déficit lo hace por 20. Es decir: hoy debemos todo lo que producimos en un año y no solo no recuperamos, sino que cada vez vamos endeudándonos más y más.

El paro era del 3,74% mientras hoy es del 24,5%, con la particularidad de que entonces el paro era casi inexistente entre los jóvenes recién licenciados, mientras hoy llega casi al 50%. Entonces regresaba a España gran parte de la emigración a Alemania de lustros anteriores, mientras hoy emigran nuestros jóvenes más preparados, e incluso regresan a sus países buena parte de los que llegaron a principios de siglo.

El número de reclusos en las cárceles españolas era de 8.440 cuando hoy supera los 80.000, lo que si consideramos que entonces aun había algún preso político y que generalmente los delitos podían suponer la cárcel a la primera de cambio, mientras hoy no existen presos políticos, al tiempo que en la calle existen un sinfín de delincuentes que entran y salen de comisaría constantemente sin pisar la cárcel, la proporción de delitos reales cometidos, pudiera estar en razón de 1 a 20, lo que hacía la España de entonces mucho mas segura, en todos los aspectos, para cualquier ciudadano. Hoy existe incluso un efecto llamada de delincuentes de países del este y de sudamérica ante la enorme relajación de nuestra “justicia” ante los llamados delitos menores, importando lo peor de tales paises.

La clase media la constituía el 56% de la población, mientras hoy está alrededor del 40%. El índice de fecundidad era de 2,8, siendo hoy de 1,27 y decreciendo. El 36% del PIB se debía a la industria, mientras hoy la cifra no llega al 13%. Nuestra economía cada vez pivota sobre bases menos sólidas y nuestro consumo decrece.

El número de funcionarios en todo el país alcanzaba los 700.000 cuando actualmente supera los 3.000.000, mientras el número de políticos colocados en la administración y en todo tipo de nuevos estamentos e instituciones de lo más variopinto, se ha multiplicado casi por 10.

La inmigración ilegal era inexistente y la legal mínima, cuando actualmente alcanza los 6,5 millones, inmigración con un índice de natalidad que quintuplica la nuestra.

Si traducimos pesetas de 1975 a euros de 2015, el factor de conversión admitido a día de hoy es de 15, de manera que un euro actual equivale a 15 pesetas de entonces. Así las cosas, el sueldo anual de los diputados era equivalente a 12.000 euros, siendo actualmente de 76.920 euros. Un periódico costaba 0,55 euros, mientras actualmente cuesta 1,10 euros (el doble), siendo el salario mínimo de 560 euros y a día de hoy de 655 euros (únicamente ha aumentado un 15% aproximadamente).

La adquisición de una vivienda y un coche medios costaba 60 sueldos medios, cuando hoy cuesta aproximadamente 110. Por otra parte, el Estado construía directamente las viviendas de protección oficial y las sociales, en un número muy superior a las que hoy existen en el mercado, y por supuesto el Estado no se las vendía a ningún fondo buitre para su especulación, como ha hecho recientemente el ayuntamiento de Madrid, de Ana Botella.

También es cierto que en la mayoría de los hogares españoles solo entraba un sueldo (y se vivía con ello), mientras actualmente son dos los sueldos de la mayor parte de los hogares españoles más favorecidos, resultando muy complicado obtener un nivel de vida aceptable con la entrada de un solo sueldo.

Tampoco es cierto que no se publicaran escándalos financieros de altos vuelos, recordemos los casos Confecciones Gibraltar, Matesa, Reace o Sofico, con personajes al frente que parecían intocables, pero que finalmente acabaron algunos entre rejas, por asuntos que seguro que hoy hacen carcajearse a los Pujol, Barcenas, Rato, etc., dándose el caso incluso que, hoy por hoy, nos resulta bastante más sospechoso el proceder personal del anterior rey (un vividor), con muy poquito que se rasque (según el New York Times, posee una fortuna personal de unos 2.300 millones de dólares, habiendo llegado a la jefatura del Estado con una mano delante y otra detrás), que el del jefe del Estado de entonces (un sieso), hoy no investigado el primero, y escudriñado hasta la saciedad el segundo, sin que se le conociera fortuna personal destacable alguna.

Curiosamente, el paralelismo de algunos casos resulta significativo, ya que así como cercanos a Franco, en el capítulo de la corrupción, figuran su yerno el Marqués de Villaverde, o sus hermanos Nicolás y Pilar Franco, en el de Juan Carlos, también tenemos a su yerno Iñaki Urdangarín, o ahora a su hermana Pilar de Borbón, quien monta en Panamá, justo al llegar el rey a la corona, la sociedad “Delantera Financiera” (tiene tela el nombrecito) que cierra justo cuando Juan Carlos renuncia, tras dejar a su espalda, al igual que ha hecho siempre, a una larga lista de supuestos testaferros, a los que ha ido abandonando.

Ya en cuanto a lo que hoy son partidos, los escándalos en su momento en el PSOE y actualmente en el PP son y han sido interminables, mientras en su momento, las “familias”, concretamente falangistas y Opus Dei, afines al régimen, generaron también un buen número de escándalos.

Son muchos más los ejemplos que podríamos seguir poniendo, pero estos son harto significativos, contrastados, reales, ofrecidos por organismos oficiales y vividos por quien los expone.

¿Estamos mejor o peor que entonces?. Como siempre, depende.

En la España de 1975 sobraban algunas imposiciones (políticas y religiosas) y faltaban algunas de las libertades que hoy vivimos, no demasiadas. Principalmente la libertad política y de expresión, una libertad que esperábamos obtener con el advenimiento de la democracia, en la que el ciudadano podría expresar libremente su pensamiento, ejercer sus opciones políticas, su participación, etc.

La realidad actual en este sentido es de una enorme decepción en quienes tanto esperábamos, puesto que por un lado la pretendida democracia con mayúsculas aun no he hecho su aparición, ya que el pueblo sigue sin decidir nada, con unas listas cerradas confeccionadas por las elites de unos partidos oligárquicos, con organizaciones mafiosas, sin democracia interna alguna, donde solo se escala en orden directa a la sumisión interna a los lideres, condenando al pueblo a votar, cada cuatro años, unas listas de personajes que en general carecen de mérito alguno, desconocidos, sometidos al círculo de poder, sin responsabilidad ante el electorado, a quien en general no se le da información determinante, ni se le rinden cuentas, ni se atiende a los programas que supuestamente han votado, etc.

El control por parte del poder económico sigue siendo evidente, con una banca todopoderosa a la que se le consiente todo, que siempre ha canalizado la evasión de los capitales de sus principales impositores hacia los paraísos fiscales (véase ahora Panamá, o Suiza, o Luxemburgo, o la cantidad cada vez mayor de paraísos fiscales colaboradores), y a quien todos hemos de socorrer en ayuda a sus fechorías, sin rechistar y calladitos, sin que el poder político haga nada por impedirlo, ya que todas sus deudas le son perdonadas, sus campañas financiadas y los retiros de gran parte de sus líderes, acogidos en sus entidades, etc., al igual que a las grandes empresas y fortunas a quienes se les han diseñado formas y maneras de evadir impuestos legalmente (no llega la imposición al 1%), y a quienes incluso se indulta cuando son cogidos con las manos en la masa, ayudándoles a “cumplir” sin coste penal alguno.

La Iglesia sigue manteniendo su poder, sin que nadie se haya atrevido a denunciar un Concordato que vulnera absolutamente el espíritu de igualdad de derechos de la Constitución, con privilegios decimonónicos e intromisiones en la vida civil, ajenos a cualquier Estado moderno.

La censura en los medios sigue ejerciéndose, sobre todo en ciudades en las que no existe demasiada oferta objetiva, algo que puedo testimoniar directamente, pues en una ciudad como Vigo he sido ya marginado por la televisión local, por los dos periódicos locales, e incluso por algún periódico digital de los de nuevo cuño, atemorizados todos ellos ante cualquier crítica que pudiera publicar hacia el personaje que maneja a su antojo todos los resortes políticos e institucionales de la ciudad, al tiempo que gracias a ello pastorea bucólicamente a una ciudadanía en las antípodas de ejercer seriamente sus deberes políticos, insensible ante los retos y necesidades de progreso de la ciudad, y entregados a la facilona politiquilla pueblerina de exaltación de festejos varios, reposiciones de aceras y autobombo del caudillo local, de manera que tras largos años en los que ya he publicado más de un millar de artículos, he de hacerlo ahora “desde el exilio”, publicando en “Periodista Digital”, un periódico madrileño ajeno a censura alguna, alejado de forma directa de cualquier paisano con quien polemizar, salvo con los amigos que me aguantan via correo electrónico.

Por otra parte, lo de la libertad de prensa es algo muy restringido, puesto que para el ciudadano común, por mucho que tenga que decir, el poder publicar algo en algún medio, no esta al alcance de cualquiera y no siempre los profesionales se hacen eco de aquello que preocupa al ciudadano y en la forma y fondo que este solicita.

Pudiera también hacer una poblada lista de todo aquello que en estos años hemos ganado con el ejercicio de ciertas libertades, con nuestro modo de vida, con nuestro bienestar, etc., pero creo que cada cosa hay que dejarla en su sitio, pues ni todo es blanco ni negro, y lo que realmente debemos evitar es el transmitir a nuestros menores, mensajes que no se atienen a realidades vividas, por mucho que nos puedan las querencias de todos los políticamente correctos que pueblan lo más mediocre de nuestra sociedad.

Los de nuestra generación somos hijos de una España distinta, de una España que también tenía sus valores y alegrías. En ella crecimos, nos educamos, aprendimos lo que sabemos, ni nos drogábamos, ni ejercíamos violencia machista con nuestras compañeras, respetábamos a nuestros profesores, a las personas mayores, éramos educados, ni nos llevaban nuestros padres al colegio, ni nos hacían los deberes, ejercimos nuestras profesiones, educamos a nuestros hijos, en una generación que se hizo entre la posguerra y la predemocracia, que dio muy buenos frutos, al menos así quiero creerlo, y a la que no quiero renunciar, ni admito su descalificación, ni la de la España que nos vio crecer.

Ni aquella España era una absoluta desgracia, ni la de ahora es la panacea.

Sentidiño…

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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